David Somoza Mosquera (ALN).- “El mundo después del coronavirus será otro”, es una frase que de tanto repetirse ya parece trillada. Pero cómo podría ser el mismo después de esta pandemia si ya ha demostrado que no estaba preparado para enfrentarla: 1,9 millones de infectados y más de 125.000 fallecidos por Covid-19 hasta el 14 de abril no es poca cosa. Surge la interrogante entonces, ¿estamos nosotros preparados para el desafío que representará enfrentar lo que dejará atrás este coronavirus?
Cuando comenzaron a escucharse las primeras voces en diciembre del año pasado sobre la aparición en Wuhan, China, de un virus que atacaba las vías respiratorias y vaticinaban que algo más grave se avecinaba, el resto de los países poco se dieron por enterados. Éramos espectadores lejanos hasta que, aún en contra de nuestra voluntad, llegó nuestro turno.
Ahora, lo que parecía ciencia ficción, es una realidad con severas consecuencias también en el plano económico. El Fondo Monetario Internacional augura que la economía global podría experimentar en 2020 la mayor recesión desde hace alrededor de 90 años si la pandemia de Covid-19 se mantiene o reanuda a lo largo del año.
En su último informe pronostica que el PIB global caerá 3%, porcentaje que representaría la mayor caída desde la Gran Depresión de 1929 y sería muy superior a la contracción de 0,1 % que tuvo lugar en 2009, durante la última crisis financiera mundial.
Aunque como consecuencia del confinamiento y de las medidas económicas y laborales implementadas para intentar superar la crisis las empresas ya han visto alteradas sus rutinas, ante uno escenario como el que vislumbra el FMI están obligadas no solo a manejarse con destreza en lo inmediato, sino también planificar desde ya para el post coronavirus.
Ciertamente, vivimos momentos de incertidumbre que, de cierto modo, condicionan nuestra forma de pensar. Sin embargo, son precisamente en estos momentos cuando la creación de escenarios futuros se vuelve una herramienta clave en la dirección de las empresas.
El objetivo es trazar de manera coherente y con fundamento un plan, respaldado por una investigación sobre distintas tendencias sociales, económicas y tecnológicas, que conduzca a determinadas acciones estratégicas a corto, mediano y largo plazo como parte de la toma de decisiones de la organización.
En esa estrategia a futuro no hay que perder de vista las perturbaciones en las cadenas de producción y de suministro que ya está golpeando a algunas empresas, las limitaciones laborales para evitar el contagio de los trabajadores y a los clientes, que si bien sienten amenazadas sus economías, al mismo tiempo se están dando cuenta de que pueden sentirse satisfechos con una vida más austera.
Las compañías tienen que tener la mirada puesta en ello desde este mismo momento para no perder terreno sino conquistar más. Y, aunque es una realidad que se está escribiendo en este mismo momento, deben prepararse desde ya y tener claro qué hacer tras el confinamiento, pues, sin duda, el desafío mayor viene después.