(EFE).- Casi 10.000 venezolanos han intentado entrar sin éxito en Guatemala durante 2022 como parte de su trayecto hacia Estados Unidos, en una ruta plagada de robos y dolor, pero que resulta trascendental para llegar al ‘sueño americano’.
Es el caso de Marjorie Vásquez, una venezolana de 36 años que cruzó esta semana la frontera de Guatemala a México junto a su esposo y tres hijos.
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«Llevamos un mes de travesía. Fueron cinco días y medio en la selva (del Darién)», contó Marjorie a Efe en la frontera de Tecún Umán del municipio de Ayutla, en el departamento (provincia) de San Marcos, unos 250 kilómetros al oeste de la Ciudad de Guatemala.
Vásquez y su familia han recorrido 4.000 kilómetros en 30 días partiendo desde Iquique, la ciudad chilena en la que vivieron cinco años desde que salieron de Venezuela por su inestabilidad económica.
Los cinco han cruzado prácticamente casi toda América, incluida una semana en la selva del Darién en Panamá, donde durmieron a la intemperie dos noches y sobrevivieron pese a la escasez de alimento.
Además, en Guatemala tuvieron que enfrentarse a transportistas que aumentaron los precios del pasaje por transporte al saber que eran extranjeros.
La familia de Vásquez, al igual que miles de migrantes venezolanos, están esperanzados en las palabras del presidente estadounidense, Joe Biden, quien dijo a mediados de este mes que los venezolanos, nicaragüenses y cubanos probablemente no serán deportados a sus países natales.
LOS OBSTÁCULOS DEL CAMINO
Varios migrantes venezolanos que transitan por Ayutla, antes de ingresar a México, coincidieron en que el tramo más duro del camino fue cruzar la región del Darién.
Otros aseguraron a Efe que las fuerzas de seguridad de Guatemala les despojaron de su efectivo para dejarlos seguir su ruta y algunos fueron atacados por asaltantes en su paso por la capital del país centroamericano.
“La policía de Guatemala nos detuvo dos veces y nos regresaron, pero en el tercer intento en la madrugada logramos pasar”, dijo a Efe Edgar, un militar venezolano de 32 años que descansaba en Ayutla esta semana mientras reunía dinero para cruzar a México y continuar el camino.
Justamente el pasado fin de semana casi un millar de personas, muchos de ellos venezolanos, intentaron entrar sin éxito a Guatemala desde Honduras, pero las autoridades migratorias guatemaltecas detuvieron su paso.
Los venezolanos que sí logran llegar a Ayutla piden dinero en las calles o esperan una transferencia bancaria de sus familias para poder pagar una balsa y cruzar al lado mexicano del río Suchiate.
Mientras tanto, se refugian en la «Casa Sin Fronteras», un albergue administrado por misioneros católicos scalabrinianos que desde hace tres meses reciben una media de 120 migrantes cada noche, la mayoría venezolanos.
«Los migrantes se exponen a tantos riesgos por necesidad y no por placer. Están obligados a arriesgar sus vidas y las de sus hijos, aunque sean niños en brazos», contó a Efe en Ayutla el sacerdote Percy Cervera, director del albergue.
Cervera detalló que en 2021 recibieron 5.000 migrantes, mientras que durante los primeros nueves meses de este año ya han atendido a más de 9.000 personas y al menos un 40% de ellos son venezolanos.
La «Casa del Migrante», como también se le llama al refugio administrado por Cervera, tiene capacidad para atender a 80 personas cada noche, pero desde hace unos tres meses la cifra sube en ocasiones hasta a 150 o 200 por día, lo que ha provocado una fuerte demanda de alimentos y productos de higiene personal.