Pedro Benítez (ALN).- Un trabajo publicado este fin de semana en El País de España denomina al joven y controversial presidente de El Salvador, Nayib Bukele, como “un fenómeno que carece de manual”. Sin embargo, su ascenso político capitalizando el descontento popular con los partidos tradicionales, y su cuestionamiento permanente a todas las instituciones que no controla, son una historia bastante conocida en América Latina y algunos países de Europa. Es un procedimiento de manual pero al estilo 2.0.
A dos años y casi un mes de haber derrotado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales a los dos partidos políticos que han dominado la vida política en El Salvador en los últimos 30 años, el joven presidente de ese país, Nayib Bukele, ha revalidado el apoyo popular a su persona en las elecciones del domingo pasado, donde se eligió a 84 miembros de la Asamblea Legislativa y 262 concejos municipales.
Según el recuento de votos del Tribunal Supremo Electoral, su alianza podría superar la mayoría calificada de 56 escaños. Nunca, desde el fin de la sangrienta guerra civil en 1992, un partido en el gobierno había obtenido una mayoría de ese calibre en el Legislativo. Además, sus partidarios estarían venciendo en más de la mitad de los 262 municipios en disputa, incluyendo la capital San Salvador.
Con esta mayoría Bukele puede designar sin necesidad de ningún acuerdo con otros grupos políticos al fiscal general, a un tercio de los jueces de la Corte Suprema, al procurador general de Derechos Humanos y la Corte de Cuentas, esta última encargada de velar por la transparencia en los gastos públicos.
El estilo Bukele
Así, su irrupción ha roto el equilibrio político en El Salvador que hasta 2019 protagonizaron la Alianza Republicana Nacionalista (Arena, de derecha) y el exguerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, de izquierda). Cuando uno de ellos controlaba la presidencia tenía al frente a una oposición fuerte. Era una herencia de los acuerdos de paz de 1992.
Pues Bukele ha barrido con ellos. Este es un resultado que ha despertado la preocupación de los observadores internacionales dado el estilo de este joven mandatario de 39 años. Las alarmas dentro y fuera de El Salvador se encendieron cuando en febrero de 2020, invadió el recinto de la Asamblea Legislativa con militares y policías fuertemente armados a fin de presionar la aprobación de un préstamo para su plan de seguridad.
Esta acción desconcertó a la comunidad democrática del continente, desató las lógicas acusaciones de autoritarismo por parte de la oposición salvadoreña, pero entusiasmó a buena parte de la población.
Esa ha sido la más grave de las acciones del extravagante estilo de Nayib Bukele. Un presidente informal al vestir, obsesionado con su publicidad personal, que gobierna a su país por medio de las redes sociales y que no oculta su desprecio por las formas institucionales.
Así por ejemplo, se ha negado a rendir cuentas ante la Corte de Cuentas, por lo que su gestión se caracteriza por la opacidad. En los días previos a la reciente cita electoral no se ha ahorrado críticas contra el Tribunal Electoral y ha acusado a algunos de sus miembros de corrupción.
Pero Bukele es un presidente enormemente popular, que ha despertado un inusitado entusiasmo en la mayoría de los salvadoreños. Con 71% en los estudios de opinión pública, viene a ser, de lejos, el mandatario más popular de América.
Su gestión no ha carecido de éxitos. En la pandemia sus conciudadanos han valorado su empatía con la crisis provocada por los confinamientos. Su gobierno ha dado 300 dólares mensuales a las familias durante estos meses de parón económico. También ha ocurrido una disminución de los índices de violencia, uno de los grandes males de El Salvador.
Aunque hay denuncias, al parecer bien documentadas, que indican que este último logro se debe a acuerdos de su gobierno con las maras, bandas muy violentas vinculadas al narcotráfico. Este tipo de arreglos ya lo han intentado sus predecesores en el cargo.
La crisis de los partidos tradicionales
Sin embargo, la popularidad de Nayib Bukele la podemos encontrar en lo que pavimentó su camino a la presidencia de su país. Una historia bastante conocida en América Latina y algunos países de Europa. El desgaste del bipartidismo que protagonizaron Arena y el FMLN.
El primero gobernó El Salvador durante dos décadas (1989-2009). Sus gobiernos se vendieron como la garantía de la estabilidad económica, de las buenas relaciones con Estados Unidos (de donde llegan las remesas tan necesarias para la economía) y era, a fin de cuentas, el beneficiario electoral de todos aquellos que tenían temor a que los exguerrilleros del FMLN llegaran al poder.
Pero Arena sufrió el desgaste con el enjuiciamiento y cárcel de sus dos últimos presidentes, Francisco Flores (1999-2004) y Elías Antonio Saca (2004-2009).
No obstante, al FMLN le ha ido electoralmente peor. Es el principal damnificado con el ascenso de Bukele, quien se ha llevado la mayoría de su electorado, en particular a los jóvenes. El fenómeno Bukele empezó dentro de las filas del FMLN. Su padre, un empresario, tuvo relaciones estrechas con la guerrilla durante la guerra civil (1980-1992). Y al parecer Schafik Handal, uno de los cinco comandantes del frente, se llegó a esconder en su casa.
En 2015 Bukele fue electo alcalde de El Salvador como candidato del FMLN con su estilo de renovación. Pero rápidamente se peleó con el partido y pasó a aliarse con otro grupo disidente de Arena, con el que ganó las elecciones presidenciales de 2019.
En el proceso Bukele arrastró consigo al grueso de sus electores, también decepcionados con sus gobiernos. Mauricio Funes, primer candidato del FMLN en ser elegido presidente en 2009, hoy es prófugo de la justicia salvadoreña acusado de corrupción y se esconde en Nicaragua protegido por Daniel Ortega. También en su momento, Funes, un periodista independiente, se vio como una alternativa para renovar la política salvadoreña.
Como vemos de Italia a Brasil, pasando por México o Venezuela, esta historia de líderes carismáticos llevados al poder por la incompetencia y corrupción de los partidos tradicionales, y que luego amenazan a las instituciones democráticas, se repite una y otra vez. El de moda hoy es el presidente 2.0 de El Salvador.