Pedro Benítez (ALN).- ¿Qué sería de la oposición venezolana hoy sin Barinas? Además de dividida, enfrentada y desorientada (como ya venía) estaría aplastada.
Su situación se reduciría al lamentable espectáculo de unos dirigentes atacando y cuestionando a otros dirigentes. Unos acusando al “Interinato” de Juan Guaidó de manejos turbios de los activos venezolanos en el exterior que controla. Otros disparando acusaciones contra sus propios aliados por tener “vínculos directos con el régimen”.
Nicolás Maduro tendría el camino despejado hacia el 2024. Fortalecido para presentarse en el diálogo mexicano y poder jugar con sus adversarios a placer. Le estaría diciendo a la Casa Blanca: aquí estoy yo, esto es lo que hay, yo mandó en ese país.
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Sin embargo, él permitió, o algunos de los que se dicen sus aliados propiciaron, el reencuentro de toda la oposición venezolana en una sola causa, con un único propósito y en torno a una única estrategia. Volver a derrotar con sus arbitrarias reglas al chavismo/madurismo en Barinas. Los votos contra el abuso del poder.
Para decirlo en términos beisbolísticos, han convertido una jugada de rutina para doble play en una tangana en medio del campo mandando un juego ganado a extrainning.
Un «pequeño» inconveniente militar
Todo empezó por tres actas que un jefe militar se negó a entregar durante una semana a la autoridad electoral correspondiente, con las que el proceso comicial del pasado 21 de noviembre debería haber culminado en sana paz. Por lo que se sabe, el propio ministro de la Defensa se vio obligado a enviar a un oficial de alto rango a rescatarlas. Es decir, por ahí quedó lo que tiene apariencia de haber sido un “pequeño” inconveniente en la línea de mando militar. Pequeño detalle.
Luego, dos sentencias de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que, pasando por encima de las competencias del Consejo Nacional Electoral (CNE), reconoce que el candidato opositor a gobernador del estado Barinas ganó, pero hay que repetir el proceso a lo Jalisco. A continuación, inhabilitaciones a diestra y siniestra de candidatos o potenciales candidatos opositores, incluyendo al otrora aliado, pero poco dócil, Partido Comunista de Venezuela (PCV).
Todo esto ante la atenta mirada de los observadores electorales europeos que el propio gobierno de Maduro invitó y a los que luego insultó.
La familia Chávez queda mal parada
A lo anterior agréguese que (una parte de) la familia Chávez no ha quedado ni bien parada, ni muy contenta, con el desarrollo de los acontecimientos de la entidad que durante dos décadas manejó como su feudo, ni con el proceder de la dirección nacional del oficialista PSUV. Por cierto, hay razones para pensar que tampoco con el candidato elegido a reemplazarlos, el ex canciller Jorge Arreaza.
Para completar la gesta, Diosdado Cabello, al que se considera el segundo hombre del régimen (aunque esto no es tan claro que sea así), y de quien se sospecha ha estado detrás de todas las tretas contra el resultado democrático barinés, aprovecha su espacio en la televisión pública nacional para lanzar amenazas nada disimuladas con el rector de CNE, Roberto Picón.
Es de presumir que esto lo hace como parte del esfuerzo sostenido que, desde las últimas dos semanas, se lleva a cabo a fin de seguir socavando y cuestionado al CNE. El mismo CNE que la Asamblea Nacional (AN) de mayoría chavista/madurista eligió. El CNE que, se suponía, mejoraría la imagen externa del Gobierno de Maduro.
Una liebre que salta en Barinas
¿Para esto disolvieron la plenipotenciaria Asamblea Nacional Constitúyete (ANC) en la que se refugiaron durante tres años? ¿Para esto devolvieron la tarjeta de la MUD y permitieron el regreso de algunos exiliados que se presentaron como candidatos?
Por lo visto, la desorientación cambió de bando. Nunca se sabe por dónde saltará la liebre. Vino a saltar en Barinas.
No importa que ocurra el próximo 9 de enero en ese estado llanero, Maduro y compañía ya han sido derrotados. Si se atribuyen la victoria nadie les creerá luego de toda esta sucesión de abusos. Si reconocen que pierden será por partida doble.
Un milagro de Navidad
Lo único efectivo que todas esas maniobras han conseguido ha sido unir a toda una oposición regional y nacional en torno al voto. Un milagro de Navidad.
No obstante, lo cierto del caso es que la dirigencia democrática de Barinas ha estado (muy) por encima de la dirigencia opositora nacional venezolana, empezando por el candidato vencedor de la disputa comicial del pasado 21 de noviembre, Freddy Superlano, cuya sensatez ha sido una sorpresa tan inesperada como afortunada.
La dirigencia opositora barinesa ha estado exhibiendo el desprendimiento, el compromiso y la claridad en el objetivo del que han carecido sus jefes en Caracas en los últimos años.
La rebelión de las regiones
Este es un aspecto en el que vale la pena detenerse a reflexionar unos instantes. Los partidos que hasta ahora han sido los representantes del grueso de la masa opositora en Venezuela, el conocido G-4, se vieron obligados a participar en el pasado proceso electoral por la presión de sus dirigentes regionales y locales. De no haber tomado la decisión de incorporarse, esos dirigentes medios lo habrían hecho masivamente con los símbolos y colores de otros partidos registrados ante el CNE.
No está muy alejado de la verdad afirmar que dentro del campo democrático venezolano ocurrió una rebelión de las regiones. La rebelión de todos aquellos cuadros medios y de base que saben que la herramienta más eficaz que tienen a la mano para hacer política opositora en Venezuela es votando, mientras se pueda.
Por ensayo y error, la oposición venezolana parece que va dando con la estrategia que más daño le hace al autoritarismo del Estado/PSUV. Se ha redescubierto la utilidad de votar en un régimen que todos saben que no respeta el voto.
Este es el mejor regalo que el alto mando de la revolución le ha dado a la oposición.