Pedro Benítez (ALN).- El gobierno del Partido Comunista chino pretende ahora presentarse como el salvador del planeta enviando material médico y especialistas a las zonas más afectadas por la pandemia que se originó en su territorio y que se descontroló por sus propias decisiones. En esta estrategia están secundados, y no por casualidad, por Cuba y Rusia. Otra argucia es presentarse como víctima de “Occidente”; en esta ya lo acompañan el Irán de los ayatolas y la Venezuela de Nicolás Maduro. Es una operación política a gran escala donde las dictaduras pretenden lavarse la cara y que se olviden sus culpas.
Este martes la policía venezolana detuvo por unas horas a la periodista Beatriz Rodríguez, directora del diario La Verdad del estado Vargas, por informar sobre un posible caso de coronavirus en esa entidad. Aunque fue liberada quedó a la disposición de la Fiscalía. No es el primer caso, el fin de semana pasado fue privado de libertad el también periodista Darvinson Rojas, quien sigue retenido. ¿Su delito? Difundir información sobre casos de la pandemia en el país.
En Venezuela la información sobre el desarrollo del coronavirus en el territorio nacional está centralizada políticamente por la vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez y no existe una instancia sanitaria profesional que la verifique o con la cual se puedan contrastar las cifras. Estas son manejadas de manera opaca y muy celosa por los funcionarios al servicio de Nicolás Maduro. Contradecirlos o dar informaciones alternativas es rápidamente reprimido.
Que esta manera de proceder coincida con la aplicada por las autoridades comunistas chinas desde que comenzó la pandemia del coronavirus en la ciudad de Wuhan a fines del año pasado no es para nada una casualidad. Así funcionan las dictaduras.
Hoy hay buenas razones para pensar que el gobierno chino ha mentido desde el principio con este asunto, poniendo en riesgo la salud del planeta entero. Así por ejemplo, según sus cifras oficiales, la República Popular China, con 1.400 millones de habitantes, tenía 81.171 casos confirmados y 3.277 fallecidos.
Maduro usa el coronavirus como cortina de humo de la crisis en Venezuela
Italia, con 60 millones de habitantes, llevaba hasta este martes 69.176 casos y 6.820 decesos. España, con 47 millones de habitantes, reportó este miércoles 47.619 contagiados y 3.434 muertos.
A simple vista hay algo que no cuadra en estas cifras. Sin bien es verdad que en el caso de estos países se puede atribuir a las autoridades que no hayan respondido con rapidez a esta crisis, no es menos cierto que por más que China haya progresado en los últimos 40 años, su sistema de salud pública está muy lejos aún de los de Italia y España.
Las autoridades chinas no pueden atribuir una relativamente baja tasa de fallecidos a un sistema de detección temprana al estilo del aplicado en Corea del Sur, puesto que el resto del mundo supo de sus desesperadas acciones para confinar a millones de personas. Lo que todavía en diciembre pasado era una epidemia fue lo suficientemente grave como para haberlos llevado a la paralización parcial de ese gigantesco país.
Y el mundo también supo de sus esfuerzos por censurar la información con las dramáticas consecuencias que estamos observando. El régimen comunista chino fue todo lo opaco que pudo.
Hubo dos países asiáticos que por su cercanía geográfica tenían buenos motivos para dudar de la información que desde Pekín se enviaba al resto del mundo: Taiwán y Corea del Sur. Tampoco es casual que estos sean hasta ahora, junto con Japón, los ejemplos a seguir en la contención de la pandemia. Sus gobiernos partieron de una premisa: no se fiaron de las cifras ni los datos de su vecino.
Con estos antecedentes los jefes del Partido Comunista chino (que son los que gobiernan) han puesto rápidamente en ejecución una maniobra distractora en el intento de que el resto del mundo olvide su responsabilidad por haber ocultado información sobre el Covid-19 y con ello la naturaleza de su régimen político, presentándose como los salvadores del planeta, enviando material médico y especialistas a las zonas más afectadas por la pandemia.
Incluso van más allá; ahora presentan su sistema autoritario como el modelo más efectivo para controlar este tipo de situaciones.
Así la culpa de la dramática difusión del coronavirus la tendría el estilo de vida de países occidentales como Italia, España y Estados Unidos, caracterizados por la libertad de sus costumbres.
En esta ofensiva global acompañan al gobierno chino, y no por casualidad, Cuba y Rusia. Los cubanos tienen una larga experiencia en presentar su misión médica como uno de sus mejores brazos diplomáticos, logrando elogios por el supuesto avance de su medicina y ocultando lo precario y atrasado del sistema de salud pública.
La estrategia de las dictaduras
A este grupo se suman el Irán de los ayatolas y la Venezuela de Nicolás Maduro; con muchos menos recursos pero agitando otra coartada (en la que también es experto el régimen castrista): la victimización.
Los dos regímenes atribuyen todos sus males, todo lo que les sale mal, a las sanciones comerciales estadounidenses. Poco importa recordarles que los dos despilfarraron (uno más que el otro) un larguísimo boom petrolero en la megalomanía y la corrupción.
Maduro ha visto en esta pandemia una oportunidad política (tal como hicieron los hermanos Castro en Cuba por décadas) para presentarse como la víctima y que se olvide que él es el victimario.
Que en el caso particular de Venezuela su sistema de salud pública esté en el suelo, y que buena parte de sus profesionales de la medicina hayan emigrado a España, Chile y Estados Unidos, no es atribuible a ninguna perversa sanción.
Sin embargo, Maduro ha visto en esta pandemia una oportunidad política (tal como hicieron los hermanos Castro en Cuba por décadas) para presentarse como la víctima y que se olvide que él es el victimario.
Esa es la gran estrategia del club de las dictaduras mundiales. Incluso sugiriendo de manera abierta o disimulada que el Covid-19 es un arma biológica creada en algún laboratorio de Estados Unidos contra China. Es insólito, pero no será la única afirmación inverosímil que escucharemos.
Hoy Maduro, por ejemplo, se queja amargamente de las sanciones estadounidenses, a las que atribuye todos los males de Venezuela. Sin embargo, ya lo veremos ofreciendo abundante asistencia sanitaria a países como Colombia. Cuando lo anuncie, que no se atribuya eso a un cuadro de esquizofrenia. Es una estrategia fríamente calculada.