Pedro Benítez (ALN).- Este miércoles 14 de diciembre se cumplió el centenario de una de las fechas más importantes de la historia de Venezuela. Ese día ocurrió el célebre reventón del pozo Barroso II. Durante varios días un chorro de 40 metros de altura y 100 mil barriles diarios bañó de petróleo a la ciudad de Cabimas en el estado Zulia y puso al mundo al tanto del descomunal potencial petrolero que se escondía en el subsuelo venezolano.
Aquel fue uno de los mayores golpes de buena suerte que nación alguna haya tenido jamás. Para expresarlo en palabras del historiador Tomas Straka, hasta ese momento la pregunta que todo gobierno venezolano se hacía ante la necesidad de hacer una carretera, levantar un edificio público o incluso armar un ejército era: ¿Con qué se paga eso? Pasarían muchos años para que algún otro se volviera a plantear la misma interrogante.
Primer exportador mundial… alguna vez
Para 1926 las exportaciones de petróleo superaron a las del café y del cacao, y en 1928 Venezuela era el primer exportador mundial. Ese brusco ascenso se vio interrumpido por la Gran Depresión económica de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial, aunque poco después del fin de ésta, en 1945, el país rápidamente se ubicó con la mayor renta per cápita de América Latina, sólo por detrás de la Argentina a la que no tardaría en superar.
Uno de los mitos más repetidos de la historia nacional venezolana consiste en afirmar que gracias al oro negreo el general Juan Vicente Gómez pacificó al país. Eso no es cierto. Para 1922 Gómez llevaba catorce años dominando a Venezuela, más tiempo continuo que ningún otro gobernante desde 1811. Lo que es más significativo si se toma en cuenta que el suyo era la continuación del régimen instaurado por antecesor y compadre Cipriano Castro en octubre de 1899. En realidad Castro y Gómez pusieron fin a las guerras civiles con la batalla de Ciudad Bolívar en julio de 1903. También se suele menospreciar el importante esfuerzo que por mejorar el país hicieron los gobiernos venezolanos del último cuarto del siglo XIX.
El petróleo paga la deuda externa
No obstante, la Venezuela de 1922 era un país bastante pobre, donde destacaba el Táchira como la región relativamente próspera gracias al cultivo del café y Maracaibo como eje de ese comercio con Europa. Un país donde la abrumadora mayoría de su población eran campesinos analfabetas, desnutridos e infectados por el paludismo.
Lo que sí es cierto es que gracias al petróleo Gómez pagó la deuda externa en 1930, librando así al país de un tema que lo atormentaba, y a partir de 1936, con el Plan de Febrero del General/Presidente Eleazar López Contreras, Venezuela entró en un rápido e intenso proceso de modernización, urbanización y continuo aumento del nivel de vida de su población que duró varias décadas. La faz del país se vio transformada gracias al petróleo y al uso (vamos destacar esto) que los venezolanos de su época hicieron de ese ingreso.
La Venezuela de los años cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado fue uno los mejores lugares del mundo para vivir, no sólo durante aquella época, sino comparado con cualquier otra en cualquier otra parte. Un país pacífico, abierto, relativamente estable, con inmensas oportunidades, cada vez más moderno, libre, democrático y sano, sin los desgarradores conflictos étnicos o religiosos que habían sumido en la tragedia a otras naciones de Europa y Asía, y cuyo crecimiento parecía no tener límites. Por varios años el primer exportador del mundo de hidrocarburos (se dice fácil) pero ubicado en las costas del mar Caribe, Venezuela se convirtió en un paraíso para centenares de miles de inmigrantes europeos y latinoamericanos.
Salto de progreso
Esto, en particular, debido a los esfuerzos encabezados por el insigne sanitarista Arnoldo Gabaldón que hicieron de Venezuela el primer país del mundo en erradicar la malaria.
No importa la fuente que se use, los datos al respecto son abrumadores sobre el gigantesco salto de progreso que dio el país en todos los órdenes junto con (y gracias a) el crecimiento de la inversión privada extranjera (estadounidense y angloholandesa) en la industria petrolera venezolana y al continuo incremento en la producción del sector. Sin exagerar, se puede decir que a mediados de los años sesenta del siglo pasado, Venezuela estaba bastante cerca de llegar a ser un país del primer mundo.
Y, sin embargo, el pensamiento político y económico predominante durante esos mismos años se empeñó en hacer sentir culpable a los venezolanos por beneficiarse de una riqueza supuestamente no trabajada. Como si explorar, perforar el subsuelo, construir un oleoducto y todas las complejas actividades industriales asociadas a la industria petrolera no existieran.
Problemas y desequilibrios
No se trata de afirmar ahora que aquel país no tuviera problemas y desequilibrios. Obviamente los tenía…como cualquier otro. Curiosamente, la condición de petroestado que cierta literatura afirma como condición suficiente para facilitar el autoritarismo no fue obstáculo para que el país ensayara sus cuarenta años de imperfecta democracia.
Pero por avatares del destino el desarrollo de la industria petrolera venezolana coincidió con la crisis del “mundo liberal” que predominó en la centuria de 1815-1914. Las dos guerras mundiales y la Gran Depresión abrieron paso en todo el planeta a ideas como el socialismo, el nacionalismo y el antiimperialismo que fueron el fundamento de lo que podemos denominar como el pensamiento petrolero venezolano del siglo XX. Un conjunto de creencias dominantes en nuestro mundo intelectual y político que se vieron reflejadas, por ejemplo, en la literatura de Rómulo Gallegos y Miguel Otero Silva que se pueden resumir así: el petróleo es un riqueza pasajera, corruptora y peligrosa al servicio de intereses foráneos.
La evaluación que se hace del petróleo en 1936 es negativa. Para el influyente Alberto Adriani el negocio petrolero estaba provocando distorsiones en la economía y contribuyendo a destruir la agricultura, que a su juicio era la verdadera riqueza del país. Por eso, proponía “sembrar el petrolero” antes de que se agotara.
El petróleo se va a agotar
Como el petróleo se va agotar, genera ganancias extraordinarias y pocos empleos, la solución que con el paso de los años se va a proponer consistirá en limitar su explotación y sacarle (por parte del Estado) la mayor renta posible. El principal exponente, sistematizador y apóstol de ese pensamiento fue Juan Pablo Pérez Alfonso.
A eso hay que agregar que desde muy temprano hubo un convencimiento muy extendido en buena parte del mundo según el cual el petróleo es un recurso estratégico que los gobiernos no podían dejar en manos del libre mercado. Así, por ejemplo, en 1913 el gobierno del Reino Unido compró la mitad de las acciones de la Anglo-Iranian Oil Company, antecesora de la British Petroleum. Además, desde los días en que la periodista Ida Tarbell publicó sus denuncias contra las prácticas de la Standard Oil Company el petróleo tenía mala prensa. Esa percepción fue reforzada en Venezuela por la manera cómo se distribuyeron las concesiones petroleras por parte de Castro y Gómez.
De modo que por una mezcla de prejuicios de carácter histórico y cultural expresados en aquello de que “los extranjeros nos vienen a robar nuestras riquezas”, y partiendo de la premisa totalmente falsa sobre el supuesto agotamiento de las reservas de petróleo del país (un recurso no renovable, se insistía continuamente), los sucesivos gobiernos venezolanos se montaron en una dinámica que consistió en limitar progresivamente la producción y en sacarle la mayor renta posible.
Menos inversión, menos petróleo
Así, una combinación de no más concesiones y mayor presión fiscal llevaron a la caída de la inversión por parte de las compañías extranjeras desde mediados de los sesenta y, por lo tanto, al colapso de la producción petrolera, que a su vez llevó a la nacionalización en 1975. La crisis que se estaba gestando fue pospuesta por el embargo petrolero árabe a Occidente de 1973 que le regaló a Venezuela un nuevo boom petrolero, pero en esa ocasión no por incremento de la producción sino del precio del barril.
No obstante, esas ideas que llevaron a limitar la inversión y la producción de la industria petrolera, así como no haber desarrollado otra fuente de riqueza alternativa, fueron la causa de fondo de la severa crisis en la que cayó Venezuela en la siguiente década. Allí, más que en ningún otro de los factores anecdóticos que se suelen citar, residió la razón por la cual el país se metió en una trampa de crisis y empobrecimiento de la que no pudo salir. Se responsabilizó a la gallina de los huevos de oro como una de las fuentes de todos los males.
En 2022 Venezuela sigue metida en la misma trampa. El otrora paraíso de inmigrantes, tiene siete millones de sus conciudadanos en la diáspora y a otros millones dentro país sobreviviendo en la miseria sobre las mayores y más inútiles reservas de petróleo del mundo, mientras no faltan las voces que siguen creando excusas para no volver a intentar aquello que hace un siglo fue exitoso.