Antonio José Chinchetru (ALN).- El vicesecretario de Estudios y Programas del PP de Cataluña, Juan Milián, no es un político al uso. Es un respetado experto en comunicación política y escritor de varios ensayos sobre temas tan variados como el liderazgo, la figura del ex primer ministro británico David Cameron y el desafío independentista que ha fracturado la región española en la que ha sido diputado autonómico. Sobre esto último ha conversado con ALnavío.
Juan Milián fue miembro del Parlamento autonómico catalán durante la pasada legislatura y ocupa el cargo de vicesecretario de Estudios y Programas del Partido Popular (PP) de Cataluña desde 2015. Sin embargo, lleva implicado en política muchos más años. Durante un largo tiempo fue lo que en España se conoce como un fontanero, un estratega que trabaja a la sombra de los principales líderes diseñando líneas de actuación. Es experto en comunicación política y autor de los libros Los nuevos liderazgos políticos, Es la hora. David Cameron y El acuerdo del Seny. Superar el nacionalismo desde la libertad.
Desde su escaño en el Parlamento de Cataluña ha sido testigo de excepción del desafío independentista. A eso se suma su profunda formación académica intelectual, que le permite hacer un análisis que va mucho más allá del propio de un político puro. Ha hablado con ALnavío sobre los acontecimientos vividos en su región.
– Usted vivió como diputado autonómico la convocatoria del referéndum ilegal del 1 de octubre y la proclamación de la república catalana. ¿Cómo se ha llegado a un punto en el que una institución democrática viole las leyes en las que fundamenta su legitimidad?
“En sus inicios, el procés era más un relato para mantener la tensión y el poder que un auténtico proceso político hacia la independencia”
– Degenerando. En sus inicios, el procés era más un relato para mantener la tensión y el poder que un auténtico proceso político hacia la independencia. Sin embargo, el lenguaje de ese relato contenía la semilla de la discordia actual. Por un lado, se jugaba a la confusión sobre el propio proyecto usando conceptos que podían significarlo todo ante sus seguidores o nada ante un juez. Pero, por otro, se iban degradando conceptos fundamentales para la convivencia democrática. Se relativizó la importancia del Estado de derecho y se justificó la desobediencia. La democracia representativa se sometió al “clamor del pueblo”.
El pluralismo, siempre molesto para el nacionalismo, dejó de ser un valor. Y, así, acabaron usando un lenguaje despectivo hacia el que piensa diferente. Diputados de Junts pel Sí –la coalición independentista formada por Esquerra Republicana de Catalunya y el actual Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT)– llegaron a calificar a los no independentistas de “súbditos” o “carroña”. No sólo se nos hurtaba la consideración de ciudadanos catalanes, sino que se caminaba peligrosamente hacia la deshumanización del adversario. Llegados a este punto, cuando los líderes políticos usan un lenguaje tan radical, sus seguidores acaban exigiéndoles que actúen en consecuencia.
El proceso no podía estirarse más y la fragmentación y la falta de liderazgo en el bloque separatista les empujaban más hacia una actuación insensata que hacia la responsabilidad. Posiblemente en algunos momentos de lucidez Carles Puigdemont entendió que el bien común exigía la convocatoria de elecciones, pero pudo más el miedo a ser considerado un traidor por los suyos, y acabó llevando las instituciones políticas al margen de la ley y a la sociedad catalana a sufrir el otoño más oscuro de nuestras vidas.
Cataluña, una sociedad rota
– ¿Son las consecuencias económicas las más graves que tiene el desafío independentista para Cataluña?
– El éxodo de las empresas, la caída del empleo, del turismo y del consumo nos han demostrado que el separatismo es un mal negocio para los catalanes. No obstante, el daño es más profundo a nivel social. Hay una herida que habrá que curar y no será fácil. El nacionalismo hablaba de un problema entre Cataluña y España, pero este planteamiento ignoraba la realidad plural catalana. El problema ha sido y es principalmente entre catalanes. El conflicto es entre el nacionalismo y la libertad. Entre aquellos que quieren convertir Cataluña en una sociedad cerrada y los que queremos que vuelva a ser una sociedad abierta.
Me temo que actualmente es una sociedad rota. Y eso tiene un impacto en la vida diaria de las personas. El discurso político ha totalizado nuestras vidas, nuestras relaciones familiares y laborales. Creo que muchos hubiéramos agradecido no tener Whatsapp aquellos días de octubre. La Historia, en mayúscula, se ha hecho demasiado presente incluso en los detalles más insignificantes de nuestra cotidianeidad. Deberíamos aprender una lección que nos evite un regreso al borde del abismo: la democracia, la libertad y la convivencia son algo demasiado delicado y requieren de unas virtudes cívicas que debemos cultivar. Ahora tenemos la responsabilidad de recuperar todo lo que el procés ha desgastado o roto.
🎥🎥 Un minuto sobre la moción nacionalista contra la libertad de prensa en Cataluña 👇 pic.twitter.com/oZe8iAtmhM
— Juan Milián (@JuanMilian) 30 de junio de 2017
– Lo ocurrido tras el 1 de octubre demuestra que el mensaje que enviaban los dirigentes independentistas no respondía a la realidad: se han ido empresas y ningún país europeo ha reconocido la república catalana, por ejemplo. A pesar de ello, el separatismo sigue teniendo mucho apoyo. ¿Cómo es posible?
“Los políticos separatistas han promovido la presión social contra el que piensa o siente diferente”
– En Cataluña siempre ha habido una parte del independentismo que es vocacional. Simplificando, creen que Cataluña es una nación y que los límites de toda nación deben coincidir con las fronteras de un Estado. Es algo profundamente sentimental. No se sienten españoles y posiblemente no se sentirán nunca, pero estamos hablando de una minoría, ruidosa quizá, pero minoría. Sin embargo, con la crisis económica hemos visto un nuevo independentismo, que no es vocacional, sino el síntoma de que algo no funcionaba. Es curioso observar cómo las líneas del desempleo y del apoyo al separatismo son prácticamente paralelas. Este es el independentismo que podría desmovilizarse o cambiar de opción política ante las evidencias del engaño. Es ahí donde hay que trabajar.
Tras el desastre del procés, necesitamos una doble reconciliación: entre los catalanes y el resto de los españoles, pero también entre catalanes. Y seguramente los independentistas ‘vocacionales’ no querrán esta reconciliación, pero estoy seguro de que es posible con la mayoría de catalanes. Si hay un sentimiento transversal en Cataluña es el hartazgo provocado por el procés y un proyecto de reconciliación no sólo es necesario, sino que puede ser seductor y atractivo.
– Usted es experto en comunicación política. ¿Por qué es tan efectiva la que realizan los partidos independentistas?
– Por un lado, han dispuesto de potentes instrumentos para propagar su relato: una administración pública y unos medios de comunicación completamente volcados a su causa. Y, por otro, han sabido aprovechar un fenómeno que sufrimos en todo Occidente, el populismo. Éste ha recogido en cada país o región un sustrato cultural latente y lo ha transformado en un discurso político contra algo o alguien. En momentos difíciles o de gran complejidad, el simplismo y el atribuirle todas las culpas a otro resulta comunicativamente más eficaz que plantear reformas institucionales, entre otras razones, porque ofrece la gran comodidad psicológica de formar parte de un grupo.
La ‘espiral del silencio’ independentista
– Cuando desde el independentismo se negaba la existencia de amplios sectores de la sociedad catalana que se sienten españoles, ¿se mentía de forma deliberada o realmente se lo creían?
– Posiblemente los políticos separatistas mentían deliberadamente y una mayoría de sus seguidores lo ha creído. La estrategia independentista era clara, la de consolidar una espiral del silencio. Decía (Alexis de) Tocqueville que las personas tememos más la marginación que el error. Los políticos separatistas lo saben y han promovido la presión social contra el que piensa o siente diferente, haciéndole creer que estaba en minoría. El nacionalismo ha sido una corrección política que llevaba al discrepante a una difícil posición social.
Sin embargo, se fue tan lejos que, al final, el separatismo chocó con la realidad plural catalana. Si algo bueno tiene el procés, es que al final una gran parte de catalanes hemos dicho basta ya. Hasta aquí hemos llegado. Eran catalanes que se sentían, de alguna manera, ignorados por las propias instituciones catalanas y que con el procés no sólo se han sentido ignorados sino también despreciados.
“La izquierda ha tardado demasiado en darse cuenta de que el independentismo suponía un desafío real a nuestra democracia”
Tras la manifestación del 8 de octubre muchos catalanes que también se sienten españoles sintieron que no estaban solos. La espiral del silencio se quebró con una reacción no revanchista, a pesar de los insultos o del daño económico provocado por el procés. La respuesta ha sido tranquila, pacífica y con voluntad reconciliadora. Obviamente no habrá reconciliación sin justicia, sin que aquellos que han vulnerado la ley de manera consciente, y a veces con prepotencia, paguen por su irresponsabilidad. Pero creo que hay un potente y mayoritario sentimiento favorable a la reconciliación social o, al menos, hacia la coexistencia pacífica como un primer paso.
– ¿Ha tardado demasiado el constitucionalismo en ponerse de acuerdo para hacer frente al independentismo?
– La izquierda ha tardado demasiado en darse cuenta de que el independentismo suponía un desafío real a nuestra democracia, un desafío que exigía un mayor entendimiento entre los partidos constitucionalistas. No digo que se tenga que aparcar los debates ideológicos, pero la situación nos exige mantener y fortalecer aquel espíritu de los plenos de septiembre en el Parlament. Cuando los partidos independentistas se cargaron la Constitución, el Estatut y nuestros derechos como representantes del pueblo ante la mirada atónita de todo el mundo, los partidos constitucionalistas supimos trabajar unidos para defender el Estado de derecho y la democracia con una gran dignidad. Ese espíritu debería haber aparecido antes, pero, sea como sea, deberíamos incorporarlo de manera definitiva a nuestra cultura política.
– ¿Qué parte de responsabilidad tiene Podemos en lo ocurrido en Cataluña?
“Podemos está actuando como un caballo de Troya del separatismo catalán”
– Están actuando como un caballo de Troya. Dicen que están en contra tanto de la declaración de independencia como de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, pero resulta que en Cataluña siempre se manifiestan con los de la declaración de independencia y en Madrid recurren la aplicación del 155, incluso en un momento en el que los partidos independentistas lo asumieron al presentarse a las elecciones convocadas por el gobierno del Partido Popular. En cierta manera, el discurso de Podemos ayuda a legitimar las trampas del separatismo.