D. Gómez / Z. Amador (ALN).-La situación en Venezuela es apocalíptica. La falta de luz ha disparado el hambre, la inseguridad, la desinformación, la histeria, el miedo. La situación da para una novela, pero también para un poema.Porque en la oscuridad más absoluta salieron a la luz los dólares.
En Venezuela no funciona nada. El colapso del sistema eléctrico apagó al país. La energía viene y va. A las casas, a los comercios, a los hospitales, al sistema de transporte… Hay saqueos. Hay histeria. Hay muertos. Hay quienes temen por su vida. No hay agua. No hay datos. No hay información.
En la madrugada del lunes, ruidos de explosiones inquietaron a algunos venezolanos al este de Caracas. Era la subestación de La Ciudadela, que reventó. Lo venía advirtiendo desde Chicago José Aguilar, experto de la industria eléctrica venezolana y consultor.
“Las explosiones son consecuencias de lo mal que se está ejecutando el restablecimiento del servicio”, escribió en Twitter este domingo.
Días atrás comentó que los funcionarios chavistas se pondrían a reactivar el sistema eléctrico sin antes encontrar una solución. Que a consecuencia de esos intentos los equipos se recalentarían, ocasionando, por tanto, explosiones. Así ocurrió.
Decenas de ciudadanos del municipio Baruta se dirigieron a La Pirámide para saquear las tiendas. La policía de Nicolás Maduro los detuvo con perdigones y bombas lacrimógenas. Tras el altercado se registraron más de 50 detenciones
También está ocurriendo lo que definió como “mala señal”. Las intermitencias con las que va y viene la luz. “La excesiva intermitencia de los apagones demuestra que no pueden controlar la frecuencia y por ende los voltajes”.
Aguilar agregó: “De no llegar técnicamente a la causa raíz y su corrección tendremos otro megapagón y será peor que este que todavía no termina”.
Tras las explosiones en La Ciudadela, algunas viviendas fueron desalojadas y como era de esperar, por la zona no hay energía. A pocos metros de la subestación se encuentra el centro comercial La Pirámide, que en la tarde del domingo fue escenario de la histeria que vive el país.
Decenas de ciudadanos del municipio Baruta se dirigieron a La Pirámide para saquear las tiendas. La policía de Nicolás Maduro los detuvo con perdigones y bombas lacrimógenas. Tras el altercado se registraron más de 50 detenciones. Los cuerpos de los detenidos maniatados y puestos bocabajo contra el suelo fueron retratados por la fotoperiodista Adriana Fernández.
“No hay nada que reportar”. Al tiempo que la imagen de los saqueadores se hacía viral, el general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa del régimen, insistía en esa frase. No hay nada que reportar salvo la “resistencia recia de los venezolanos”. Un llamado patriótico para obviar que el país se sumió en el caos.
Por qué Venezuela no tiene luz
El régimen también pone excusas. Y son excusas porque no aportan pruebas. Dicen que son blanco de un ataque informático. De ataques continuos. Que la luz viene y va por este motivo. Que no les dejan reactivar la electricidad para propiciar una intervención militar.
“Todos los técnicos coinciden en que eso es imposible por una razón simple: es un sistema analógico”, aclaró el presidente encargado, Juan Guaidó, en Twitter, quien además es ingeniero.
Guaidó y su equipo monitorean con cuidado lo que ocurre. La desinformación navega por las redes. Viene a veces desde el propio régimen. Por este motivo, desde la Asamblea Nacional no aportan datos sin confirmar, sino hipótesis respaldadas por técnicos cualificados.
Sobre esta base, la explicación del apagón es la siguiente: un incendio afectó a las tres líneas que conectan la estación central de El Guri con las subestaciones Malena y San Gerónimo B.
7 años sin mantenimiento provocan el superapagón en Venezuela
Leer más
Por estas tres líneas pasa el 80% de la energía que va hacia el centro del país. El fuego, que no debería afectar a las torres de trasmisión, lo hizo. Y lo hizo porque el sistema eléctrico en Venezuela acumula siete años sin mantenimiento alguno.
Con una infraestructura precaria, el fuego recalentó las tres líneas, lo cual provocó un rechazo de carga en las turbinas que producen la energía. Estas turbinas ahora están paradas y no se pueden encender. “Es un proceso que necesita corriente”, aclaró Guaidó.
“Arrancar [poner en marcha] de nuevo la operación requiere de una sincronización casi perfecta con tecnología y personal calificado. Nuestros expertos confirman que el gobierno ha hostigado al personal de Corpoelec [la estatal energética] quienes, además, están muy limitados en recursos”.
Las turbinas que generan la energía no arrancan. No hay forma de lograrlo. De ahí el vaivén de la energía. Y de ahí las explosiones. “El agravante más obsceno de la crisis es que Venezuela tiene alrededor de 19.000 megavatios instalados, pero hoy sólo hay 2.500 disponibles”.
Un país que lo perdió todo
Venezuela lo tenía todo para ser el hub de la logística en América Latina. Por el potencial hidroeléctrico. Por las reservas de gas y petróleo. Por una PDVSA que antes del chavismo era sinónimo de eficiencia. Por La Electricidad de Caracas, la energética privada que en el siglo XX convirtió a Venezuela en referente mundial y se expandió a la costa colombiana.
Todo aquello se acabó. Venezuela es un país petrolero donde no hay gasolina. Tampoco gas. Un país sobrado de energía pero que tiene a los ciudadanos enchufados a los postes de luz para cargar sus teléfonos.
Los estados Zulia, Mérida, Trujillo, Miranda, Lara, Sucre, Anzoátegui, Portuguesa, Yaracuy y Falcón superan las 90 horas sin luz desde que el jueves, a las cinco de la tarde, comenzara el apagón.
En Cumaná, estado Sucre, al principio lo tomaron como parte de la rutina. Desde el miércoles no tenían electricidad, pero es que esas fallas en el interior del territorio son parte del día a día.
En Venezuela los teléfonos móviles ya no son una herramienta infalible. Ahora mismo es más efectiva una radio de baterías, o la misma radio de los coches. Muchos venezolanos acuden a los vehículos para tratar de sintonizar alguna emisora y enterarse de lo que ocurre más allá de su comunidad, pero buena parte de las señales corresponden a emisoras del Estado o comunitarias que, al final, son simples instrumentos de propaganda chavista.
Así, en medio de la oscuridad, es fácil toparse con una emisora que transmite un discurso dado por Hugo Chávez en 2007, u otra que insiste en hacer sonar canciones del cantante de protesta Alí Primera, o una donde un locutor profundamente revolucionario se dedica a decirle a sus escuchas que el pueblo debe mantenerse firme junto a Maduro para hacerle frente al golpe de Estado eléctrico que Estados Unidos intenta darle. No ofrecen más información, ni de servicio público, ni siquiera las declaraciones de los funcionarios de Maduro. Aunque ya este lunes comienzan a sonar algunos medios independientes.
Ansiosos por internet y cobertura
El jueves en Caracas se quebró la precaria normalidad con la que los ciudadanos intentan vivir cada día, simulando que habitan en la capital de un país con potencial de desarrollo.
La falla dejó a Venezuela con servicios mínimos de telefonía, prácticamente sin conexión a internet y con cortes en el suministro de agua potable. Las empresas privadas de telefonía, Movistar de Telefónica y Digitel de la Corporación Cisneros, resistieron con dificultad mientras sus celdas de energía y respaldo se apagaban también.
La autopista Francisco Fajardo era la viva imagen de la desesperación. Esta, la principal autovía de Caracas, se convirtió en un gran aparcadero. En un punto exacto hay conexión a internet, y los coches se detuvieron ahí para recibir los datos que, como la luz, vienen y van.
La telefonía fija funciona con algunas limitaciones, pero sólo para quienes conservan los antiguos aparatos, los que no se conectan a la electricidad porque no tienen reloj, contestadora o porque no funcionan de forma inalámbrica.
La desesperación destapa los dólares
Dada la poca presencia de billetes y su poco poder de compra, es prácticamente imposible hacer una operación en la calle. Los puntos de venta no están operativos y no hay conexiones con la banca. Que les paguen con dólares en efectivo es la opción que prefieren los comerciantes que siguen activos.
La inflación alcanza un nuevo punto. En Venezuela, donde el sueldo mínimo no llega a los 20 dólares mensuales, se están vendiendo botellas de Coca-Cola de litro y medio por cuatro dólares. El testimonio es del corresponsal de The New York Times, Anatoly Kurmanaev.
Se conocen también los casos de comerciantes avispados. El dueño de una venta de pollo ubicada al este de Caracas, tomó la precaución de instalar una planta eléctrica. Esta le permitió seguir cocinando. Vendiendo pollos por hasta 11 dólares. Un lujo hasta en Madrid, donde un menú parecido no llega a los ocho euros.
Dicen que los fajos de billetes se le caían de la mesa. Dicen también que muchos coches de lujo aparcaron enfrente del restaurante. Y es que la gente que maneja dólares es porque tiene un alto poder adquisitivo.
La gente quiere comida, y también quiere agua. El Cerro El Ávila, la montaña que corona Caracas, es también famosa por sus cascadas, por sus saltos de agua a los que los venezolanos acuden en fila con botellas para tener algo que beber.
Como la electricidad va y viene, la comida no se puede conservar en las neveras. El hielo es la alternativa. También un producto de lujo. Por una bolsa han llegado a cobrar hasta cinco dólares, informa el analista político venezolano Eduardo Flores.
La desinformación
Lo único por lo que no se puede pagar en Venezuela ahora mismo es la información. La información certera y de calidad es el bien más valorado. Las redes sociales son un vertedero de noticias falsas, exageraciones y manipulaciones. Se llegó a hablar de hasta 200 muertos en los hospitales. De momento, confirmados hay 21, reporta Guaidó. El dato, aún así, es igual de dramático.
Los vecinos se reúnen y comparten la poca información disponible. Con suerte viene de la calle alguno que regresa de un lugar con planta eléctrica, gracias a lo cual pudo revisar internet y los grupos de WhatsApp y Telegram, por donde los periodistas hacen malabares para informar.
Lo único por lo que no se puede pagar en Venezuela ahora mismo es la información. La información certera y de calidad es el bien más valorado. Las redes sociales son un vertedero de noticias falsas, exageraciones y manipulaciones
Este sábado hubo movilizaciones en contra de Maduro en Caracas. El presidente encargado las lideró. Logró concentrar a miles de caraqueños, y eso que la convocatoria no circuló por las redes, sino a través del boca a boca.
Del discurso íntegro, poco. Quienes lograron llegar hasta la Avenida Victoria de Caracas, donde se realizó, apenas pudieron escucharlo porque no había tarima ni altavoces. Un megáfono era el único recurso. Por suerte un equipo de la agencia Reuters pudo escuchar a Guaidó, del que rescató la siguiente frase sobre la intervención militar.
“Hay que ser responsables. Esa opción está sobre la mesa, pero yo no sería digno del cargo que me ha tocado desempeñar si no les dijera claramente: Esa opción implica en cualquiera de sus variantes sangre, y aquí el único que se mantiene sobre sangre es el usurpador de Miraflores”, dijo el mandatario.
Este lunes, Guaidó presentó en la Asamblea Nacional la solicitud para decretar el estado de alarma acogiéndose a los artículos 336, 337 y 338. De aprobarse, “podrán ser restringidas temporalmente las garantías consagradas en esta Constitución, salvo las referidas a los derechos a la vida, prohibición de incomunicación o tortura, el derecho al debido proceso, el derecho a la información y los demás derechos humanos intangibles”, aclara la Carta Magna.
Aún así, Guaidó tiene un problema: el estado de alarma requiere la aprobación del Tribunal Supremo de Justicia, en manos del chavismo. “El estado de excepción, en el cual se regulará el ejercicio del derecho cuya garantía se restringe, será presentado, dentro de los ocho días siguientes de haberse dictado, a la Asamblea Nacional, o a la Comisión Delegada, para su consideración y aprobación, y a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, para que se pronuncie sobre su constitucionalidad”.