Pedro Benítez (ALN).- Las largas filas de vehículos a la espera de cargar combustible se ven por estos días en todas las ciudades bolivianas. En Santa Cruz de la Sierra, centro económico del país, los conductores reportan esperas de hasta más de 30 horas y se hace costumbre dejar los automóviles durante las noches para no perder el turno. El caos vehicular en calles y avenidas se agudiza a medida que el suministro irregular de gasolina y diésel afecta el transporte público, provoca retrasos en servicios de aseo urbano, la escasez de varios productos alimenticios e incluso el cierre de mercados populares por fallas en las logísticas diarias.
A la par, los precios de productos básicos como carne de res, pollo, aceite comestible y arroz han aumentado en las últimas semanas de manera significativa. Bolivia cerró el año pasado con una inflación acumulada de 9,9%, la más alta en 16 años y, según algunos analistas, podría llegar a superar el 40% en 2025. La tasa de variación de los precios el pasado mes de febrero superó a la de Argentina.
En este contexto, no es de extrañar que la situación haya generado preocupación en amplios sectores empresariales y sindicales, mientras los gremios del transporte público, los productores del agro, las cooperativas y los combativos movimientos mineros le han dado un ultimátum al gobierno de Luis Arce para que encuentre una solución a la crisis.
Protestas
El denominado Comité Multisectorial -integrado por sectores productivos y comerciantes- ha convocado una movilización de protesta desde la localidad de Patacamaya a La Paz, mientras los transportistas de la ciudad de El Alto amenazan con realizar un paro indefinido.
Los cooperativistas mineros, que hasta ahora han sido aliados de Arce, le dieron esta semana un plazo de 72 horas para solucionar la escasez de combustible y atender otras demandas del sector. El pasado viernes hubo una protesta en las oficinas de la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) en Santa Cruz.
Con el país al borde de la paralización, YPFB anunció la llegada de tres buques con 90 millones de litros de combustible al puerto de Arica, en el norte de Chile.
“No tenemos las divisas necesarias para la importación”
No obstante, Bolivia enfrenta otro inconveniente, íntimamente ligado con el mencionado, la falta de dólares. Hace una semana el propio mandatario, así como su ministro de Hidrocarburos, Alejandro Gallardo, y el presidente de YPFB, Armin Dorgathen, admitieron públicamente lo que muchos advertían, no hay suficiente combustible para atender la demanda porque no hay dólares: “No tenemos las divisas necesarias para la importación”.
Esta es la tercera crisis, o agudización de la misma, que enfrentan los bolivianos por falta de combustibles en menos de un año tras el pico de escasez que hubo en agosto y septiembre del año pasado.
Esta situación, que ha sido persistente desde principios de 2023, se ve reflejada en el descenso de las reservas internacionales, que en diciembre pasado llegaron a 1.974 millones de dólares, frente a los 15.122 millones que se tenían en 2014. Algunas informaciones extraoficiales señalan que Bolivia solo dispone de 50 millones dólares en reservas líquidas para esta semana y el Ministerio de Economía ha informado la venta de su oro en el exterior para generar efectivo.
El potencial de Bolivia
Arce y sus ministros negaron a lo largo de todos estos meses la existencia de una crisis estructural, atribuyendo las dificultades a una diversidad de factores externos. Aseguraron que la provisión estaba garantizada y que las filas extensas en los surtidores se debían a la sobredemanda, la especulación intencionada o alteraciones en la logística de distribución. Pero este tipo de crisis tarde o temprano les explotan a los gobiernos en la cara.
Pese a su potencial en hidrocarburos, el país depende de las importaciones de combustible. Según datos oficiales, para abastecer el mercado interno, debe comprar el 86% del diésel y el 56% de la gasolina, un gasto de más de 3.300 millones de dólares en 2024 para las finanzas públicas.
Desde que en 2005 el ex presidente Evo Morales nacionalizó la industria del gas natural, los precios de los combustibles están congelados. Con el paso de los años el creciente subsidio se ha transformado en una pesada carga para el presupuesto público debido a que tanto los costos como los volúmenes de importación han aumentado.
Círculo vicioso
El Estado subvenciona los carburantes y los vende a un precio tres veces más bajo, estimulando el surgimiento de redes de contrabando hacía los países vecinos, lo que implica una pérdida anual de 600 millones de dólares.
A lo anterior, hay que sumarle la caída de producción y exportación de gas del país (hasta hace poco tiempo la principal fuente de divisas) consecuencia a su vez de la falta de inversiones en el sector. De modo que, a la baja producción local y la dependencia de las importaciones, se suma la crisis financiera provocada por la escasez de dólares. El círculo vicioso.
Bolivia pasó más de una década de bonanza gracias, principalmente, a los ingresos por venta de hidrocarburos. Los gobiernos de Evo Morales (2006-2019) se beneficiaron de las inversiones privadas efectuadas en las administraciones anteriores. Pero a partir de 2014 la capacidad de producción gasífera boliviana ha caído en un 50% y con ella las exportaciones, precisamente por falta de inversión con el que se inició la debacle de la industria petrolera.
Gasto público
Obsesionado con asegurar su reelección en 2019 Evo le metió el acelerador al gasto público, compensando la caída de los ingresos con endeudamiento. Todo esto combinado ha venido estrangulando a la economía boliviana.
En el primer trimestre de 2023 la crisis económica empezó a sentirse en las calles cuando se restringieron las transacciones en dólares en una especie de “corralito” que limita hasta ahora retirar los ahorros en esa divisa, hacer giros internacionales, usar tarjetas de crédito en el exterior y realizar pagos por internet. Si bien el Gobierno no ha devaluado la moneda, la escasez de dólares ha provocado el surgimiento de un mercado paralelo donde la divisa se cotiza a casi el doble del tipo de cambio oficial.
En resumidas cuentas, el mismo proceso del chavismo en Venezuela, pero en cámara lenta (Francisco Monaldi, dixit).
La pregunta que cabe formular es la razón por la cual Arce, que tuvo tan buena fama como ministro, no ha tomado las medidas necesarias a fin de evitar que las cosas se le hayan deteriorado tanto en sus manos.
Desorden en la gestión pública
La respuesta la ha dado Jorge Richter, uno de sus ex asesores en una entrevista a la agencia EFE. En su opinión el presidente antepuso la “lucha política” contra Evo a la gestión de Gobierno, algo que “ha generado un daño al país” que se refleja en la actual crisis.
Efectivamente, la disputa entre Arce y Morales por el control del MAS y de las decisiones de Gobierno terminó por “desordenar” la gestión pública.
Esta lucha por el poder puede servir de explicación a la actitud dogmática del Arce presidente, muy distinta al pragmatismo que lo caracterizó en su época de ministro de Economía.
La cuestión es que hoy es un mandatario acosado, en busca de soluciones políticas a una crisis económica. Así, por ejemplo, el Congreso dominado por los partidarios de Evo le niega la aprobación de un crédito de 1.600 millones de dólares que ha solicitado desesperadamente.
Bolivia sigue en su laberinto
Eso explica la reunión que este martes pasado sostuvo con autoridades estatales y líderes políticos en un encuentro denominado “Encuentro por la estabilidad y la democracia”. En la reunión participaron el presidente del Tribunal Supremo Electoral, Oscar Hassenteufel, y del Tribunal Supremo de Justicia, Romer Saucedo, así como el expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé (2005-2006) y los precandidatos presidenciales Manfred Reyes Villa, Amparo Ballivián y Chi Hyun Chung. También asistieron autoridades municipales, líderes políticos, diputados y senadores.
No obstante, aunque fueron invitados, no acudieron los expresidentes Jorge Quiroga (2001-2002) y Carlos Mesa (2003-2005), así como el representante del gobernador encarcelado de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho.
Arce se aferra a la institucionalidad, mientras intenta que Evo no haga causa común con la oposición para sacarlo del Gobierno. Bolivia sigue en su laberinto.