Antonio José Chinchetru (ALN).- En ‘La rebelión de Atlas’, la filósofa y novelista ruso-estadounidense Ayn Rand muestra las claves de su filosofía: una desconfianza absoluta del poder político y las llamadas al altruismo, junto con una defensa también absoluta del egoísmo racional y creativo que termina resultando beneficioso para el conjunto de la sociedad.
Alisa Zinóvievna Rosenbaum, más conocida como Ayn Rand, publicó en 1957 La rebelión de Atlas. Se trata de una novela político-económica que ha tenido una gran influencia intelectual, principalmente en Estados Unidos, sobre millones de personas. Muestra en forma de ficción los principios de la filosofía objetivista, un cuerpo teórico que desconfía profundamente de la política y defiende de forma radical el libre mercado y el egoísmo racional. Ello hace de este pensamiento una importante rama del liberalismo, si bien son numerosos los liberales de otras escuelas que rechazan gran parte de las ideas de la filósofa y novelista ruso-estadounidense.
Muy influida por su experiencia en su Rusia natal, donde vivió la Revolución de Octubre y de la que logró salir en 1925, Rand desconfía de las llamadas al altruismo por parte de los gobiernos. En La rebelión de Atlas, el poder público queda reflejado de una forma totalmente negativa. Los políticos son retratados como unos oportunistas que frenan el desarrollo económico de los países y que, de hecho, conducen a la sociedad a una ruina total en términos materiales y morales.
Contra el “capitalismo de amiguetes”
Rand desconfía profundamente de la política y defiende de forma radical el libre mercado y el egoísmo racional
Rand denuncia en esta obra la complicidad de los empresarios incompetentes con los políticos. Los primeros se alían con los segundos para conseguir legislaciones que les favorezcan y les protejan de aquellos emprendedores realmente creativos e innovadores capaces de ganar mercado y generar riqueza. Todo ello se hace, eso sí, en nombre de la prosperidad del pueblo. Y no se conforman con eso, los participantes en lo que en España se conoce actualmente como “capitalismo de amiguetes” (que, por definición, no es capitalismo y sí es de amiguetes) consiguen que el Poder Ejecutivo y el Legislativo ordenen a los auténticos empresarios regalar a su competencia los bienes que producen.
El mundo reflejado en La rebelión de Atlas está formado por “repúblicas populares”, en clara referencia a los regímenes comunistas, y países que han sucumbido a un intervencionismo económico extremo aunque formalmente sean democracias de corte occidental.
Es el caso de Estados Unidos, donde se desarrolla la mayor parte de la novela. La miseria causada por unos poderes político-económicos incompetentes dominados por una arrogancia extrema se extiende sin aparente remedio por todos los lugares del planeta. Los medios de comunicación y los periodistas tampoco se salvan de la mirada crítica de Rand. Los retrata como instrumentos dóciles de los gobiernos, que han renunciado a cualquier labor de control de estos últimos.
Rechazo a la cooperación con el gobierno
Sin embargo, para Rand hay una esperanza. El poder despótico de los políticos aliados con los dueños de compañías ineficientes tiene alguien que le haga frente. Se trata de otros empresarios, los de verdad. Son emprendedores creativos que creen firmemente en la iniciativa privada e individual y que no dudan en aliarse entre sí. La única vía que tienen para enfrentarse a la maquinaria pública es negarse a colaborar con ella. En un mundo que se hunde en la miseria, hay unos héroes que prefieren cerrar sus empresas y desaparecer antes que participar en el sistema.
Se convierten así en un poder alternativo cuya estrategia es precisamente no ejercer poder alguno ni colaborar con el existente. Al dejar de aportar su creatividad, el sistema se hunde todavía más dirigiéndose a su colapso total. De esta manera, liderados por un misterioso John Galt que todo el mundo se pregunta quién es, hacen frente a los gobiernos y sus aliados hasta llegar al gran enfrentamiento final.