Pedro Benítez (ALN).- Que la biología va a retirar del poder a Raúl Castro, de 89 años, es un hecho inevitable y casi inminente, pues están circulando rumores sobre su salud. De hecho, él mismo se comprometió a entregar su cargo de primer secretario del Comité Central del Partido Comunista en 2021. También es un hecho el calamitoso estado de la economía cubana que dejará el último de los hermanos Castro. Sin embargo, el auténtico temor de la cúpula es que se desate una lucha por el poder.
Si en Granma, el diario oficial de Cuba, pensaron que con un titular y una foto de Raúl Castro se iban a aplacar los rumores sobre la salud del verdadero hombre fuerte de la isla, pues se equivocaron. Al leerse con detenimiento la nota pequeña de la primera plana del pasado 14 de octubre, se observará que la imagen es de una reunión efectuada el 6 o 7 de octubre, del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), del cual Raúl es primer secretario.
Así, empieza uno de los entretenimientos preferidos en regímenes como el que tiene Cuba: especular sobre la salud del dictador de turno. Por regla general cuando el río suena es porque piedras trae. Hay rumores y especulaciones porque efectivamente hay algo cierto, y más cuando se tienen 89 años como es el caso en cuestión.
Tal como ocurrió infinidad de veces con Fidel Castro, con los Kim en Corea del Norte, con Francisco Franco en España, y sucesivamente con Leonid Brézhnev, Yuri Andrópov y Konstantín Chernenko en la desaparecida Unión Soviética, el propio sistema comienza un juego con la salud del máximo gobernante. Desaparece del ojo público, se rumorea sobre su enfermedad y luego da señales de vida. Una y otra vez, hasta el inevitable desenlace biológico.
Es como si en las máximas alturas del poder se disfrutara al ver a todo un país en vilo por la salud del monarca.
En Cuba no hay información, y cuando no hay información abundan las especulaciones y los rumores. Las únicas noticias malas que se publican en Granma y Juventud Rebelde (no hay otros medios impresos) son las que pasan en Estados Unidos y los huracanes anuales que azotan el mar Caribe. Por lo demás, la orden en Cuba es que no pasa nada nunca.
Pero lo cierto es que sí pasa y mucho. Por un lado el país está en medio de una agudización de su precaria situación económica. En Cuba es complicado hablar de crisis económica porque no se sabe cuándo en los últimos 30 años no ha estado en crisis, pese a que durante dos de esas tres décadas su gobierno dispuso del enorme subsidio petrolero venezolano.
En estos momentos las autoridades cubanas están a punto de implementar una devaluación del peso convertible. Esto podría provocar un salto inflacionario al que la población no está acostumbrada.
La razón de esta situación es conocida. Los cada vez más menguados envíos petroleros desde Venezuela y la paralización del turismo (fundamentalmente de origen europeo) provocado por la pandemia del covid-19.
Así, el régimen comunista se está quedando sin recursos, no para darle una vida razonable a la población (algo que obviamente hace mucho le tiene sin cuidado), sino para sostener con dádivas y ventajas a su aparato político, militar y policial.
El fin del subsidio petrolero venezolano era algo previsible por lo menos desde 2013. El estrecho (y discutible) resultado electoral que le dio la presidencia a Nicolás Maduro en Venezuela ese año, fue uno de los factores que más pesaron en la decisión de Raúl Castro (presidente del Consejo de Estado y de Ministros desde 2008) de acercarse a Estados Unidos. También fue motivo para renovar sus promesas de reformas económicas.
La Cuba que dejaría Raúl Castro
Pero el hermano y sucesor de Fidel Castro hizo muy poco de lo segundo. Desde entonces han pasado siete años. Nueve desde que asumió la jefatura del partido (2011) y 12 desde que asumió la presidencia del país (2008). En todo este tiempo no se concretó ninguna reforma económica significativa. La cubana sigue siendo una economía pobre y estancada, parásita de la asistencia externa, que importa más del 60% de los alimentos que consume.
Que las autoridades cubanas (empezando por Raúl Castro) hayan visto impasibles cómo se derrumbaba la industria petrolera venezolana, mientras no hacían nada por su propio país, es una muestra de la incompetencia que las ha caracterizado por décadas.
Ahora Cuba está sin reservas de divisas, siendo esta una de las razones por las que el presidente del Consejo de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, ha anunciado la próxima desaparición de la libreta de racionamiento y la unificación cambiaria del peso convertible.
Esas medidas se dan en un contexto en el cual las colas para comprar azúcar y pan han retornado a La Habana, así como los cortes de servicio eléctrico y la escasez de combustible.
Ese es el país que deja Raúl Castro, bien sea porque la salud no lo acompañe más, bien sea porque cumpla su promesa de retirarse definitivamente del poder el año que viene.
Un país donde nada se decide sin su autorización. Las decisiones las toma él al frente del Partido Comunista y como general del Ejército. Durante 49 años fue ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.
La posición de Díaz-Canel como jefe de Estado formal del país es más bien simbólica. Su situación es parecida a la de Joaquín Balaguer cuando era presidente de la República Dominicana en 1960 pero su jefe era el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo. Una vieja costumbre de la política latinoamericana que se resume en aquella popular frase según la cual “aquí vive el presidente pero el que manda vive enfrente”.
De paso, con Raúl la biología también se va a llevar a los otros dos últimos históricos de la revolución cubana. Ramiro Valdez, de 87 años, figura clave de la inteligencia cubana y en la relación con Venezuela, y José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Partido Comunista, a punto de cumplir 90 años.
Esta auténtica gerontocracia es lo que queda del núcleo duro que alrededor de Fidel Castro (y luego de Raúl) ha dominado la isla desde 1959.
Por debajo de ellos queda una división de poderes y funciones entre los distintos grupos donde nadie sabe qué va a pasar cuando Raúl Castro no esté. ¿Qué papel tendrán sus hijos Alejandro y Mariela Castro Espín? ¿Cuál será el poder real de Díaz-Canel y los jefes militares en la nueva etapa?
Estas preguntas hoy no tienen respuestas como consecuencia del larguísimo ejercicio del poder personal por parte de Fidel Castro, y luego de su hermano, creando una situación en la cual la única fuente de legitimidad para mandar era haber bajado de la Sierra Maestra en 1959 y apellidarse Castro.