Daniel Gómez León (ALN).- La muerte arrebató antes de tiempo al padre a y a la esposa. Ahora Slim devuelve el golpe con la inmortalidad de su apellido. Los hijos, Carlos, Marco Antonio y Patricio, ocupan puestos de relevancia en las empresas clave del imperio.
“Don Carlos ha muerto”. El eco de esa frase dibujaba la sombra de la parca en los pasillos de un hospital de Houston. Era 1997 y el corazón de Slim no quería seguir latiendo a causa de un derrame. Hasta en tres ocasiones paró su percusión. No hubo una cuarta gracias a los médicos, quienes consiguieron mantenerle con vida.
Algo cambió en Carlos Slim a partir de entonces. No fue su voracidad empresarial. Las recomendaciones clínicas le pedían un respiro que jamás tomó. Los tres meses siguientes a la operación los pasó en una cama que se tornó en oficina. Allí, además de familiares, le acompañaban grupos de asesores a quienes dictaba órdenes para sus negocios.
Lo que sí invadió la cabeza de Slim fue una idea de continuidad. Sabía que no se iba a librar de la muerte, pero sí podía hacerlo su apellido. Tenía seis hijos; tres varones y tres mujeres a quienes debía repartirles el legado.
Sobre los hombres recayó toda la responsabilidad empresarial. Ellos se harían cargo del dinero. Carlos, el primogénito, tomaba los mandos en el gigante de las telecomunicaciones América Móvil. Del grupo financiero Inbursa se hacía cargo Marco Antonio. Y el más joven de los tres, Patricio, sucedería al padre dentro del conglomerado que aúna los principales negocios del imperio, el Grupo Carso.
El magnate mexicano acumula más de 64 mil millones de euros en bienes / Foto: EFE
Las tres hijas continuarían la herencia social y cultural emprendida por Slim. Soumaya es la vicepresidenta del museo en honor a su madre, con quien comparte nombre. Vanessa encabeza los programas de bienestar social de las fundaciones Carlos Slim y Carso, y Johanna los destinados a educación.
Una libreta de oro puro
Carlos Slim acumula más de 64 mil millones de euros en bienes. Dicha fortuna le supone el odio y la envidia de muchos compatriotas que se preguntan incrédulos cómo una persona puede tener tanto y otros tantos tan poco. Otros simplemente le admiran. Se sienten orgullosos de que un mexicano forme parte de las listas de empresarios más ricos del mundo y también agradecidos: su actividad genera más de 200 mil puestos de empleo en México.
Slim es el reflejo de un país marcado por una tremenda desigualdad, donde el ascenso estamental se antoja complicado. Nació en el seno de una familia con recursos, el 28 de enero 1940. Fue el quinto de los seis hijos que tuvo el matrimonio formado por Julián Slim y Linda Helú.
Slim portaba con chequera y cuaderno de finanzas que delataban el empresario de éxito que es hoy
Desde bien pequeño cargaba con una libreta que servía de cuaderno de finanzas. Sus páginas amarillentas atadas con liga delataban un futuro empresario. En las hojas: letras, números y símbolos balanceaban las cuentas de un chico de doce años que comercializaba con golosinas, invertía en bonos del estado y poseía una cuenta propia de cheques.
Amarillas y desgastadas hojas con más valor que el oro puro. Digna de una subasta multimillonaria. Detalles de los resultados de un niño que no imaginaba que hoy día fuese una de las personas más ricas del planeta. De ahí el incalculable valor de la libreta de Slim, la cual, todavía conserva y muestra cuando tiene ocasión.
El padre nunca celebró sus triunfos
Para Slim, el padre siempre fue un referente. Don Julián, de humildes raíces, dio con una oportunidad para triunfar en el casi inmóvil México. Libanés de nacimiento, huyó al país americano para no ser reclutado por el ejército del Imperio Otomano. Tenía quince años y no dominaba el español. Era 1902 y la única suerte que le acompañaba era que en el atracadero del buque le esperaban sus hermanos, quienes, desde 1893, habían escapado de Líbano.
Los primeros años fueron duros. Tenía mucho que trabajar y un idioma que aprender. Salvados estos obstáculos y con algo de dinero en los bolsillos marchó de Tamaulipas a Ciudad de México junto a su hermano José, con quien abrió una mercería: “La estrella de Oriente”. En 1914, en plena Revolución Mexicana, José marchaba hacia Líbano y Julián se hacía con el 100% de la empresa. Todo un acierto quedarse pues esta prosperó como nunca.
En esa mercería, danzando entre telas y botones, Carlos Slim aprendió las mañas del oficio de comerciante. El arte de seducir en una negociación, el control de los números y el inventariado, saber cuáles hilos conducen al poder… Cultivó esas dotes al lado don Julián, pero le quedó la pena de no poder mostrárselas en vida. El padre falleció cuando tenía doce años.
Donald Trump nunca consiguió ser más rico que Carlos Slim / Foto: Wikimedia Commons
Si “La estrella de Oriente” era un negocio rentable y seguro, no era comparable a lo que llegaría a conseguir. Carlos Slim obtuvo la licenciatura de ingeniero civil en la Universidad Nacional de México. Allí, a la vez de estudiante fue profesor, pues poseía una mente brillante para los números y las matemáticas. Esta dosis de ingenio la sumó a su habilidad negociadora para convertirse en un empresario imparable.
Al igual que hizo el padre con la mercería durante la Revolución, aprovechó un momento convulso para prosperar. Fue en los ochenta, cuando México vivía una crisis de deuda. Entonces confió en activos bajos de precio a los que supo sacarles rentabilidad. De aquellos movimientos nació el Grupo Carso (1980), un aglutinado empresarial basado en la industria y la construcción. También lanzó la sociedad financiera Inbursa, la cual, a través de subsidiarias incluye servicios de banco, aseguradoras e inversión.
Carlos Slim asesta el golpe definitivo en los noventa. Telmex era una operadora que controlaba la telefonía de casi todo México. Una especie de monopolio público del que también tuvo que deshacerse el gobierno. Por tanto, era una oportunidad única para que Slim se consolidara y pudiese tener miras más ambiciosas. Se hizo con la teleoperadora en 1991. Ésta luego terminaría convirtiéndose en América Móvil, el gigante que lo propulsó a los primeros puestos de las listas de hombres más ricos del mundo.
Lo que tocaba lo convertía en oro. Véase la operación ejecutada en Apple en 1997. Se hizo con un 3% de la empresa cuando cada acción estaba valorada en diecisiete dólares, un año después éstas se multiplicaron por cinco y las por cien dólares cada una.
El magnate controla las firmas españolas del Real Oviedo, Realia y FCC
La sombra de Carlos Slim también asoma por España. En 2012 se hizo cargo del Real Oviedo, un club de fútbol que vivía momentos críticos y tras una inyección de más de 11 millones de euros está recuperando el tino en la liga española.
La vivienda, un nicho que tras la última crisis económica parecía destinado a la sepultura, es otra apuesta del magnate en el país. A principios de 2015 tomó cargo en la inmobiliaria Realia, la cual ya construye viviendas con él como director. De hecho, antes de que arrancara el verano de 2016, consiguió hacerse con un 30% de la empresa. Asimismo, el primer accionista de la inmobiliaria es el grupo constructor FCC, también propiedad de Slim.
El magnate cayó en el lugar idóneo para gestar su fortuna. México es un país de clases donde moverse con cautela e inteligencia permite mantener el estatus. Si encima se consigue agradar a los poderosos, el ascenso está asegurado. Prueba de ello es la privatización de Telmex. Muchos comentan que Carlos Salinas, presidente por aquel entonces, arregló la venta de la empresa para Slim. Lo cierto es que la actual América Móvil nunca ha tenido rival. Hasta hoy, con Enrique Peña Nieto como presidente.
La presente ley antimonopolio, aprobada en abril de 2014, sí asegura la competencia. Cosa que el gigante de las telecomunicaciones de Slim, tras veinte años de exclusividad, está acusando. Vigente esta nueva norma, la inmersión de la estadounidense AT&T fue inmediata, pasando a ofrecer tarifas telefónicas más asequibles. Con el nuevo rival América Móvil ha ido perdiendo peso y clientes, así como Carlos Slim 20 mil millones de euros.
A golpes con Trump
La elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos también le ha pasado factura. Perdió cinco mil millones nada más conocerse los resultados por la caída del peso en doce puntos.
Aunque el grueso del imperio de Slim se asiente en México, tiene empresas operando en terreno estadounidense. La relación entre ambos magnates siempre ha sido tensa. Trump nunca ha digerido que un mexicano fuese más rico que él y Slim se ha aprovechado de esa envidia para desprestigiarle. Una semana antes de las elecciones, en la reunión de empresarios del Círculo de Montevideo, declaró que, de ser presidente, destrozaría la economía de Estados Unidos
No obstante, lo que para Carlos Slim era “muy poco probable” es ahora es una realidad. No tuvo en política la misma agudeza que en economía. Trump sigue sin ser más rico que él, pero desde el despacho de la Casa Blanca sí que es más poderoso, por lo que uno de los negocios clave del magnate mexicano en Estados Unidos, el periódico The New York Times, de quien es máximo accionista, puede verse debilitado.
A pesar de las turbulencias, se trata de un susto casi inapreciable en la trayectoria de Slim. El dinero del magnate siempre ha estado en continuo movimiento. Beneficio luego inversión, esa es la dinámica. Diversificar también es básico. Solo en México posee más de 180 empresas inmersas en hostelería, telecomunicaciones, construcción, tabaco, deporte, arte, ocio, etc. Un sinfín de sectores que le permite tener una economía flexible e independiente.
En la organización de las empresas se atisba otro punto clave. Los niveles jerárquicos son mínimos, por lo que existen pocos atascos burocráticos y las órdenes se ejecutan de manera rápida y directa.
Carlos Slim levantó el Museo Soumaya en honor a su fallecida esposa / Foto: Raystormxc
De Slim también se sabe que es un ahorrador nato. No derrocha un peso en extravagancias. Cualidad que repercute positivamente en imagen, pues no enerva a los suyos poseyendo lujosas mansiones o ruidosos deportivos. Simplemente se adapta a lo que necesita.
La familia por delante de todo
Carlos Slim vive en Ciudad de México, en una casa que poco tiene que ver con la que lucen millonarios de su mismo estatus. Es elegante y amplia, pero no sobra un hueco. Es justa para la familia que crio junto a Soumaya Domit, con quien tuvo seis hijos. En ese hogar todas las habitaciones procuran al salón. Ahí nadie ignora la vida del resto y el clima que se respira es de unión.
Un duro palo para el magnate mexicano fue el día en que perdió a la esposa por un fallo renal. Ella, como promotora cultural, había despertado en Slim ese lado artístico que suele olvidarse entre números y porcentajes. Por eso cuando falleció montó un museo en su honor: el Museo Soumaya, el cual alberga obras de Salvador Dalí, Sandro Botticelli, así como de arte colonial sudamericano. En la actualidad es considerado uno de los más importantes del mundo.
Slim se mortifica muchas veces pensando que de haber muerto él en aquel hospital de Houston no lo hubiera hecho Soumaya. Pero las normas de la parca se escapan de su control. Don Carlos puede dormir tranquilo sabiendo que brindó a su esposa amante del arte un lugar donde ser eterna. También que el imperio construido seguirá llevando el apellido Slim. Y lo más importante: las habitaciones de su casona permanecerán llenas. Seis hijos y dieciocho nietos dan para mucho.