(EFE).- El terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos, cerró este jueves su ciclo judicial en Francia con una nueva condena a cadena perpetua, al tiempo que pidió a su país de origen que reclame su entrega para cumplir allí las penas.
Tras escuchar sereno la condena, la tercera contra él a la máxima pena en Francia, esta vez por un atentado con granada cometido en 1974 en una galería comercial de París en el que murieron dos personas y 34 resultaron heridas, hizo saber a través de su abogada que no tiene intención de apelar.
De esta forma, explicó la letrada Isabelle Coutant-Peyre, se pone fin a su periplo judicial, lo que abre la puerta a un posible traslado a Venezuela.
Para ello, debe ser Caracas quien haga la petición, que París debe aceptar y en las negociaciones entre ambos se establecerían las condiciones de cumplimiento de la pena.
La letrada no excluye que, incluso, su cliente pueda ser puesto en libertad en Venezuela, ya que supera los 27 años entre rejas, todos desde que fue detenido por los servicios secretos franceses en Sudán en 1994.
Desde entonces, se le han imputado varios atentados y acciones espectaculares y en tres ocasiones ha sido sentenciado a cadena perpetua, la última este jueves.
El Tribunal de lo Criminal confirmó así la pena que le había sido dictada en primera instancia en 2017 y en Apelación un año más tarde, pero que el Supremo había ordenado revisar.
CULPABLE DE ASESINATO E INTENTO DE ASESINATO
La máxima instancia judicial francesa avaló su culpabilidad por asesinato e intento de asesinato, pero no por traslado de armas, lo que motivó este nuevo juicio que no cambió el resultado.
Pero si permitió a Carlos, que está a punto de cumplir 72 años, abandonar por última vez la prisión para confrontarse ante los jueces y alimentar con un discurso combativo la leyenda del «revolucionario profesional» que se ha creado.
Camisa blanca, chaqueta azul claro y elegante pañuelo al cuello en esta segunda jornada del juicio, reconoció haber matado en su vida a 83 personas, «muchas, pero no suficientes», en un contexto de guerra y lucha revolucionaria.
Sin embargo, evitó reivindicar el atentado por el que estaba siendo juzgado, por considerar «traidores» a quienes revelan estos hechos cometidos en el marco de una organización, en su caso el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
«¿Alguien me vio lanzar esa granada?», lanzó el terrorista, que consideró «una vergüenza para Francia» este caso y que interrumpió al fiscal con gritos de «¡Es falso!» cuando repasaba los indicios que llevaron a su condena.
El fiscal afirmó que aquel ataque «inauguró una era de atentados ciegos», porque, en su opinión, por primera vez se dirigía contra personas anónimas.
Carlos también interrumpió a su propia abogada, que le reprendió en varias ocasiones.
En su alegato final aseguró sentirse «orgulloso de (su) recorrido revolucionario», pero negó que existan pruebas que le incriminen en este caso y acusó a fuerzas «sionistas» de haber falseado la acusación contra él.
«Francia es un gran país, pero hay gente que sigue poniendo dinero para acusar a gente como yo», culminó el terrorista, figura central de la lucha armada comunista de los años 70 y 80.
Ya había sido condenado a la máxima pena permitida por la justicia francesa en dos ocasiones anteriores: en 1997 por el asesinato de dos agentes de los servicios secretos franceses y un confidente; y en 2011 por cuatro atentados cometidos entre 1982 y 1983 en los que murieron once personas y casi 200 resultaron heridas.
Su influjo aparece en otras espectaculares acciones armadas firmadas en nombre del FPLP, como la toma de rehenes en la embajada francesa en La Haya, al mismo tiempo que el atentado que fue ahora juzgado, el intento de ataque contra dos aviones israelíes en Orly de ese mismo año o el secuestro de los ministros del Petróleo del los países de la OPEP en Viena el año siguiente.