Reinaldo Iturbe (ALN).- El rebrote de coronavirus ha obligado a Nicolás Maduro a frenar momentáneamente un esquema de flexibilización de la cuarentena que estaba orientado a detener un ciclo recesivo de siete años, pero la variante brasileña de la enfermedad acaba de frustrar los planes por ahora.
Las cifras oficiales de contagios por coronavirus en Venezuela se han disparado en las últimas dos semanas. El Poder Ejecutivo ha estado reportando contagios que en algunos casos duplican registros de meses anteriores. Cifras récord que oscilan entre 1.000 y 1.700 infectados por día, tras la llegada al país de la variante brasileña de la enfermedad. Desde China y Rusia han llegado unas 750.000 vacunas, que alcanzan para inmunizar a aproximadamente 375.000 personas en dos dosis, insuficientes para una población que podría alcanzar 25 millones, tomando como base el último censo y restando la diáspora.
Y mientras la Organización Mundial de la Salud y el gobierno venezolano terminan de concretar el acuerdo Covax (que no ha sido dinamitado), Nicolás Maduro ha ordenado el domingo una tercera semana de la cuarentena, tras ocho meses de un esquema de relajación alternado de algunos sectores prioritarios de la economía, que alcanzó su máximo apogeo en los meses de diciembre y la celebración de la temporada de Carnaval, cuando fue permitida la operación de ciertos sectores turísticos que cumplieran medidas de bioseguridad.
La carencia de conectividad aérea del país y la orden rápida de confinamiento desde mediados de marzo actuaron como mecanismos de transmisión para contener el brote. Pero con sus dos últimas comparecencias públicas Maduro ha dado por concluido el ciclo de la desescalada de la cuarentena para apretar medidas. El mandatario socialista ofreció un intercambio de petróleo por vacunas, en un marco de sanciones de Washington a Caracas que impiden al chavismo disponer de activos congelados en el exterior.
“Venezuela tiene los recursos”, dijo en una transmisión televisada, en clara referencia a las sanciones de Estados Unidos.
Pero no es el de Maduro el primer gobierno que opta por la cuarentena frente al desborde de la enfermedad. El pasado septiembre, el gabinete de Israel aprobó endurecer el confinamiento, a pesar de los coletazos en la economía causados por la crisis sanitaria:
“Nos encontramos en el momento de la verdad. La segunda ola golpea en todo el mundo y también a nosotros. En los últimos días, los expertos nos han dicho que si no tomamos medidas duras e inmediatas llegaremos a la boca del abismo. El objetivo es salvar muchas vidas en Israel”, dijo en ese entonces Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí.
Salvando las distancias de forma, Maduro ha emulado a Israel. Entre la disyuntiva de la reactivación económica (que en el caso venezolano sería de descenso del ciclo recesivo) y el confinamiento, ha preferido el confinamiento. Las condiciones sanitarias del país y las sanciones (que han golpeado a la estatal PDVSA) son el caldo de cultivo que actúa como multiplicador de la enfermedad.
La disposición de los actores internos y externos en las próximas semanas para una vacunación masiva será clave para determinar cuánto podría desacelerarse el ciclo recesivo del Producto Interno Bruto en Venezuela. Sectores comerciales buscan apalancarse financieramente en el mercado de capitales y los empresarios en general han dejado de ser actores políticos e intentan reactivar su capacidad instalada tras la apertura controlada a un esquema de circulación libre del dólar. Pero primero lo primero. Y lo primero son las vacunas.