Miguel Sebastian (ALN).- Se requiere liderazgo político, superar prejuicios ideológicos que ahora caerían más en la órbita de Trump que en la de una izquierda moderna y progresista. Y, sin duda, el apoyo del sector privado, tanto de las empresas de la región como las del otro lado del Atlántico.
- porque se trata de economías relativamente cerradas al exterior y
- porque, siendo relativamente abiertas, comercian con terceros países en lugar de hacerlo con países de su misma región.
Cada uno de estos motivos requeriría de políticas distintas. El primero, de una acción nacional decidida de liberalización y apertura al exterior. El segundo, de una política regional específica que favorezca el comercio intrarregional.
Se trata de economías relativamente cerradas al exterior
En la Tabla 1 presento los datos de apertura al exterior, medida como la suma de exportaciones e importaciones en relación al PIB, para los principales países latinoamericanos, y añado otros países y regiones del mundo, para poderlos comparar entre sí. He escogido los datos del Banco Mundial para 2015, excepto para Venezuela, que se refiere a 2014. Aunque hay bastante disparidad en el grado de apertura al exterior de cada país por separado, en general no puede decirse que Latinoamérica y el Caribe (LAC) sea una región de países relativamente cerrados al exterior. Los menos abiertos (y que, por su tamaño, hacen que la media regional sea más baja de lo que sería sin contar con ellos), Argentina y Brasil, tienen un grado de apertura exterior similar al de los EE.UU., en torno a un 25% del PIB. El conjunto de la región LAC tiene un grado de apertura del 43%, no muy inferior al de regiones emergentes y dinámicas, que ganan peso relativo en el PIB mundial, como es el caso de Asia Oriental y el Pacífico, que presentan unas ratios de apertura del 59%, superiores pero no radicalmente diferentes. Finalmente, en nuestra región encontramos países cuyo grado de apertura es similar o incluso superior al de los países europeos, bastante abiertos. Por ejemplo, el caso de Bolivia, de Chile, de Costa Rica y de México. Llama la atención, por chocar con la percepción que habitualmente se tiene de ese país, el caso de Paraguay, la economía más abierta del Cono Sur. Asimismo, destacan los casos de Centroamérica y de los pequeños países del Caribe, con un grado de apertura similar o incluso superior al de Alemania.
Dado que el grado de apertura no parece ser excesivamente pequeño, al menos en la región LAC en su conjunto, la cuestión debe centrarse en su comercio intrarregional. El Gráfico 1, con datos del Banco Mundial, recoge el volumen de exportaciones de la región, tanto fuera como dentro del área económica. Pese a los avances en los Tratados Comerciales firmados, el porcentaje de comercio intrarregional de Latinoamérica (en torno al 15% del total, cuando se mide sólo con las exportaciones) no ha aumentado en los últimos años, y es muy inferior al que presentan otras regiones del mundo como Asia Oriental y el Pacífico (por encima del 40%) o el de la Unión Europea (en torno al 60%). Sin duda los países de LAC comercian con los EE.UU. (especialmente México y Centroamérica), con los países del Pacífico (sobre todo Chile, Bolivia y Perú) o con la Unión Europea y África (los de la costa este del Cono Sur). Pero comercian muy poco entre sí. Fuente: elaboración propia a partir del Banco Mundial (2016)
Gráfico 1. Comercio intrarregional
¿Y cuáles son las causas de esta escasa integración comercial en LAC?
Algunos autores señalan que es la similitud en las estructuras productivas y en los recursos lo que dificulta los intercambios entre dichos países. Es decir, que es más fácil el comercio entre economías más dispares, como son España y Alemania, que el comercio entre Argentina y Brasil. Sin duda, la similitud de recursos y de la estructura productiva puede ser un elemento que frene la integración comercial. Pero la vecindad, los menores costes de transporte, las semejanzas culturales o incluso compartir una misma lengua, deberían ser factores de impulso comercial que compensaran con creces el de la similitud de recursos y productos. Por ejemplo, en el mismo Gráfico 1 se presenta el comercio intrarregional con EE.UU., que es relativamente elevado, pese a ser dos economías relativamente parecidas en su estructura productiva y sus recursos. Sin duda la vecindad y los lazos culturales y lingüísticos lo han compensado con creces. Otro ejemplo, no recogido en el gráfico, es el de España y Portugal. Aunque su renta per capita es algo diferente, su estructura productiva no es muy dispar, y comparten multitud de recursos. Sin embargo, el comercio entre ambos países ibéricos es elevadísimo. Pese a su pequeño tamaño, nuestro vecino occidental es el quinto destino de las ventas españolas al exterior, y exportamos cinco veces más a Portugal que a China.
Lo que hace falta
¿Por qué la vecindad y la afinidad cultural y lingüística no están operando en el caso de Latinoamérica?
Podría pensarse que hay una ausencia de Tratados Comerciales, como existen en el caso europeo (Tratado de Roma o de Lisboa), o en América del Norte (NAFTA). En su informe macroeconómico para 2017 publicado esta misma semana por el BID, Caminos para crecer en un nuevo mundo comercial, se demuestra que esto no es así en absoluto. A la iniciativa pionera de los 60, con el Mercado Común Centroamericano (MCCA), siguieron en los 70 el Caricom (Asociación Comercial del Caribe), y en los 80 el ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración). A partir de los 90 se firman multitud de acuerdos como son la Comunidad Andina (CA), el Mercosur, y el NAFTA. Además de estos cinco bloques comerciales (MCCA, Caricom, CA, Mercosur y NAFTA), muchos países de estos bloques firmaron acuerdos comerciales con países fuera de la región. Recuerdo como siendo Ministro cuando asumió España la Presidencia de turno de la Unión Europea, en 2010, se culminaron los acuerdos de Asociación entre la UE y Centroamérica y el Acuerdo Comercial entre Perú y la UE.
De vuelta al espacio regional, más recientemente, en 2012 se firma la Alianza del Pacífico por Chile, Colombia, México y Perú. El objetivo de esta iniciativa es crear una zona de libre comercio que progresivamente avanzará hacia la libre circulación de capitales y personas, es decir, el modelo europeo. Por tanto, no hay escasez de Tratados Comerciales. Si acaso, hay un exceso. No hacen falta más tratados comerciales. Lo que hace falta es EL Tratado Comercial, es decir, un Tratado de Libre Comercio único y común para toda la región: el LAFTA (o, en terminología del BID, el LACFTA, incluyendo la sigla del Caribe). Ello no quiere decir tirar a la basura todos los acuerdos de comercio preferencial existentes. Todo lo contrario, que sirvan de punto de partida para construir el acuerdo común regional. Uno que integre a los cuatro bloques ya existentes y a México como parte del viejo NAFTA.
Alguien puede pensar que profundizar en la unión comercial de América Latina es ir en contra de los vientos proteccionistas que llegan de más allá del Río Grande. ¡Por supuesto! Se trata precisamente de convertir ese riesgo en una oportunidad para la región. Una respuesta regional colectiva y contundente a la ruptura del NAFTA o el nacimiento frustrado del Acuerdo Transpacífico (TTP), que debería contar con el apoyo político de la Unión Europea, de China y de otras regiones comerciales del mundo.
Los tres retos
Y, además de este gran acuerdo comercial único para la región, ¿qué se puede hacer para mejorar la integración comercial de LAC? Sin duda, se debería actuar abordando los tres retos que el Banco Mundial considera como principales obstáculos para dicha integración:
1. Las malas infraestructuras de transporte y logística, incluyendo las infraestructuras tecnológicas. Debería haber un plan regional, aprobado por todos los países y avalado por el BID. Un plan en el que participen las empresas latinoamericanas y europeas de estos sectores y que provea de la necesaria seguridad jurídica y enfoque de largo plazo para acometer las inversiones. Las empresas españolas, potentes en los sectores de la construcción y las tecnologías de la información y comunicación, deberían ser cómplices activos de este plan. También las empresas europeas de transporte: terrestre, marítimo, aéreo y de ferrocarril.
2. Hacer frente a las barreras no arancelarias, que muchas veces quedan excluidas de los acuerdos comerciales, pero que impiden la libre circulación de mercancías. Me refiero a las relacionadas con las normas y las especificaciones de calidad de los productos, como las normas sanitarias y fitosanitarias y los obstáculos técnicos al comercio. También incluyen medidas como las licencias de importación, las medidas de control de precios, los subsidios y las normas de origen.
3. Abordar las limitaciones regulatorias al comercio de servicios. No sólo se trata de eliminar las barreras arancelarias y no arancelarias a los intercambios de mercancías. Abrirse al comercio de servicios es un mecanismo clave para atraer la inversión extranjera directa y aumentar la competencia. Se necesita que la mayor apertura comercial se coordine con la reforma regulatoria de manera que se establezcan normas adecuadas que aborden los fallos del mercado y fomenten la prestación competitiva de servicios.
Se trata, sin duda, de una agenda ambiciosa. Que requiere liderazgo político, superar prejuicios ideológicos que ahora caerían más en la órbita de Trump que en la de una izquierda moderna y progresista. Y, sin duda, el apoyo del sector privado, tanto de las empresas de la región como las del otro lado del Atlántico. Si se consigue, Latinoamérica se dotaría de un potente motor de crecimiento económico y bienestar social.