(EFE).- El Barcelona perdió la final de la Supercopa de España tras caer goleado este domingo ante el Real Madrid (4-1) en el Al-Awwal Park de Riad, en un partido en el que fue incapaz de competir ante el conjunto blanco, que le pasó por encima durante los noventa minutos.
Estas son las 5 claves de la debacle azulgrana:
1. El Barcelona aterriza en la final con diez minutos de retraso
El Real Madrid salió a por el Barcelona desde el pitido inicial y, a los diez minutos, ya ganaba por 2-0, que podían haber sido 3-0 si Iñaki Peña no hubiera reaccionado, entre los dos primeros goles de Vinicius, a un tiro de Rodrygo.
«Salimos de la peor manera a una final y eso es inadmisible. No podemos empezar un final encajando dos goles nada más empezar. Y menos en un Clásico», reconoció Xavi a la conclusión del partido.
2. El intercambio de posiciones entre Araujo y Kounde deja una autopista para el ataque blanco
Como en los últimos clásicos, Xavi puso a Araujo en el lateral derecho para frenar a Vinicius, devolviendo a Kounde al eje de la zaga.
Pero el Madrid no buscó el uno contra uno con Vini sino que atacó al espacio, con constantes intercambios de posiciones entre Vinicius y Rodrygo y la llegada de Bellingham y Valverde desde la segunda línea.
Con el central uruguayo en la banda, el Barça perdió a su mejor jugador para defender al espacio y renunciaba a la aportación ofensiva como lateral de Kounde.
Araujo, desfondado e impotente ante el vendaval del juego del Real Madrid por su banda, acabó expulsado. Y aún peor fue la actuación de Kounde, quien se dejó ganar la espalda por Vinicius en el 1-0, perdió un balón en la jugada siguiente que casi aprovecha Rodrygo para hacer el segundo y regaló al brasileño el 4-1 con un mal despeje. La de ambos fue una noche para olvidar.
3. La presión alta mal ejecutada del Barcelona y la falta de agresividad y oficio para defender
En defensa no funcionó nada, empezando por la presión tras pérdida, mal coordinada y que los de Ancelotti siempre superaron con facilidad. Además, cuando lo hacían, sus defensas y centrocampistas tenían todo el tiempo del mundo para levantar la cabeza y buscar a sus puntas para lanzar la contra.
Bellingham, Carvajal, Valverde… hasta Rüdiger se animaba a buscar a Rodrygo o Vinicius en sus desmarques de ruptura, mientras el Barcelona, indolente, perseguía sombras.
«No hemos parado carreras, no hemos hecho faltas tácticas, y ellos viven totalmente de esos balones al espacio. Y la presión alta tampoco ha sido buena», se quejaba Xavi en rueda de prensa.
4. Una posesión estéril que apenas inquietó al Madrid
El Barça volvió a ganar la batalla de la posesión (57%-43%), pero donde de verdad se ganan los partidos es en las dos áreas, y ahí el Real Madrid fue infinitamente superior.
Xavi reivindicó en la víspera el ADN Barça, la herencia de Cruyff y la necesidad de imponer su estilo, controlar el partido y dominar a su rival con el balón. Los azulgranas completaron 556 pases; los blancos, 421. Pero no sucedió nada de lo que el técnico del conjunto catalán esperaba.
Y es que el cruyffismo se convierte en una palabra vacía cuando el balón no circula a toda velocidad y no se busca constantemente la portería rival. Al final, el Barcelona tiró 7 veces a puerta; el Madrid, 9.
5. El Barcelona, un equipo sin alma ni capacidad de reacción
Los azulgranas tuvieron una leve reacción tras el 2-0. Se adueñaron del balón, bajaron las pulsaciones del choque y tuvieron unos buenos minutos, entre el disparo al larguero de Ferran Torres y el gol de volea de Lewandowski.
Solo fue un espejismo. Cuando Vinicius marcó el tercero de penalti a siete minutos de llegar al descanso, la final se acabó. «Tras el tercer gol creo que el equipo se desconectó», confesó Xavi, que desde el banquillo demostró la misma nula capacidad de reacción que sus jugadores.
El técnico catalán hizo tres cambios de golpe a la hora de juego, dando entrada a Joao Félix, Fermín y Lamine Yamal, por Pedri, Sergi Roberto y Ferran Torres. Un simple cambio de nombres que no se tradujo en nada destacable sobre la pizarra. Y ya no hizo más sustituciones en todo el partido. Ni siquiera, cuando Araujo fue expulsado pocos minutos después.
Una segunda parte en la que el Barça no mostró ni un punto de orgullo, de inconformismo ante la situación, de personalidad ni de carácter de campeón. Sencillamente, tras el descanso, no compitió.
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