Leticia Núñez (ALN).- A Brasil le salen canas. Se avejenta a un ritmo vertiginoso. Tanto que para 2050 tendrá cerca de 66 millones de adultos mayores, tres veces más que en la actualidad, según un análisis de la Corporación Andina de Fomento. Cae la fecundidad, también la mortalidad. Lo hacen en el país de la samba, del fútbol, de la alegría de vivir, obligando al Gobierno a enfrentar uno de los mayores retos de su historia. No sólo las pensiones se verán afectadas, también la movilidad y, por supuesto, la educación y la sanidad.
Durante mucho tiempo se presentó a Brasil como “el país del futuro”, como la nueva potencia mundial emergente. La calificación llevaba implícito que aún no era un país adulto sino más bien adolescente. Pero ahora el reloj de la Historia se ha acelerado. Hoy es el día en el que no sólo se ha hecho mayor, sino que envejece y lo hace a un ritmo vertiginoso. Hay quienes piensan que la samba, la caipiriña, el fútbol y, sobre todo, la alegría de vivir, deberían mantener joven a Brasil casi eternamente. Pero no.
Según un artículo publicado por la Corporación Andina de Fomento (CAF), el principal banco de desarrollo de América Latina, “Brasil cursa uno de los más vertiginosos procesos de envejecimiento poblacional en la historia contemporánea de la humanidad”. De hecho, la esperanza de vida para el habitante amazónico ha aumentado desde los 45,5 años en 1940 hasta 75,5 años en 2015.
Así lo apunta el economista principal de la CAF en Brasil, Oswaldo López, quien sostiene que “muy probablemente” para 2050 el país suramericano tendrá cerca de 66 millones de adultos mayores, una cantidad tres veces superior a la registrada en la actualidad, con unos 24 millones.
Ya se sabe que la dieta, el ejercicio, el control del estrés y la presencia constante en el ánimo de lo que cabe llamar alegría de vivir son citados como componentes de la ecuación de una posible vida más larga. Elementos todos ellos que contribuyen a que la eterna aspiración de los hombres, la de vivir por más tiempo, esté en proceso de hacerse realidad (Leer más: ¿Está usted listo para vivir más allá de los 100 años?).
Francia y España tardaron al menos tres veces más tiempo que Brasil para duplicar el porcentaje de su población en edad mayor
Y ahí está Brasil, sumándose a la tendencia europea. Basta analizar los datos de fecundidad. El número de hijos por mujer se ha reducido significativamente en los últimos años. En 2015, se ubicó en 1,7 frente al “promedio procreado por las abuelas dos generaciones atrás de 6,3 hijos por mujer”, señala el análisis de la CAF. Y este, dice Oswaldo López, “es el elemento que mejor explica el ensanchamiento de la pirámide poblacional brasileña”.
Asimismo, las mejoras en las condiciones socioeconómicas también permitieron que la tasa de mortalidad haya descendido en las últimas décadas. Concretamente, de 15,1 por cada 1.000 habitantes en la década de los 50 a 5,9 defunciones por cada 1.000 habitantes en la actualidad, de acuerdo con los datos aportados por el banco de desarrollo.
No sólo se ha conseguido producir medicamentos cada vez más veloces y eficaces que reducen los tiempos del padecimiento y causan un menor cansancio al cuerpo, también se suman dos corrientes fundamentales: una, la acción sobre los procesos celulares, y otra, el reemplazo de aquellos órganos cuyo mal funcionamiento afecta la calidad de vida y contribuye al deterioro del resto del organismo, como apuntó Nelson Rivera en un análisis publicado en ALnavío.
Pero no sólo eso. El ritmo de envejecimiento en Brasil destaca por su rapidez. Según López, países como Francia, Reino Unido y España, “archiconocidos por la longevidad promedio de sus habitantes”, tardaron al menos tres veces más tiempo que Brasil para duplicar el porcentaje de su población en edad mayor. Si en 2010, el segmento de la tercera edad brasileña representaba un 10%, se espera que para 2040 la cifra aumente hasta el 20%.
Un aspecto del que ya alertó el Banco Mundial en 2011. “Brasil se encuentra en medio de una profunda transformación socioeconómica impulsada por sus cambios demográficos”, dijo entonces la institución. Señaló que la reducción tanto de la tasa de mortalidad como de la de fecundidad se traducirá en crecimiento económico, pues más mujeres se integrarán al mercado de trabajo o invertirán dinero en su educación.
En el descenso de la fecundidad –al menos en los dos últimos años- también pudo influir la crisis económica que sufrió Brasil. Si allá por 2008 la economía florecía gracias al alza de los precios de las materias primas y el gigante crecía a un ritmo del 7,5% anual, dando lugar a lo que se denominó “el milagro económico brasileño”, hoy el panorama es más sombrío.
Lejos queda aquella portada que The Economist publicó con un Cristo redentor a punto de despegar como un cohete. O la elección de Lula da Silva como “la persona más influyente del mundo” por parte de la revista Time. El Producto Interior Bruto (PIB) de Brasil sufrió un derrumbe de 3,8% en 2015 y de 3,6% en 2016. En 2017, el gigante suramericano salió de la recesión, pero con un crecimiento débil: encadenó dos trimestres seguidos con crecimiento, aunque con valores modestos. Del 1% de enero a marzo y del 0,2% de abril a junio.
Los tres desafíos que enfrenta Brasil
El rápido envejecimiento poblacional genera varios desafíos para el país del Carnaval por excelencia. El primero son las pensiones. “La merma de los ingresos vinculados a la menor base de contribuyentes y el aumento de los gastos asociados a la cada vez mayor capa de beneficiarios, ha tornado el actual sistema de jubilación financieramente inviable”, destaca el análisis de la CAF.
El envejecimiento exige un diseño de políticas públicas acorde a la creciente masa de abuelos que se gesta día a día
Echando la vista al futuro, el banco de desarrollo habla de previsiones “desalentadoras”. Según advierte, “de continuar funcionando bajo las reglas actuales, el gasto proyectado para el sistema general de seguridad social apunta a 23% del PIB para 2060”.
Hay más. En lo que respecta a la movilidad, López subraya que una sociedad con más adultos mayores precisa mejorar las facilidades de transporte público urbano, no sólo en el acceso a los propios vehículos para el desplazamiento, sino también en mobiliarios complementarios como bancos y calzadas. También requiere repensar los servicios de salud “para adecuarlos a la mayor demanda de cuidados de enfermedades crónicas no transmisibles (cardiovasculares, cáncer, diabetes…) en detrimento de dolencias infecto-parasitarias más vinculadas a pacientes jóvenes”.
No obstante, el economista jefe de la CAF cree que el desafío más relevante será “afrontar el agotamiento del llamado bono demográfico”, es decir, cuando hay una mayor cantidad de personas económicamente activas. De hecho, López sostiene que el cambio demográfico se puede equiparar con los mayores retos que ha enfrentado Brasil en su historia: desde la urbanización acelerada hasta la universalización de la educación y la sanidad. No es para menos: tal agotamiento tendrá efectos sobre el empleo, la formación de capital humano, la generación de ahorro y la productividad.
Por ello, el economista jefe de la CAF recalca que el envejecimiento poblacional “exige un diseño apropiado de políticas públicas, donde la creación de instituciones, provisión de infraestructura y programas públicos se corresponda con las demandas de la creciente masa de abuelos que se gesta día a día en los pueblos y ciudades”. Brasil se enfrenta, por tanto, a la crónica de un envejecimiento anunciado.