Pedro Benítez (ALN).- Nuevamente el fantasma del golpe de Estado se pasea por América Latina. Como ha sido ampliamente cubierto por los medios y las redes sociales, tropas rebeldes tomaron la Plaza Murillo y rodearon el Palacio Presidencial en La Paz, capital de Bolivia. En una parte del mundo con tantos antecedentes en este tipo de situaciones, ha sido inédito el careó escenificado entre el presidente de ese país, Luis Arce, y el ex comandante del Ejército, general Juan José Zúñiga, quien se presentó en plan de insubordinación.
Luego de tres horas la movilización se disolvió sin respaldo en los cuarteles militares y policiales, ni apoyo político ni social. Hasta opositores actualmente en prisión como la ex presidenta interina Jeanine Áñez y el ex gobernador de Santa Cruz Fernando Camacho condenaron la acción, como también lo hicieron los ex presidentes Carlos Mesa y Jorge Quiroga. Eso pese a que, en medio de la confusión reinante, el general en cuestión ofreció liberar a los presos políticos y “restructurar la democracia”. Las tropas se retiraron casi en desbandada, perseguidos por manifestantes civiles. Posteriormente, sin ofrecer resistencia, Zúñiga fue apresado, no sin antes afirmar que: “El presidente [Arce] me dijo la situación está muy jodida, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad”.
Esa afirmación, una vez finalizado el conato golpista, ha dejado abierta en la opinión pública boliviana, así como entre los observadores internacionales, más preguntas que respuestas.
¿Qué ocurrió realmente el miércoles en Bolivia?
El lunes pasado el general Zúñiga dio una larga y escandalosa entrevista en la televisión boliviana (viniendo del comandante del Ejército). Allí calificó al ex presidente Evo Morales de mitómano, amenazó con meterlo en la cárcel y afirmó que no podía ser nuevamente presidente. Desde el día siguiente comenzaron los rumores de su eventual destitución, pero no fue hasta la noche del martes cuando el presidente Luis Arce lo desautorizó al reemplazarlo de su mando.
Ese habría sido, al parecer, el móvil del alto oficial, a quien se le consideraba como una persona de más alta confianza del mandatario.
Esa confusa situación acontece en el marco del cada vez más intenso conflicto que protagonizan Evo Morales, que desea presentarse como candidato presidencial en 2025 y el actual titular quien parece que también aspira, aunque en 2020 aseguró que no se re elegiría. Esa disputa, que ha dividido al MAS, el principal partido del país, en dos bandos, ocupa todo el interés del debate público en Bolivia hoy.
Aspectos legales
Esa pelea tiene varios aspectos legales. Por un lado, el artículo 160 de la Constitución boliviana dice que el presidente y el vicepresidente en ejercicio podrán aspiran a una sola reelección continua, pero no impide la discontinua, y como Morales no es presidente en ejercicio se supone que podrá aspirar en las elecciones del próximo año, aunque eso depende de la interpretación definitiva que haga el Tribunal Constitucional. De lo que no hay duda es que Arce sí puede reelegirse.
El otro aspecto está referido a la personalidad jurídica del MAS, en este momento dividido en dos bandos, evitas y arcistas. Esto ha creado una situación la cual ese movimiento podría perder su registro, razón por la cual presidente y ex presidente se encontrarían ante la eventualidad de tener que postularse por otras organizaciones.
Esta disputa no ha dejado de afectar la gobernabilidad del país, puesto que Morales se ha aliado con la oposición en el Congreso (sus antiguos adversarios) a fin de hacerle la vida más difícil a Arce; mientras que este ha llegado a insinuar que su antiguo mentor busca derrocarlo. De hecho, Morales ha declarado que será candidato presidencial de su partido para las elecciones presidenciales de 2025 “a las buenas o a las malas”, amenazando con bloquear las carreteras del país con sus partidarios como protesta.
Para completar el cuadro, mencionemos que todo esto ocurre en un contexto en cual la economía boliviana atraviesa dificultades cada vez más serias. La producción de gas, vital en sus exportaciones, ha venido disminuyendo de manera sistemática desde 2016 debido a la falta de inversiones, afectando seriamente las reservas en dólares del país y el suministro de combustibles. Para mantener el precio de la gasolina, congelada desde 2005, el Estado destina entre 1.500 y 2.000 millones de dólares por año (de los que cada vez tiene menos) a fin subsidiar el consumo. La estatal YPFB ha comenzado a importar crudo proveniente de Vaca Muerta a través de Chile.
Esa situación ha provocado el conocido contrabando de combustible, protestas de camioneros, la militarización de las estaciones de servicio y afectado la imagen de Arce, quien fue elegido en 2020 por su buen desempeño como ministro de Economía. De modo que la disputa, con quien fuera su mentor, lo que ha hecho es complicarle la gestión de gobierno. Ahora Morales controla la presidencia del Senado por medio de Andrónico Rodríguez, uno de sus discípulos.
“Populismo prudente”
Sin embargo, si se ve el proceso completo, se podrá apreciar que en Bolivia está ocurriendo el agotamiento del modelo de “populismo prudente” que Evo Morales inició en 2006. Circunstancia que se ve agudizada por la agria disputa de poder que protagonizan los dos personajes.
Vista, así las cosas, el general Zúñiga luce como un menor actor de reparto de la crisis de una hegemonía política. Crisis que se arrastra desde que a Evo Morales se le metió el veneno en el cuerpo de querer mandar para toda la vida. Por lo pronto, se espera la visita en los próximos días del presidente de Brasil, Lula Da Silva, quien hará acto de presencia en su papel de apagafuegos del vecindario.