Ysrrael Camero (ALN).- La manera en que se rompió con Manuel Valls en Barcelona fue otro error político que descolocó a Ciudadanos frente a la política europea. Se encuentra viviendo esta organización en una especie de limbo donde pierde su ubicación en el centro de la política española, se estanca en la política catalana y se difumina en el escenario de la defensa que los demócratas europeos hacen del Estado liberal de derecho en el continente.
La pérdida de sentido estratégico puede llegar a tener graves consecuencias en política. Ciudadanos perdió, en las negociaciones municipales y autonómicas, mucho de lo que había ganado en las urnas en el último ciclo electoral. Y lo hizo en beneficio de la organización a la que pretendía sustituir como alternativa de poder en España: el Partido Popular.
Pablo Casado pasó de presidir una conservadora organización en decadencia, a administrar un partido político con mucho poder en ayuntamientos y comunidades autónomas, gracias a la facilidad con que la tolda de Albert Rivera se fue entregando, palmo a palmo, en las negociaciones postelectorales. El PP, junto con la ultra de Vox, fueron los grandes beneficiarios de los pactos y acuerdos cerrados tras el 26 de mayo.
En el largo ciclo electoral la errática actuación pública de Ciudadanos generó varios momentos de tensión y polémica con Manuel Valls. El deslizamiento de la organización terminó haciendo posible la creación de coincidencias con la ultraderecha de Vox, lo que encendió las alarmas galas desde Barcelona hasta París.
Pero acá no terminan los errores estratégicos de la tolda naranja. La manera en que se rompió con Manuel Valls en Barcelona fue otro error político que descolocó a Cs frente a la política europea. Se encuentra viviendo esta organización en una especie de limbo donde pierde su ubicación en el centro de la política española, se estanca en la política catalana y se difumina en el escenario de la defensa que los demócratas europeos hacen del Estado liberal de derecho en el continente.
En estos momentos las acciones de Pedro Sánchez y de Manuel Valls indican que su vista está puesta en la política europea. Sánchez no sólo como presidente del Gobierno sino también como líder del partido socialdemócrata más fuerte de la UE. La selección de la eurodiputada española Iratxe García Pérez para presidir al grupo parlamentario socialista europeo es una expresión del nuevo protagonismo que el PSOE desempeñará en el continente.
Mientras tanto, Manuel Valls se ha convertido en una oportunidad perdida por Ciudadanos para jugar en las grandes ligas de la política europea. Nacido en Barcelona en 1962, durante 37 años desarrolló su carrera en el socialismo francés, llegando a ser alcalde de la parisina Évry entre 2001 y 2012, ministro del Interior entre 2012 y 2014, y un polémico primer ministro de François Hollande entre marzo de 2014 y diciembre de 2016.
En 2017 renunció al PS y se incorporó al grupo parlamentario de La République en marche de Emmanuell Macron en la Asamblea Nacional francesa. La trayectoria de Valls lo conecta con los sectores más moderados de la socialdemocracia y con los liberales europeos.
Con este hándicap europeísta y liberal Valls dio el salto a la política catalana, postulándose en 2018 a la Alcaldía de Barcelona en un momento de grandes sobresaltos en España.
Ciudadanos lo incorporó como candidato con la esperanza de que los aires franceses contribuyeran a materializar un triunfo naranja en la ciudad condal como continuidad de su victoria en las autonómicas de 2017, donde se convirtió en el partido político más votado para el Parlament. Pero muchas cosas habían cambiado desde 2017 en España, en Cataluña y en Barcelona.
En el largo ciclo electoral la errática actuación pública de Ciudadanos generó varios momentos de tensión y polémica con Manuel Valls. El deslizamiento de la organización terminó haciendo posible la creación de coincidencias con la ultraderecha de Vox, lo que encendió las alarmas galas desde Barcelona hasta París.
Los demócratas franceses, desde liberales hasta socialistas, han generado grandes coaliciones para evitar la llegada al poder de Jean-Marie Le Pen, primero, y Marine Le Pen, después, desde los tiempos de Jacques Chirac. Ellos tienen claro que con la ultraderecha no se juega, ni se le debe blanquear. Pero Ciudadanos se mueve en otros parámetros, y construye su cartografía de manera distinta.
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La ruptura
El astracán de la ruptura se inició inmediatamente después de las elecciones del 26 de mayo. Ciudadanos trazó sus líneas rojas contra el PSOE y se dispuso a iniciar sus negociaciones suicidas con el PP y con Vox.
En Barcelona la candidatura de Valls tuvo unos resultados muy inferiores a los esperados, quedando solo con seis ediles. Esquerra Republicana de Catalunya ganó en votos y obtuvo 10 concejales, igualando a la Barcelona En Comú de Ada Colau. Se abría la posibilidad de que el independentista Ernest Maragall se convirtiera en alcalde de Barcelona.
Ni Albert Rivera ni Inés Arrimadas entienden de matices en la política catalana y española, para ellos el independentismo y Barcelona en Comú son idénticos. A pesar de que, en repetidas ocasiones, la alcaldesa Ada Colau y su equipo han mostrado interés en mantener una difícil posición equidistante, lo que los ha hecho chocar con unos y con otros.
Es acá donde las dos maneras de construir la cartografía política chocaron de manera estrepitosa. Ni Albert Rivera ni Inés Arrimadas entienden de matices en la política catalana y española, para ellos el independentismo y Barcelona en Comú son idénticos. A pesar de que, en repetidas ocasiones, la alcaldesa y su equipo han mostrado su interés en mantener una difícil posición equidistante, lo que los ha hecho chocar con unos y con otros.
Manuel Valls ha mostrado que entiende de matices, que sabe hacer política hilando fino y que sabe establecer prioridades. Ante la posibilidad de que Barcelona tuviera un alcalde independentista puso los votos de los ediles electos por su candidatura a disposición de Ada Colau para que pudiera ésta repetir como alcaldesa, contando además con el apoyo del PSC.
Al tiempo que Ciudadanos consolidaba los acuerdos para entregarle el poder local al Partido Popular y la agenda de temas, junto con el marco narrativo, a la ultraderecha de Vox, decidía también romper con Valls ratificando sus líneas rojas contra todas las izquierdas, incluso las moderadas.
En ese momento Ciudadanos no sólo despreció una última oportunidad de retornar al centro de la política, acompañando a Valls en la construcción de una coalición plural, sino que perdió su conexión con la Europa liberal y democrática.
Luego de las elecciones europeas los socialistas, los populares y los liberales están estableciendo un muro de contención para defender la institucionalidad democrática y liberal que sostiene al proyecto europeo frente a la amenaza de los populismos, de los nacionalismos y de la ultraderecha. Esa cartografía es clara para Sánchez, porque se encuentra en el centro de la misma, y es clara para Valls, siendo un político europeo por encima de cualquier cosa. Pero no lo es para Rivera, y allí se encuentra la frontera de su mirada.