Pedro Benítez (ALN).- Aparte de Guatemala, Honduras, Cuba y Haití, el grueso del movimiento de la población acontece entre los propios países de la región. Un hecho inédito por su magnitud, reflejo de los cambios políticos y signo del buen momento económico de muchos países de la subregión. Países poco acostumbrados a recibir importantes corrientes de inmigrantes o cuyas inmigraciones más relevantes quedaron en un pasado más o menos lejano, como Chile o Colombia, comienzan a experimentar este fenómeno. Una consecuencia, sin duda, de su progreso económico y su estabilidad política.
Es una constante: cuando a los países les va bien sus saldos migratorios son favorables, es decir, entra población de otras naciones en busca de oportunidades de vida. Cuando por el contrario las cosas van mal, por crisis económicas o conflictos políticos, sus saldos migratorios son negativos, es más la población local que se va que la de otros países que desea entrar.
La histórica inmigración europea
Luego de la Independencia, Latinoamérica experimentó dos grandes periodos en el movimiento poblacional. En primer lugar, la histórica inmigración que se extendió fundamentalmente desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los años 20 del siglo pasado, constituida por españoles, hacia Argentina, Uruguay, Cuba y Brasil principalmente, y en menor medida hacia México; italianos, el grueso a Argentina y Brasil, y en menor medida a otros países como Chile; la tradicional inmigración portuguesa a Brasil; e inmigraciones menos significativas en número provenientes de otras regiones de Europa y del Líbano y Siria a países como Colombia. También hubo contingentes provenientes de chinos y japoneses que se establecieron principalmente en Perú.
Cuando a los países les va bien sus saldos migratorios son favorables
Digamos que esa fue la inmigración histórica que contribuyó a terminar de formar las identidades nacionales de estos países. En este proceso hubo excepciones notables, como la inmigración de republicanos españoles recibidos en México durante la presidencia de Lázaro Cárdenas entre 1936 y 1940, que dieron una contribución significativa a ese país; o la masiva corriente que recibió Venezuela luego de la Segunda Guerra Mundial por el auge de su industria petrolera, de españoles, italianos y portugueses, movimiento que en el último grupo se extendió incluso hasta los años 80. Otras notables excepciones fueron la migración de braceros mexicanos a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial o la de cubanos a ese mismo país a partir de 1960 por razones primero de orden político y luego de tipo económico.
La migración latinoamericana de la crisis de los 80
Con las dictaduras militares del Cono Sur y a continuación con el inicio de la crisis económica de los 80, el proceso migratorio latinoamericano se revirtió. De ser países abiertos a recibir nuevos trabajadores y emprendedores, pasaron a ser el origen de una población joven, muchas veces bien formada académicamente, que salió en busca oportunidades de vida en Europa o Estados Unidos. Ese fue el segundo periodo de gran movimiento poblacional, en ocasiones de manera masiva, de argentinos, chilenos, brasileños, peruanos, ecuatorianos, colombianos, centroamericanos y mexicanos hacia los países más prósperos y desarrollados del hemisferio norte.
El aeropuerto de Barajas en Madrid ya no recibe tantos inmigrantes como antes de 2008 / Flickr: Marina Martínez
Por razones culturales (principalmente el idioma) y por la notable prosperidad de su economía hasta 2008, España se transformó en el destino predilecto de la migración hispanoamericana. Ese fue un cambio inédito, porque hasta pocos años antes había ocurrido exactamente todo lo contrario: la inmigración española había sido la más constante de todas las recibidas por Latinoamérica.
El movimiento entre países, aunque significativo como la inmigración que de sus vecinos recibieron Venezuela y Argentina desde los 70, fueron casos inusuales dentro de ese proceso.
Ahora la principal migración es entre los países hispanoamericanos
Pero eso que era lo excepcional ahora se está convirtiendo en lo normal. En los últimos 10 años, en particular desde el inicio de la crisis económica en 2008, el grueso de los movimientos migratorios se está dando entre los países de la región, mientras que la tradicional inmigración hacia el norte pierde fuerza.
Ya no son España ni Estados Unidos las primeras opciones de los migrantes latinoamericanos.
Probablemente el dato más revelador lo constituya México. Desde el año 2014 la tendencia migratoria entre el país y Estados Unidos se revirtió. Son más los ciudadanos de origen estadounidense que se establecen en México, que mexicanos que cruzan hacia el norte de la frontera. Desde la década anterior el número de inmigrantes mexicanos ya comenzaba una tendencia al descenso. Mientras, México se ha convertido en el país donde residen más ciudadanos de Estados Unidos que emigran: se estima que más de un millón. Mucha de esta inmigración la constituyen descendientes de mexicanos con ciudadanía estadounidense, pero también angloamericanos que buscan disfrutar de sus años de retiro en climas más benignos, en un proceso similar al que ocurre entre el norte y el sur de Europa.
Además, México está pasando, progresivamente, de ser un país de tránsito de los migrantes que se dirigen hacia la frontera norte del río Bravo, a ser un sitio de destino de la migración latinoamericana.
Lo novedoso es que países que hasta hace relativamente poco tiempo eran el origen de migraciones, ahora sean destinos. Los casos más notables: Perú, Colombia, Ecuador, Panamá.
Miles de colombianos se vieron obligados a abandonar su tierra por el conflicto armado, hoy esa situación se comienza a revertir. Colombia está recibiendo un gran número de inmigrantes debido a su buena situación económica.
Desde 2014 la tendencia migratoria entre México y Estados Unidos se revirtió
Todavía faltan algunos años para ver si estos movimientos son parte de una tendencia más permanente o son algo excepcional en la historia de la región, como lo que actualmente acontece entre Colombia y Venezuela, donde la crisis en este último país ha provocado un dramático y repentino cambio de la tradicional tendencia migratoria.
Sin embargo, más allá de las circunstancias hay una razón de fondo: América Latina está pasando por la mejor época de su historia desde todo punto de vista. Hace 30 o 40 años las dictaduras militares, los regímenes autoritarios, las guerras civiles, los golpes de Estado, la inestabilidad política o económica eran la norma. Ahora, con todos los problemas que aún persisten, la constitución de regímenes políticos surgidos del voto de los ciudadanos es la norma con una sola excepción; la separación y control entre los poderes públicos es el deber ser; y los cambios de gobierno dentro de la estabilidad institucional la norma. Por otra parte, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos administraron con sorprendente prudencia los años del auge de las materias primas y preservaron los equilibrios macroeconómicos. En casi todos los lugares ocurrió un dramático descenso de la pobreza.
Pedro Benítez es historiador y profesor de la Universidad Central de Venezuela.
Por supuesto que este proceso no se da sin tensiones y brotes de xenofobia ante la presencia de extranjeros. La idea de que el inmigrante “nos viene a quitar el trabajo” es un argumento muy simple y de fácil calado, aunque la historia de América Latina es la demostración exactamente de lo contrario. Pues han sido precisamente los inmigrantes los que más han enriquecido a los países donde se han establecido.