Juan Carlos Zapata (ALN).- Evo Morales dejó a Bolivia en el caos. Lo que hizo y lo que está haciendo forman parte del patrón del chavismo. Después de mí, el diluvio. Yo soy el único que garantiza la paz, decía Hugo Chávez en Venezuela. Yo soy el único que garantiza la pacificación, señala Evo Morales, desde su exilio en México. Hace una semana que Evo Morales se fue de Bolivia. Renunció. Y con él, el núcleo del poder. Pero Evo Morales dejó dadas y sigue dando las instrucciones a su partido, el MAS, y a los movimientos que lo respaldan, de cómo deben actuar para que la paz no vuelva a Bolivia, y sea llamado de vuelta a la Presidencia. Ya ha dicho, quiere volver con el fin de darle término al mandato. Esta puede ser una trampa más de Evo Morales. ¿Qué garantías hay de que suelte el poder? Porque Evo Morales ha gobernado por más de una década apelando a la trampa. Al libreto de Hugo Chávez.
Generar violencia.
Cambiar la Constitución.
Perseguir a los adversarios políticos.
Judicializar la política.
Inhabilitar gobernadores.
Inhabilitar alcaldes.
Controlando los medios. Cooptando las instituciones.
Pero Evo Morales era humilde. Era un presidente humilde. Quienes se reunían con Evo Morales salían encantados, destacando lo humilde que era este hombre. Evo Morales iba a otros países y pedía con humildad. Y países como España le enviaban ambulancias porque Evo Morales sabía pedir con humildad. Y Evo Morales llamaba padre a Chávez, y Chávez le daba trato de hijo y lo protegía, firmaban convenios, y el dinero iba a manos llenas de las arcas de Venezuela a las arcas de Bolivia, y Evo se lo agradecía porque Evo Morales era humilde. Y la izquierda europea lo arropaba porque era un hombre humilde, y lo declaraba mandatario imprescindible, que había hecho mucho por su pueblo, y la izquierda europea, sobre todo la de España, pasaba por alto que hubiera torcido la Constitución para desconocer la derrota del referendo que le impedía ser candidato en estas elecciones del fraude y que han llevado a Bolivia a la peor crisis en décadas. Pero Evo era humilde. Hay una foto en la que aparece con Cristina Fernández, la cabeza de ella recostada al hombro de él. La madre que busca al hijo. Ella mimosa, cercana al niño, porque Evo Morales era humilde y hasta tierno, en la foto. Y hay otra con Hugo Chávez en la que Evo Morales es casi arropado con un abrazo paternal. Evo Morales se lo merecía. Era humilde.
Pero ese es el mismo Evo Morales. El que descubrió que no era mayoría. Supo que no era mayoría desde 2016. Y por ello lejos estaba de ir a una segunda vuelta y enfrentar a la oposición unida. Ir a una segunda vuelta era someterse a una derrota segura. Por ello trucó el conteo. Por ello, se atrevió a cometer “el peor de los pecados que puede cometer un mandatario”: robarse las elecciones. (La expresión es de Fernando Mires). Pero Evo Morales no quiere reconocer el fraude. Dice que él no es el Tribunal Supremo Electoral. Dice que él no contaba los votos. Lo dice con voz humilde. Haciéndose la víctima. Denunciando el golpe de Estado. Sin admitir lo que fue primero. Sin admitir las observaciones y las irregularidades halladas en la auditoría del proceso. Evo Morales, el humilde, tiene otro relato. Y hay quienes se lo creen. Buena parte de la opinión pública internacional se lo está creyendo.
Pero al humilde Evo Morales no le reclaman su obsesión por el poder. Le escuchan decir que en Bolivia le cobran que un indio haya llegado al poder. Haya llegado a ser Presidente. Porque esa es otra de las trampas de Evo Morales. Vender la versión del mandatario indio. Vender la versión del racismo. Vender que esta es una lucha contra el pueblo indígena de Bolivia. Que este es un problema cuyo origen es la lucha de clases. No le reclaman que el problema es uno: que Evo Morales volvió a desconocer la voluntad popular. Que no es creíble su triunfo porque no es verdad. Cuando salió derrotado en el referendo de febrero de 2016 señaló que la oposición había ganado porque dijo muchas mentiras en la campaña. ¿Y cuántas mentiras y verdades no se dicen en una campaña electoral? ¿Acaso no lo hizo Hugo Chávez? ¿Acaso no lo hizo el propio Evo Morales? Lo que pasa es que Evo Morales no contaba con que la oposición iba tener fuerza suficiente para ponerlo en dificultades. Ya Rafael Correa, expresidente de Ecuador, un mes antes de los comicios anticipaba que si Evo Morales no ganaba en la primera vuelta en la segunda tendría dificultades. Para evitarlas, Evo Morales hizo lo que hizo. Para peor de Bolivia y los bolivianos.
Pero tenía que ocurrir lo que está ocurriendo en Bolivia para mirar el verdadero rostro de Evo Morales. Es el rostro de Hugo Chávez. Hinchados de poder. Magos en el cuerpo a cuerpo. Maestros del engaño. Con Chávez la comunidad internacional se hizo la vista gorda durante años porque ganaba elecciones y porque los ingresos petroleros mantenían una Venezuela en crecimiento, y sobraba para granjearse aliados en América Latina y el Caribe. Chávez ganaba elecciones con ventajismo y es lo que repetiría Evo Morales. Ganaba elecciones cooptando las instituciones, que es lo que copiaría Evo Morales. Ganaba elecciones inhabilitando adversarios, persiguiendo adversarios, sacando del juego a líderes políticos, y es lo que haría Evo Morales. Ganaba elecciones aplicando ingeniería electoral en los circuitos para hacerse de la mayoría parlamentaria y en ello también lo seguiría Evo Morales. Con Nicolás Maduro quedó al descubierto el verdadero rostro del chavismo cuando pasó de la represión selectiva aplicada por Chávez a la represión masiva, contra opositores e inclusive contra chavistas y pueblo llano. Para Maduro el terror. Para Evo Morales esta violencia y este caos en la que hoy está sumida Bolivia. ¿Qué le importa Evo Morales? Lo que le importa es volver a la Presidencia. Lo que le importa es que se confirme el libreto de Chávez del retorno al poder. Este es el Evo Morales que aún se hace el humilde, y la víctima.
Pero Evo Morales es victimario. Él mandó a bloquear las ciudades. Él desató la violencia. Él se autoproclamó vencedor de las elecciones antes de terminar el escrutinio generando la protesta cívica. Él, metido en el traje de la soberbia del poder, no analizó los escenarios. El escrutinio no fue creíble, y allí se acabó la paz, allí se acabó todo. Cuando quiso volver atrás, diciendo que habría nuevas elecciones, era demasiado tarde. La violencia y el caos cogían cuerpo. Y su gente amenazaba con guerra civil. Y ante el escenario de violencia y caos el Ejército le sugirió que renunciara. Evo Morales denunció un golpe cívico, político y policial. Eso fue lo que dijo al principio. Porque calculaba, o así había acordado con algunos mandos de la Fuerza Armada, que de inmediato lo iban a regresar al poder, para que pusiera fin a la violencia y llenara el vacío de poder dejado por él mismo y sus cuadros. Cuando esto no ocurrió, Evo Morales cambió el discurso y ahora habla de golpe militar, y dice que Estados Unidos le pagó a los mandos militares, y dice que está sorprendido por quien era el jefe del Ejército, y dice que no puede creer que se la hayan volteado esos militares que hasta hace poco gritaban consignas contra el imperio, y juraban lealtad al proceso, y dice que no es posible que hayan actuado así y contra él que fue quien dotó de nuevos equipos a la Fuerza Armada y pone como ejemplo que antes había un solo helicóptero y ahora tienen 25. Y es lo mismo que Chávez. Que creía que la Fuerza Armada era suya. Estaba al servicio de él y su partido. De hecho, a la Fuerza Armada la declaró socialista, bolivariana, antimperalista y chavista. Por el camino que iba, Evo Morales quería también lo mismo. Evo Morales declara y lo que sugiere es que el dinero con que dotó a la Fuerza Armada no era del Estado y los bolivianos, sino suyo. Ese era Evo Morales el humilde. El que quiere aparentar que sigue siendo humilde.
Pero a Evo Morales le perdonaron que se regalara un periodo presidencial. Que desconociera la derrota en el referendo y aspirara a un nuevo periodo presidencial para terminar de entronizarse en el poder. Ya esto era suficiente para mirarlo con desconfianza. Pero no. A Evo Morales se lo perdonaban porque pregonaba el socialismo. Porque mostraba indicadores económicos como ningún otro país de la región los tenía. Porque había sacado a millones de bolivianos de la pobreza. Lo cual es verdad. Pero Evo Morales olvidaba, metido en el traje de la soberbia del poder, que la democracia es justicia y también derechos políticos, y también alternabilidad, y ante todo paz. Luis Almagro, secretario general de la OEA, se lo dijo hace un par de días a un diario de México: que Evo Morales perdió la oportunidad de retirarse como los grandes. Porque ya tenía un legado. Ya tenía una obra. Pero no hizo lo que el mismo Almagro recomienda a los líderes, que una vez han terminado el mandato se retiren del poder, que tomen distancia del poder y el dinero. Pero eso no lo podía hacer Evo Morales. Porque ya no era humilde. Ya quería el poder por el poder. Quería seguir siendo presidente, decía que para que no se interrumpiera el cambio, aunque ya no representaba el cambio sino el continuismo, y porque era el que podía garantizar la estabilidad. Ya vemos hasta dónde estaba dispuesto a llegar. A convertir Bolivia en un país inestable. Pero hay sectores que seguirán perdonando los desafueros de Evo Morales. En la entrevista en RT que le hizo a Alberto Fernández, presidente electo de Argentina, el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, se decían cosas como estas: “¿Qué es lo que no le perdonan a Evo Morales? Que Bolivia cambió la estructura económica. Que sigue creciendo. Que tiene superávit. Que Bolivia sea un ejemplo en América Latina. Que abrió más oportunidades para los bolivianos. Y que no deja de crecer”. Y todo esto lo ha botado Evo Morales por la borda. Porque le faltó una dosis de humildad al hombre que era humilde y que se sigue vendiendo como humilde.
Pero en defensa de Evo Morales, un exalto cargo de los gobiernos de Hugo Chávez y Maduro, dijo al diario ALnavío que:
-Era un tipo sensato que la izquierda latinoamericana corrompió.