Elizabeth Fuentes (ALN).- Para negociar una pieza valiosa solo hace falta conectarse a internet. Sin embargo, la oferta es muy amplia y descubrir todos los rincones ocultos en un área tan especializada lleva su tiempo. Y quienes buscan resguardar su dinero en obras de arte suelen averiguar minuciosamente qué están comprando antes de gastar un dólar. Cuando se adquiere una obra de arte, se está firmando un compromiso serio. Más allá del asunto estético, al convivir con un cuadro, una escultura o un tapiz, se crean poderosas raíces emocionales y, en ocasiones, algunos llegan a amar esos objetos como parte imprescindible de su paisaje cotidiano. Pero como sabemos, el buen arte también está asociado a su valor económico, asunto que los entendidos suelen tener muy presente a la hora de comprar. Muchos tienen el privilegio de entrar a las galerías antes que nadie para adquirir lo que suponen será la mejor pieza de la exposición, un refugio seguro que les permite esperar a que su obra se transforme en un salvoconducto económico por si llega el día de las vacas flacas.
El problema es que si eso ocurre, vender la obra se convierte en una empinada montaña llena de obstáculos. Desde los tiburones del arte, que nadan alrededor de su víctima para despojarla de su pieza al más bajo costo, hasta las mejores casas de subasta que exigen requisitos extremos para exhibir determinada obra en la próxima audición, que nunca es cercana, con el agravante de que cancelan con 20% menos del costo -lo que generalmente cobran por la transacción-, y a la hora de pagar pueden tardarse entre tres y seis meses. De modo que adquirir arte para días de apuro no es precisamente un buen negocio.
La tecnología permite desde ver una subasta en vivo y directo hasta apostar detrás de un ordenador
Desde hace varios años se han creado portales especializados en la compra-venta de arte, una actividad que puede poner a cualquiera ocho o diez horas diarias frente al ordenador para husmear el costo de cada cosa, la posición del artista en el mercado, la diferencia de precios entre un año y otro, o entre una galería y otra.
Incluso las grandes casas, como Sotheby’s o Christie’s, permiten a los interesados observar, en vivo y directo, el desarrollo de cada subasta, actividad que sube y baja la adrenalina de quienes, en pocos minutos, pueden ver cómo su pieza se vendió al mejor postor o quedó rezagada hasta la próxima audición. La británica Phillips también asegura que “la puja es ahora más fácil que nunca en nuestra plataforma de licitación en línea y móvil. Con nuestro nuevo saleroom digital, los clientes pueden enviar subastas en directo y realizar ofertas desde cualquier parte del mundo”.
Consejos de oro para un novato
Lo primero al momento de vender una obra de arte es conocer el verdadero precio de la obra. Y para ello hay que subscribirse a varios de los mejores portales, como Artprice, fundada en 1987 y una de las más confiables y amigables para el usuario. Su presidente, Thierry Ehrmann, sostiene que “Artprice es la base de datos de subastas más grande del mundo”, sitio web que cuenta con 1.300.000 miembros y 2.100.000 visitantes por mes.
Allí se pueden obtener los precios de obras subastadas o cómo ha subido o bajado en el mercado determinado creador. Pero para conocerlo, el interesado se debe suscribir de acuerdo a sus intereses. ArtPrice ha ideado varios planes: desde el básico, que permite un día de acceso a su data por 32 dólares, 232 dólares por todo el año, hasta el dirigido a los profesionales –art dealers, coleccionistas, etc.-, cuyo costo aumenta desde 54 dólares al mes hasta 516 dólares al año. Acá se puede conocer todos los indicadores posibles, e incluso vender su obra en la tienda particular del portal.
Una vez que se tiene acceso a la página -y esto es denominador común en casi todas-, el usuario puede obtener no solo un aproximado del precio de una obra similar a la suya -o sobre el autor-, sino también la posibilidad de vender su obra y para ello basta con seguir las instrucciones que fácilmente le ofrece la página. Poner la foto, las medidas de la pieza, si tiene certificación, el año de su realización, etc. Y de allí en adelante viene la espera, porque los más de dos millones de visitantes al mes podrán, técnicamente, mirar la obra y si a alguno le interesa, simplemente entrará en contacto con el vendedor. El comprador depositará el dinero en PayPal y el portal solo libera la cifra al vendedor cuando la obra llega a su destino final y el comprador se declara satisfecho.
El mar del arte está lleno de tiburones buscando peces chicos
ArtBrokerage también permite establecer su propia “tienda” en el portal y se anuncian como la única en línea para vender y comprar obras gratuitamente, porque no cobran comisión alguna. Basta que el interesado mande las fotos de la obra, sus especificaciones y luego esperar 24 horas para que los especialistas de la página autentifiquen la pieza y la pongan a la disposición en su particular mercado.
Una invitación original a una exposición de Andy Warhol en 1981 alcanza los 7.000 dólares / Finearts Collection
Otro portal confiable es ArtNet, fundado en 1989 y que contiene más de 250.000 artistas. También funciona bajo subscripción, al mismo costo que ArtPrice, pero solamente para saber los precios de las obras subastadas en más de 1.700 casas especializadas, unos 11 millones de obras en total. Ofrecen un sistema para evaluar hasta 450 obras por 1.175 dólares al año.
Otra casa reconocida es ArtValue, que funciona correcta pero básicamente para evaluar y conocer resultados de subastas y precios actualizados. Igual que BlouinArt, solo que aquí no solo muestran obras de arte sino que incluyen en la oferta joyas, vinos y hasta autos, todo subastados vía internet.
Eso sí: una vez que se interne en el mundo de vender o comprar arte online, que se aprenda un aproximado de los precios y hasta sus estafas -y para descartarlas también hay portales especializados-, difícilmente olvidará la afición. Porque cada búsqueda puede llevar a otra y culminar navegando en aguas profundas de galerías en Alemania que venden un Warhol más caro que otro en Italia o, lo peor, descubrir que ese Cruz-Diez que vendió apresuradamente costaba el triple de lo que obtuvo.