Sergio Dahbar (ALN).- La paradoja no deja de ser cruel: tanto Bruce Lee como su hijo Brandon persiguieron el éxito. Y lo consiguieron cuando ya se habían muerto. Hoy su hija Shannon trabaja en un comic para revitalizar su leyenda y el hombre que le disparó al hijo por error en 1993 acaba de morir. La honorable familia Lee produce noticias aún desde la muerte. Han pasado 44 años de la desaparición (1973) de Bruce Lee; y 24 del homicidio culposo (1993) de su hijo, Brandon Lee, después de que una bala de verdad lo matara por error mientras filmaba una película de miedo.
La hija de Bruce Lee, Shannon Emery, trabaja en el lanzamiento de un comic, dividido en tres entregas, titulado Bruce Lee: The Dragon Rises. Shannon se ha asociado con Jeff Kline, productor y guionista de series como Men in Black (1997), Jackie Chan Adventures (2000) y Transformers (2011-2015). Kline es propietario de Darby Pop Publishing, la editorial que publicará la historieta.
Pero la revelación más reciente tiene que ver con la muerte del actor Michael Massee, víctima de un cáncer. Massee nunca pudo superar el hecho de haber sido el actor que disparó el arma que mató accidentalmente a Brandon Lee en 1993, en la filmación de El cuervo. Cargó con esa trágica mueca del destino hasta octubre pasado, cuando una enfermedad letal lo alivió para siempre.
Toda la parafernalia del mito terminó por opacar el destino de la familia Lee
Lo llamativo es que Bruce Lee nunca ha dejado de producir noticias, desde el día de 1973 en que ingirió un calmante que le produjo un edema cerebral. Una muerte demasiada relajada para un personaje turbulento.
Operación económica
China se dedicó por años a recuperar el legado de la familia Lee, como una operación económica. El Departamento de Turismo de Hong Kong desarrolló un plan, con números 800 de teléfonos y páginas web; exhibición en el museo que se inauguró en Guangdong de diez mil piezas desconocidas de memorabilia del artista, desde fotos infantiles hasta las armas marciales que llegó a construir; inauguración del Bruce Lee Café, fundado por el actor Jon Benn, uno de los archienemigos de Lee; y el anuncio de la construcción de un parque temático, con un capítulo muy particular sobre este mito.
Jon Benn, retirado del cine y convertido en empresario, llegó a imaginar que el fenómeno Bruce Lee sería tan importante para los orientales como el ratón Mickey para los norteamericanos: con esa idea en mente diseñó el nombre de las especialidades gastronómicas, de acuerdo con las películas y los personajes principales: “Puños de furia”’ o hamburguesa “Big Boss”.
Toda una diversión pensada para gente como Naoki Takeda, de 30 años, quien pasa sus días en Tokio visitando las páginas web sobre el dúo Lee. En sus ratos libres ve una y otra vez 26 capítulos en los que apareció Bruce Lee en El avispón verde (1966-1967).
Takeda ha reunido a cien japoneses que veneran tanto al ídolo como al descendiente. Realizaron una peregrinación a Hong Kong, con diferentes destinos. Una visita al Bruce Lee Café. Una proyección privada de la película Game of Death, sin editar, con todo el metraje de filmación y la voz original de Lee sin doblar, en inglés y cantonés. “Soñamos con ver esta copia. Es como ver a Dios en acción”, ha confesado Takeda, quien por cierto domina las artes marciales como una fiera. No se podía esperar menos de un devoto serio.
Memoria de paso
Hay que anotar la queja formal que pusieron sus fanáticos en 2001 porque la casa en Hong Kong, que Bruce Lee bautizó “Nido de grullas” y que siempre estuvo rodeada de una aureola de misterio, se convirtió en un Romance Hotel, ubicado en Cumberland Road, dentro del distrito Kowloon Tong, en donde las parejas apremiadas calman sus urgencias por treinta dólares. El portero sij que atiende este recinto exige que los visitantes estén sobrios, sean mayores de edad, hablen cantonés y vayan acompañados de una pareja del sexo opuesto.
La casa natal de un personaje de culto se convirtió en un decadente hotel para citas fugaces
Lo que alguna vez fue una villa de dos pisos, amplia y llena de luz, en donde vivió Bruce Lee en los 70, ha devenido en un laberinto de habitaciones pequeñas, con termos de agua caliente y fría, cama matrimonial, televisor con película pornográfica asiática, y rollo de papel toilette. En el jardín japonés que construyó Lee ahora existe un estacionamiento con una verja para ocultar a los visitantes que llegan al hotel.
Lo curioso no es tanto que la casa natal de un personaje de culto haya derivado en un decadente hotel para citas fugaces, sino que toda la parafernalia del mito terminó por opacar el destino cruel de la familia Lee. Bruce era, a pesar de haber nacido en San Francisco, un inmigrante ambicioso que perseguía el reconocimiento y la confirmación de que había triunfado en un territorio que no le pertenecía.
Sergio Dahbar es escritor, periodista y editor nacido en Córdoba, Argentina.
Logró su objetivo a medias, porque siempre sintió que Hollywood lo maltrataba con papeles secundarios, pensados para extranjeros exóticos. Cuando buscó mejor suerte para su carrera en Asia, no un batallón de orientales enojados sino una embolia lo apartó del juego el 20 de julio de 1973. Lo paradójico de esta historia es que tampoco en Oriente su memoria ha sido bien preservada.
Y Brandon, su hijo, se consumió en el fuego de la autodestrucción, tal vez porque no soportaba haber sobrevivido a la leyenda del progenitor. Una bala lo ayudó a resolver ese problema en Carolina del Norte, el 30 de marzo de 1993.