Nelson Rivera (ALN).- No hay exageración en quienes sostienen que el móvil es el aparato más popular que ha existido en la civilización. En cualquier caso, lo que está en debate no es tanto su proliferación como el impacto que está comenzando a producir en nuestras conductas.
Ahora mismo todas las cifras, sin excepción, relativas a la presencia de los móviles en nuestras vidas resultan abrumadoras o escalofriantes. Mientras la población del planeta ha cruzado la línea de los 7.500 millones de habitantes, el número de móviles sobrepasa los 8.000 millones. En una frase: hay más teléfonos móviles operativos que personas en el mundo.
¿Qué explica este fenómeno? Varias tendencias en avance. Una, cada día aumenta el número de usuarios que viven con dos o tres teléfonos. Esto tiene una especial incidencia en el mundo de las empresas y los entes públicos: los gerentes medios y altos, además del móvil propio, llevan consigo el móvil corporativo. Otra: está descendiendo el promedio de edad en que los menores comienzan a ser “propietarios” de un teléfono propio. Una tercera: el móvil está comenzando a remplazar en los hogares al teléfono fijo.
Mientras la población del planeta ha cruzado la línea de los 7.500 millones de habitantes, el número de móviles sobrepasa los 8.000 millones
Y hay más: en economías muy pobres, como en África Central y en algunas regiones de América Latina, la penetración del móvil se ha vuelto imprescindible, porque ella sirve como medio de pago y transacciones. Expandir el uso de móviles se ha vuelto una política pública. No hay exageración en quienes sostienen que el móvil es el aparato más popular que ha existido en la civilización. En cualquier caso, lo que está en debate no es tanto su proliferación como el impacto que está comenzando a producir en nuestras conductas.
Vidas atadas a la pantalla
Aunque las cifras varían de acuerdo con los distintos estudios, la tendencia es inequívoca: nuestras vidas cada vez se relacionan o dependen más de las pantallas. Algunos datos pueden resultar ilustrativos. Más de 50% de las búsquedas en internet se realizan a través de los móviles. Más de 60% del tiempo que pasamos en el universo online, ocurre desde el móvil. Casi 20% lo usa como despertador y para recordar reuniones y otras tareas: opera como un asistente para el buen cumplimiento de nuestras responsabilidades.
La cantidad de aplicaciones que cada día se lanzan al mercado, sobrepasa cualquier intento de llevar un registro de ellas. Las hay para planificar el día, conocer el estado del tráfico y las previsiones del tiempo, hacer las compras, medir las calorías ingeridas y gastadas, recibir o escuchar noticias, practicar algunos juegos entre una oferta de miles y miles, llevar las cuentas del hogar, editar fotografías y un sinnúmero de otras cosas.
Entre padres y educadores, analistas de accidentes de tráfico, psicólogos y médicos de distintas especialidades, se han encendido las alarmas: la pantalla del móvil está produciendo cambios en la conducta. Existe una doble tendencia: creciente concentración en el móvil y reducción de la atención que se concede al resto del mundo. El móvil acapara a este punto: personas que fallecen en accidentes desconcertantes, a causa de distracciones originadas por el móvil.
Del ‘homo sapiens’ al ‘homo cellularis’
Dos datos fundamentales. El primero: está creciendo el número de personas que dedican más de 180 minutos al día -¡más de tres horas diarias!- a interactuar con su móvil. El segundo: casi 30% de los mayores de 25 años se despierta entre una y tres veces en las horas de sueño a revisar los correos o mensajes recibidos. El móvil está adquiriendo la categoría de problema de salud pública.
Existe una doble tendencia: creciente concentración en el móvil y reducción de la atención que se concede al resto del mundo
En este marco, se viene produciendo un debate sobre el móvil como instrumento de vigilancia de las empresas a sus trabajadores, y como dispositivo en perenne funcionamiento que impide el verdadero descanso: mientras esté encendido, el trabajador vive en guardia, en expectativa permanente de cuándo recibirá una llamada que le obligue a dejar el descanso, ponerse a trabajar o, también, dejar la actividad del momento -como dormir- para salir rumbo a su oficina.
Hasta ahora, el más emblemático ejemplar del homo cellularis es el ciudadano trabajador que, con el móvil a punto de repicar, se mantiene en guardia por tiempo indefinido. El homo cellularis carece de ciclos. Paulatinamente pierde los límites entre jornada laboral y descanso, entre vida laboral y vida privada. La desaparición de la frontera entre lo personal y lo productivo está redefiniendo la configuración psíquica de altos profesionales y funcionarios, que han perdido la experiencia del verdadero descanso. Los expertos señalan que todavía están por aparecer más y más aplicaciones, que impactarán nuestras vidas de forma más significativa. En lo sucesivo, tener un móvil no ocurrirá sin consecuencias.