Danny Leguízamo (ALN / KonZapata).- Mientras la rectora del CNE, Tibisay Lucena, exhibía una impúdica sonrisa recibiendo la propuesta constituyente de Maduro, la Guardia Nacional emboscaba a los marchistas de la oposición en la autopista Francisco Fajardo en Caracas. Es otro capítulo del “todo o nada” del presidente de Venezuela. ¿Por qué luego de un mes de protestas en Venezuela la asistencia no ha mermado de manera sensible? Porque el Gobierno se decidió por la estrategia del “todo o nada”. Porque la gente llegó, literalmente, al nivel de la indignación. Porque la dirigencia opositora está acompañando las manifestaciones. Porque Nicolás Maduro atiza la cólera con sus acciones anticonstitucionales. Y porque la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y sus simpatizantes ya deben haber entendido que, efectivamente, para ellos también es el “todo o nada”. En el Gobierno quieren todo el poder o nada. Y en la MUD quieren elecciones vencidas y por vencerse o nada. Como el juego se encuentra trancado, la autopista con las salidas próximas hace rato que se congestionó. El embotellamiento es absoluto y en consecuencia, el colapso también.
A propósito de autopistas, ayer el Gobierno, a través de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB), libró un ataque frontal y desmesurado en la autopista Francisco Fajardo de Caracas contra la marcha de la oposición aglutinada en la MUD.
Maduro está apagando las llamas con gasolina
Este no fue un ataque cualquiera. Las batallas del mes pasado ya se quedaron cortísimas frente a lo que ocurrió ayer. Primero, porque nuevamente la MUD logró una asistencia masiva de la sociedad civil a pesar de los comprensibles pronósticos de desgaste. Segundo, porque Maduro está apagando las llamas con gasolina y la gente iba a reaccionar en consecuencia. Y tercero, porque los organismos policiales y militares iban, también, a reaccionar bajo la estrategia del “todo o nada”. A los asistentes de la marcha no les importó arriesgarse más que en otras oportunidades. Y a la GNB no le importó reprimir más que nunca.
Atrapados sin salida en la autopista
La autopista Francisco Fajardo estaba repleta por todos los canales en dirección al oeste de Caracas. Por tratarse de una autopista de gran envergadura, no hay salidas próximas laterales para quien intente escapar de una situación de peligro al menos cada 100 metros. Varios diputados de la MUD intentaban mediar con la GNB.
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Allí fue cuando se desató algo parecido al infierno. Mientras un estandarte de gran tamaño del partido opositor Acción Democrática (AD) era agitado por sus militantes -incluyendo a Henry Ramos Allup, su secretario general-, una andanada impresionante de gas lacrimógeno comenzaba a asfixiar a la concurrencia, al tiempo que la diputada Manuela Bolívar del opositor Voluntad Popular (VP) intentaba tranquilizar a la gente a través de un megáfono:
-¡Calma! ¡No corran! -gritaba Bolívar, mientras la marea humana, absolutamente desorientada por efecto de los gases, buscaba alguna salida próxima. Por allí desfilaron diputados de los opositores Primero Justicia (PJ), AD, VP y Unete (UNT) -entre otros- con severas crisis respiratorias. Henry Ramos Allup insistía en no retirarse. Quisieron resistir los militantes de AD hasta el último minuto junto a militantes de VP, VV y Alianza del Lápiz, aunque humanamente la situación era de altísimo riesgo.
La emboscada del humo
Pero el momento del colapso tardó menos de 15 minutos en manifestarse en todo su esplendor. Ahora sí todos buscaban una salida próxima. Pero: ¿A cuál salida próxima iban a aferrarse algunos marchistas cuando ya la GNB y la PNB habían decidido emboscar desde varios flancos de la autopista? ¿Cuál es la salida próxima cuando la estrategia del Gobierno es “todo o nada”?
La salida próxima resultó demasiado temeraria y no apta para cardíacos: Centenares de marchistas optaron por subir desesperados y a punto de asfixia el terreno que separa la autopista de la avenida Libertador. Ese primer obstáculo fue superado. El segundo fue de mayor envergadura: Un muro de concreto de más de 1,75 metros de alto debía ser brincado. Aquí la mayoría fue auxiliada por quienes ya estaban al otro extremo, el que prometía la salvación momentánea. No cualquiera puede escalar esa altura mientras una andanada de gases llueve por todos los flancos inmisericordemente.
La batalla campal dejó un saldo de más de 300 heridos y un muerto
¿Y qué había al final del muro de concreto? Un cerco enorme de púas, que tardó más de tres minutos en ser echado abajo por manifestantes que estaban en la avenida para socorrer a sus compañeros. Tres minutos que parecieron eternos. Los tres minutos más largos de la vida de muchos, que fueron acompañados por gritos y lágrimas de mujeres de todas las edades. ¿Alguien puede imaginar el terror padecido por aquellos opositores arrinconados entre gases, perdigones, y un casi invencible cerco de púas?
Pero luego de superado ese penoso obstáculo, otra arremetida de gases esperaba en la avenida Libertador. En ese instante, el diputado Ivlev Silva (AD) prestó colaboración auxiliando a diversos marchistas que habían colapsado. Semejante exposición por largo rato -el ir y venir ayudando gente- le pasó factura y tuvo también que ser socorrido por rescatistas de la Universidad Central de Venezuela (UCV), mientras que el diputado Freddy Guevara (VP) fue impactado por una bomba lacrimógena en la pierna. ¿Y qué señalábamos al inicio? Que los parlamentarios van al frente de las marchas. Que sufren igual que sus seguidores. Y eso es un dato que modifica sensiblemente la variable del ánimo de los marchistas. Todos los datos empujan la variable que sostiene la resistencia.
La batalla campal dejó un saldo de más de 300 heridos y un muerto. Para quienes se enfrentaron al cerco de púas, piernas y manos ensangrentadas fueron la norma.
Esa era la Venezuela de la resistencia. La otra cara de la moneda estaba en el centro de Caracas, con Nicolás Maduro haciendo de las suyas en el Consejo Nacional Electoral (CNE), entregando “su” proyecto constituyente inconstitucional, mientras la presidenta del ente comicial, Tibisay Lucena Ramírez, recibía con júbilo aquella salida próxima que encontró Nicolás Maduro para terminar de escaparse de procesos electorales vencidos y por vencerse.
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Otra vez habla Luisa Ortega Díaz
Pero en pleno siglo XXI, una situación de esta gravedad no puede ocultarse. Por eso la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, en una declaración ofrecida al diario The Wall Street Journal, le daba a Maduro su tercera estocada en fila:
-No podemos exigir un comportamiento pacífico de los ciudadanos si el Estado toma decisiones que no están de acuerdo con la Ley -disparó Ortega Díaz. O lo que es igual: Volvió a decir que en este país se rompió el hilo constitucional. Esa es la única lectura posible.
Y no conforme con lo anterior, señaló:
-La Constitución vigente es inderrotable. Es la Constitución de Chávez.
Eso equivale a llamar parricida a Maduro, consistente también con el término “sufragicida” que acuñó Henry Ramos Allup el martes pasado en la Asamblea Nacional. Y equivale a ridiculizarlo, puesto que Luisa Ortega proviene del sector más antiguo del chavismo.
Así, entre la inapropiada e impúdica felicidad de Tibisay Lucena, la constituyente inconstitucional y una represión inadmisible, fue como el Gobierno emboscó a la oposición en la autopista Francisco Fajardo de Caracas. De ese modo se desarrollan los tiempos más oscuros de la historia contemporánea del país, en los que Nicolás Maduro tiene las armas y el pueblo la razón. ¿Habrá salida próxima al desastre?