Juan Carlos Zapata (ALN).- En todos estos años, el chavismo ha dado muestras de que prefiere la destrucción de Venezuela antes que entregar el poder. La violencia es uno de los principales legados de Hugo Chávez. Con la operación del autogolpe se puso en marcha otra vez el mecanismo de la violencia. La fiscal general le ha lanzado el bote salvavidas pero la dirigencia del chavismo no quiere abordarlo. Hay una distancia entre el discurso de la oposición y la dirigencia chavista en Venezuela. La oposición denuncia un golpe de Estado, pide elecciones, liberación de los presos políticos y democracia. La dirigencia chavista habla de sangre, asegura que el “peo” -conflicto de alta intensidad- está encendido y amenaza con que cada quien se arme con un fusil Kalashnikov para defender al régimen. La oposición sale a marchar -derecho ciudadano- contra la ruptura del hilo constitucional y el Gobierno aguarda y reprime. La dirigencia opositora y la gente tienen de arma las redes sociales y la voz, las consignas, mientras que la Guardia Nacional es una maquinaria de represión como nunca antes se había visto en el país.
La crisis coloca al chavismo en el dilema de abandonar el poder
El discurso del primer vicepresidente del PSUV, partido de gobierno, Diosdado Cabello -sangre-; el discurso del exvicepresidente de la República, Aristóbulo Istúriz –“peo”-; y el del jefe nacional de los CLAP, Freddy Bernal -Kalashnikov- confirman que el Gobierno, el presidente Nicolás Maduro, el Tribunal Supremo de Justicia y el chavismo no iban y no van a recular en la operación del autogolpe consumado la semana pasada. Hacerlo es una muestra de debilidad. Y estas son las horas en las que el chavismo prefiere la violencia, prefiere la tierra arrasada a celebrar elecciones y arriesgarse a una derrota aplastante que implique la pérdida del poder.
En todos estos años, el chavismo ha dado muestras de que prefiere la destrucción del país antes que entregar el poder. Antes que cambio en la ruta económica, opta por la profundización de la crisis humanitaria. Antes que elecciones, apela al TSJ que dicta unas sentencias que rompen el hilo constitucional. Que esto ya no lo dice la oposición. Lo dijo la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz. Antes que liberar los presos políticos, prefiere la condena de los organismos regionales, la comunidad internacional, el aislamiento mundial, la suspensión de Mercosur y la OEA. Que el aislamiento es otra forma de justificar que no haya elecciones.
Doña Bárbara con Kalashnikov
La violencia es uno de los principales legados de Hugo Chávez. La democracia le abrió el camino de alcanzar la Presidencia de la República con los votos pero jamás abandonó el discurso violento ni la violencia, colocando al país al borde de la confrontación, del “peo”, pues. Con el chavismo la violencia ha alcanzado expresiones y niveles sin antecedentes. Colectivos armados, grupos guerrilleros, mafias, narcotráfico, delincuencia y represión policial y militar. En el chavismo se compite por quién pronuncia el discurso más violento, tal como sucedió este jueves en la tarima en la que llevaban la voz Cabello, Bernal e Istúriz. Es Doña Bárbara con Kalashnikov, con el perdón de Rómulo Gallegos.
Pero ojo. Chávez contó con la bonanza más abundante en más de un siglo de petróleo y los recursos -burbuja de consumo, corrupción, clientelismo, etc.- operaron como instrumento de contención y letargo de diversos sectores de la sociedad, incluyendo el chavismo violento, al que administraba y usaba a su antojo, cuando le convenía. Ahora se acabaron los recursos, dilapidados por Chávez y Maduro, por el chavismo en el poder. Lo que quedó es la crisis. El otro legado de Hugo Chávez, llevado al extremo por Maduro.
El chavismo prefiere la violencia, prefiere la tierra arrasada a celebrar elecciones
La crisis coloca al chavismo en el dilema de abandonar el poder. El primer aviso fue la derrota en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015. Desde entonces no hay encuesta que no diga lo siguiente: El chavismo no gana otras elecciones. De allí que se opte por el autogolpe. Y de allí que se opte por la violencia, que es una fórmula que le funcionó a Chávez y le ha funcionado a Maduro. Solo que en esta ocasión varios factores operan en contra: La oposición está unida en el objetivo de las elecciones y en la denuncia del golpe de Estado. La oposición cuenta con una bandera incuestionable, que en Venezuela se impuso una dictadura. La comunidad internacional pasó del nivel de alerta a las acciones, dada la convicción de que en Venezuela no hay separación de poderes y si tampoco se celebran elecciones, pues no hay democracia. La oposición, el pueblo y el mundo cuentan con la opinión de la fiscal general sobre la ruptura constitucional. Y este no es un detalle. Porque ante el discurso violento de la dirigencia violenta, la racionalidad de la fiscal es una advertencia lanzada a tiempo; pero a tiempo si es escuchada y tomada en cuenta, que hasta hoy no parece ser el caso. La fiscal les lanzó el bote salvavidas de la rectificación pero los otros no quieren abordarlo, pese a que están convencidos de que la fiscal actuó apegada a lo que le dicta la conciencia, que es lo que más les duele. Al menos es lo que me dijo anoche una fuente vinculada al mismísimo Palacio de Miraflores: “La fiscal lo hizo por convicción moral”. Pero tampoco. El chavismo en el poder no quiere saber de moral. Mejor opta por la violencia para seguir atrincherado en el poder.