Zenaida Amador (ALN).- Si bien el país acumula 21 trimestres consecutivos de caída del PIB y hasta las estimaciones más optimistas hablan de que 2020 se consumirá también en ese hálito recesivo, este año hay múltiples convocatorias para que los consumidores disfruten este 29 de noviembre de las “ofertas” del Black Friday a lo venezolano.
Sorprende que centros comerciales como el Sambil de Caracas hablen de operar hasta la medianoche para darle chance a los usuarios de comprar. “Podrás disfrutar de precios de locura”, reza la invitación que hace el mall, emblema del boom de consumo que vivió Venezuela una década atrás. Pero no es el único.
En la tónica de las “ofertas” se han sumado otros grandes comercios, pero también agencias de viaje, servicios de encomiendas y muchos “emprendedores”, de los que usan Instagram como pantalla para exponer sus productos.
No es para el grueso de los venezolanos que se organizan las “ofertas” del Black Friday, especialmente si tomamos en cuenta que sólo en el primer trimestre de este año el Banco Central de Venezuela admitió una caída de -34,8% en el consumo.
Todos tratan de sacar partido de la pequeña parte de la población que tiene poder de compra. Según la firma Ecoanalítica, sólo 15% de los venezolanos genera ingresos o dispone de divisas suficientes que les permiten vivir con comodidad en medio del deterioro generalizado del país; mientras que otro 35%, que esencialmente gana en bolívares, logra tener acceso a pequeños montos en divisas que le ayudan a complementar y a sobrevivir. Lo dramático es que el otro 50% de la población está totalmente excluida, con ingresos en bolívares insuficientes, lo que le amarra a depender de los planes sociales de las autoridades.
La “economía” emergente
Aunque muchos consideran que la crisis económica venezolana no tiene precedentes, en especial por el nivel de deterioro y destrucción del aparato productivo aun sin que en el país haya ocurrido una guerra o un cataclismo generado por la naturaleza, ya comienzan a observarse algunos brotes, pequeños retoños, que indican que hay una actividad económica que se niega a morir.
Hay una capa emergente que ha encontrado oportunidades en medio de la crisis. Algunos de manera formal, otros apegados a la informalidad. Consecomercio ha sido uno de los gremios empresariales que ha alertado al respecto, pues proyecta una contracción de 35% en la actividad del sector formal del comercio y los servicios, mientras florecen negocios informales -que ni pagan impuestos ni llevan registros de sus operaciones ante los consumidores- al amparo del desorden cambiario que se vive en el país.
La “dolarización” de hecho, estimulada por Nicolás Maduro, es uno de los principales detonantes de esta situación. El régimen lleva meses inyectando divisas en efectivo al mercado, con las cuales drena parte de los pagos en efectivo que recibe en el exterior por la venta de oro y petróleo en sus maromas por evadir las sanciones internacionales. A la par de esto, ha asumido una postura que facilita el uso de las divisas, fenómeno que se va extendiendo por el país, mientras el bolívar se desvanece consumido por la hiperinflación y la devaluación.
La burbuja de los dólares alcanza para unos pocos. Sirve para generar la ilusión de recuperación, con tiendas repletas de productos importados que se venden en divisas, mientras los problemas de fondo de la economía se acentúan y el empobrecimiento de la población aumenta. Es el último número de ilusionismo de Nicolás Maduro para seguir intentando sostenerse en el poder, de allí que ahora hable de la “autorregulación de la economía”, de un “mercado en funcionamiento” y hasta le dé gracias a Dios por la dolarización.