Ayrton Salamanca (ALN-KonZapata.com).- Las medidas tomadas ya son un éxito, si las comparamos con los ajustes severos que tuvieron que hacer otros países, el sometimiento de sus economías en recesión y el costo que esto significa en términos de empleo, ingreso y bienestar. La economía colombiana tuvo un crecimiento del 3,2% en 2015 y las proyecciones para 2016 es que cierre en 2,5%. Sin duda, un ritmo de crecimiento moderado comparado con el 5% promedio que tuvo en la etapa del boom de los commodities, cuando la actividad petrolera inyectó un ingreso adicional que motorizó al resto de los sectores, la demanda y la inversión, así como fortaleció las finanzas públicas y el sector externo.
Tras la caída de los precios del petróleo y su impacto en las cuentas externas e internas del país, la política económica apeló a la herramienta de la devaluación del tipo de cambio y el peso colombiano perdió 32% de su valor en relación al dólar en 2015. Ya en 2014 había comenzado el proceso de devaluación por el que el sector empresarial exportador clamaba para recuperar la competitividad perdida por la apreciación cambiaria que habían inducido los ingentes recursos de la exportación petrolera.
Además de la caída de las exportaciones petroleras, los vecinos socios de Colombia, Ecuador y Venezuela, están atravesando severas recesiones, principalmente este último país, que afectan el flujo comercial e impactan la actividad económica.
Y aun así, la economía siguió creciendo en 2015 y 2016, a menor ritmo, claro está; en contraste con la recesión en Brasil, Ecuador, Venezuela,
A pesar de la devaluación, la inflación no se disparó y luego de un impulso por el encarecimiento de las importaciones, ya comenzó a ceder, evidenciando la capacidad de absorción del impacto y si bien aún está alejada del rango meta (2-4%) del Banco de la República, se proyecta a la baja y se estima que alcance 4,5% en 2017 y finalmente se ubique en el rango meta en 2018.
En la cuenta corriente, mantener un tipo de cambio competitivo es fundamental para el estímulo de las exportaciones
Pero no fue cualquier cosa. Las exportaciones en 2014 alcanzaron un total de 56.923 millones de dólares como consecuencia de la baja de los precios del petróleo. En 2015 cerraron en 38.125 millones de dólares, lo que se tradujo en una reducción del 33% y en términos absolutos la factura por exportaciones mermó en 18.795 millones de dólares, una cifra nada despreciable para causar un shock económico de origen externo, como señalamos los economistas.
¿Cómo se explica entonces que ante este impacto externo la economía no entró en recesión como pudo haber pasado en virtud de las magnitudes de la baja de la factura petrolera?
Uno de los factores es que la economía colombiana no es tan dependiente del petróleo como lo son, por dar dos ejemplos extremos, Ecuador y Venezuela, y que precisamente el shock petrolero evidenció que son vulnerables por esa correlación tan cercana a esa variable.
Si le ponemos la lupa a las cuentas externas de la economía colombiana, hay un par de ellas que solapadamente, sin mucho ruido, se asoman y en algo amortiguan el impacto. Son las entradas de las remesas de los colombianos en el exterior y el turismo. La primera partida ya casi alcanzó 5.000 millones de dólares el año pasado con cifra record. Y la segunda, ya ronda los 4.000 millones de dólares, pero la política de turismo ambiciona -con el slogan “Colombia, el riesgo es quedarse”- alcanzar los 6.000 millones de dólares en 2018. Además, son dos cuentas muy especiales, no son commodities con el riesgo de los vaivenes del mercado; sin duda, tienen un tratamiento especial y diferencian a Colombia de otros países, que las pueden tener pero no con la relevancia de Colombia.
Uribe entregó el relevo en condiciones económicas adversas/Flickr: Globovisión
Suman entonces casi 10.000 millones de dólares, que representan el 25% de las exportaciones de bienes con una tendencia creciente a lo largo de los años.
Otro de los factores es el razonable manejo macroeconómico. Sin contar con excedentes fiscales y en cuenta corriente, por lo menos estos déficit gemelos acotados permitieron cierto margen de maniobra para el aterrizaje suave y ordenado sin crear desequilibrios que alarmaran a los agentes económicos, como se evidencia en que no hubo salidas de capitales, lo cual es una señal de la confianza en que el Ejecutivo sabrá sobrepasar la coyuntura adversa.
En este sentido, el déficit fiscal pasó de 1,8% en 2014 a 2,8% en 2015; mientras que el déficit en cuenta corriente pasó de 5,2% a 6,4%. Una vez asimilado el shock externo, la política económica debe centrarse en ir reduciendo los déficit, y en el área fiscal se discute el cumplimiento de la ley 1473 de 2011, regla que establece que el Gobierno Central debe ir reduciendo su déficit fiscal hasta el 1% del PIB en 2022.
En la cuenta corriente, mantener un tipo de cambio competitivo es fundamental para el estímulo de las exportaciones, además de la baja de la tasa de interés tras la menor presión inflacionaria.
En las exportaciones y crecimiento, vale destacar el aporte de la Refinería de Cartagena (REFICAR), que de acuerdo a ANIF (Asociación Nacional de Instituciones Financieras ) “contribuye con el 5,6% al crecimiento industrial, además de mayor exportación de productos refinados y menos importación de gasolina”.
Otro de los factores es que Colombia hoy goza de un sistema bancario fuerte y saludable, con bancos que han tenido un crecimiento muy importante en estos últimos años, que aprovecharon el boom de los commodities para hacerse de liquidez e intermediar con cartera de crédito que se mantiene en crecimiento pero con calidad, dados los mayores controles en la asignación de recursos, tanto internos como de la Superintendencia, como consecuencia de las lecciones aprendidas de las crisis pasadas.
La banca es mucho más grande, con capacidad de financiar empresas y proyectos de mayor envergadura
Hoy una devaluación de la moneda no los consigue con descalce como para generar pérdidas cambiarias comprometedoras de los resultados, y el deterioro de algunos clientes tampoco los consigue sin las provisiones necesarias como fue en el pasado.
La banca es mucho más grande, con capacidad de financiar empresas y proyectos de mayor envergadura, con capacidad de aguantar tempestades y en definitiva, apoyar el crecimiento económico. Solo con mirar una variable entendemos este proceso de mayor apalancamiento a la economía: la profundización financiera, medida como la proporción de la cartera de crédito en relación al PIB. En efecto, este indicador pasó de representar 25% a principios de este siglo a representar el 47% del PIB en 2015. Hoy Bancolombia, el principal banco del país, tiene activos por 40.000 millones de dólares, diez veces más de lo que tenía a principios de siglo. Y lo mismo pasa con Banco de Bogotá, el segundo en el ranking, con activos por 25.000 millones de dólares. Sin duda, una banca sana de estas magnitudes es una fortaleza para apoyar el crecimiento económico futuro.
Las proyecciones de crecimiento estiman que luego del 2,4% de 2016, la senda vaya en aumento, no con el dinamismo de la época de boom de los commodities, pero en una pendiente positiva cuya inclinación dependerá de los factores anteriores, algunos otros y, sin duda, del resultado del proceso de paz.