Redacción (ALN).- Los pranes, acrónimo de presos rematados asesinos natos, son criminales que lideran y controlan algunas cárceles venezolanas; la figura se ha ido “consolidando” durante los últimos años con la “venia” del Estado, y se ha extendido por toda América Latina, coinciden expertos.
Cuando el Estado venezolano quiso tomar el control, “ya era demasiado tarde”; se había “institucionalizado” la figura del pranato, afirma Humberto Prado, director del Observatorio Latinoamericano y del Caribe de Prisiones (OLACP).
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En ese sentido, Prado expuso que, aproximadamente a partir del 2008, altos funcionarios del gobierno, para mantener el control de los centros de reclusión, comenzaron a establecer conversaciones con los pranes, dejando en segundo lugar a las autoridades carcelarias.
“Lo que existe es una complicidad del crimen corporativo entre el Estado y los pranes en nuestro país”, dijo durante el foro ¿bajo qué control operan los pranes en las cárceles venezolanas?, organizado por el OVP.
Luis Izquiel, abogado penalista y profesor de criminología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), advierte sobre los peligros que implica el hecho de que esas figuras hayan adquirido “tanto poder”.
“Una de las fortalezas de los pranes, de las razones por las cuales tienen poder es el armamento que tienen dentro de las cárceles. Está claro que esos armamentos entran bajo la complicidad de muchos funcionarios militares y del ministerio penitenciario”, afirma.
Ronna Rísquez, periodista especializada en crimen organizado, letalidad policial y derechos humanos, explica que, en los casos de cárceles que funcionan bajo figura del pranato, hay presencia de funcionarios de seguridad, pero no tienen control alguno. “Aunque tienen un director, termina siendo al parecer una especie de figura decorativa”, apunta.
“Identificamos al menos 19 formas de rentas criminales (micro tráfico de drogas, extorsiones, comercialización de comida, entre otras) que permiten a los pranes financiarse y, en algunos casos, hay participación de funcionarios”, resaltó al adelantar datos de una investigación que será divulgada próximamente.
La situación es tan compleja y distorsionada que se vuelve difícil de explicar, incluso para expertos. Por ejemplo, relata Rízquez, pranes de la cárcel de Vista Hermosa al sur del país, ya tenían que haber salido en libertad, pero no lo hacen porque “deciden quedarse para operar estos negocios que le son muy lucrativos”.
“Mueven millones de dólares. Tienen rentas ilegales que les sirven para consolidar su poder y son la razón por las que se mantienen dentro de la prisión”, añade al precisar que los grupos que pertenecen al pranato son pequeños, pero están armados.
“Internacionalización” del pranato
El Tren de Aragua es bien conocido en Venezuela y, de un tiempo para acá, en varios países de Latinoamérica, entre ellos, Perú, Chile, Colombia y Brasil. Es una megabanda dedicada, entre otras actividades delictivas, a la extorsión, secuestros, homicidios, sicariatos, venta de drogas, tráfico de armas y de personas.
La organización criminal opera desde la cárcel de Tocorón en el estado Aragua (centro del país), donde se ubica su líder, Héctor Rusthenford Guerrero, alias Niño Guerrero, y es considerada la “más poderosa” de Venezuela según la organización Insight Crime, que asegura tuvo una rápida expansión en 2020 y 2021.
La figura más clara de la “internacionalización” del pranato es precisamente el Tren de Aragua, según Izquiel, quien no tiene dudas de que se trata de la pandilla de “mayor expansión” en Latinoamérica.
“Se ha expandido mucho más que el PCC, que el comando Vermelho, pandillas brasileras, yo diría mucho más también que Las Maras. Uno de los resultados de la consolidación de un pran como el Niño Guerrero es el Tren de Aragua”, dijo.
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