Pedro Benítez (ALN).- Prácticamente todos los elementos que explican el actual drama de la oposición venezolana se pueden ubicar en los 13 kilómetros cuadrados del municipio Chacao del estado Miranda.
Desde que Irene Sáenz fue elegida su alcaldesa en 1992, ha sido un municipio sobrevalorado en la política venezolana. Considerado el más rico del país, a lo largo de la etapa chavista ha sido (según algunos ya no es) el bastión de la oposición venezolana dentro del área metropolitana de Caracas.
Incluso, durante la época más intensa de polarización nacional hubo un acuerdo tácito según el cual la oposición no le disputaba el oeste de la ciudad al oficialismo y éste no se metía en su “territorio”. Catia para mí (el pueblo), Altamira para ti (los escuálidos). La oposición podía hacer concentraciones masivas en su lado, pero que ni se le ocurriera pasar al otro porque cualquier movilización era disuelta a tiros.
Eso podría explicar (en parte) la continua apatía que tuvo la dirección política opositora por intentar disputar con cierto interés el control que el chavismo ha ejercido de manera continua desde el año 2000 de la alcaldía del municipio de Libertador de Caracas, el más poblado del área metropolita y sede de los poderes públicos nacionales. Todo lo que hay que hacer para no ganarlo lo ha hecho.
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No obstante, era de tal magnitud el rechazo de la población de Caracas al Gobierno nacional que en diciembre de 2015 la oposición (la MUD) ganó todos los circuitos y parroquias del municipio Libertador, demostrando, por cierto, que cuando se tienen los votos se derrota al chavismo así la presidenta del CNE sea Tibisay Lucena.
Chacao, de bastión opositor a centro de disputas
Sin embargo, y de manera bastante curiosa, a medida que la fiebre chavista se fue disipando y perdiendo apoyo popular, el otro lado de la ciudad, fundamentalmente Chacao, pasó de ser bastión a centro de las disputas internas de la oposición. Radicales contra moderados, «salidistas» versus «colaboracionistas», «leopoldistas» contra «caprilistas».
El Gobierno usó las protestas de los años 2014 y 2017 para meterle más veneno a las divisiones internas de la oposición (alimentada por ciertas aspiraciones personales) colocando a los alcaldes opositores en una situación muy difícil y a continuación destituyendo ilegalmente a quienes habían sido electos democráticamente, y en algunas casos de manera abrumadora.
El colofón de esa dinámica fue la línea abstencionista que se asumió a partir de diciembre de ese último año. Porque lo cierto del caso es que la elección (y reelección) de Gustavo Duque como alcalde de Chacao y el surgimiento de Fuerza Vecinal (grupo político en el que, según todo indica, los escrúpulos no se encuentran entre sus virtudes) son consecuencia directa de una decisión tomada por la dirección política de los partidos nacionales, que se dejaron chantajear por la campaña abstencionista con el argumento según el cual: “no habrá salida electoral”.
La detención en Chacao
Pues bien, errar es de humanos, a cualquiera le pasa, el problema es no querer rectificar, o hacerlo a medias y sin dar explicaciones.
La detención de 9 jóvenes activistas del partido Voluntad Popular el 7 de junio pasado por parte de la policía municipal de Chacao ha terminado en un nuevo capítulo de la interminable diatriba opositora que se desarrolla por Twitter y los grupos de WhatsApp, con algunos (no todos) dirigentes opositores más pendientes de cobrar facturas entre ellos que enfocados en construir una alternativa de poder real que desaloje a Nicolás Maduro de Miraflores en 2024. En realidad, las anunciadas primarias son para eso, pero este es otro tema.
Gustavo Duque ha dado explicaciones que no han resultado muy convincentes, puesto que grafitear (sic) una pared puede ser una falta contra urbanidad pero jamás un delito que implique terminar recluido en la sede de Inteligencia Militar e imputado judicialmente como, según se informa, ha ocurrido con cuatro de los jóvenes detenidos. Pero por otra parte, todos los que conocen la política venezolana son conscientes de que él como alcalde no puede negarse a entregarle un detenido a la Policía Nacional (PNB). A menos que se pretenda que él mismo le entregue todo su municipio al Gobierno nacional.
Recordemos, los votos que recogieron Duque y su partido son de opositores, no de chavistas.
El dilema de la oposición venezolana
Ese es el terrible dilema que tiene (no él y Fuerza Vecinal sino) todo el campo democrático venezolano. ¿Cómo lidiar pacífica y cívicamente con un régimen que se regodea en su propia arbitrariedad?. Hay que agregar que nadie tiene la respuesta definitiva.
Pero por el contrario, esta situación se ha prestado para desatar una campaña en las redes sociales donde las ya conocidas acusaciones contra el “colaboracionismo” abundan. Y detrás de la cual hay el objetivo y propósito final de promover la abstención electoral con el nuevo argumento: “votar no sirve de nada. Miren lo que pasó en Chacao”.
Como buen oportunista (aspecto fundamental en la política) el Gobierno va a la caza de cualquier circunstancia que pueda aprovechar para sus propósitos. En este caso en concreto mata varios pájaros de un solo tiro:
1) Le pone freno a la expansión del grupo político que se estaba consolidando como la primera alternativa opositora en el segundo estado del país.
2) Golpea a Voluntad Popular, a quien considera su principal enemigo. De paso intenta evitar (inútilmente, por cierto) que en el imaginario colectivo se consolide el recuerdo de la represión a las protestas del año 2017 y previene que se desate un nuevo foco.
3) Le mete más veneno a las disputas y peleas dentro de la oposición.
El plan para dividir a la oposición
Esto último es parte esencial del plan maestro de Nicolás Maduro orientado a que la oposición venezolana siga dispersa, dividida, enfrentada y; por encima de todo, atrapada en la abstención electoral. Él necesita que algunos partidos y dirigentes opositores participen en el nuevo ciclo electoral, pero que la mayoría no vote. La campaña abstencionista según la cual “sin condiciones no votamos” y “votar no sirve de nada porque la oposición está vendida” es objetivamente su aliada.
En unas circunstancias que ya de suyo son bien cuesta arriba por la naturaleza del régimen político imperante en el país; la oposición (esta y cualquiera otra en su misma situación) necesita unirse en un mismo propósito. Dejar de lado (aunque sea por un ratico) todas sus diferencias y disputas acumuladas. Atraer a un sector del propio régimen sin el cual nunca habrá cambio político en Venezuela. Decir esto es demasiado obvio como para que no se entienda.
Si toda la energía y el debate opositor venezolano se sigue drenando en discutir quién es más vendido, traidor, colaboracionista y alacrán (todos los años surge un término nuevo) pues podemos firmar hoy que Maduro seguirá siendo presidente de la República Bolivariana hasta el 2030 y más allá.