Daniel Gómez (ALN).- Para los españoles que viven en España y también para los que están en el extranjero el voto postal supone toda una hazaña. Y un “calvario”. Correos sigue tramitando más de 1,3 millones de solicitudes recibidas. Pero se queda sin tiempo para repartir las papeletas. Y luego procesarlas como votos. En un día se acaba el plazo. Reina el caos. Las colas. El estrés. En Madrid llueve. La gente espera fuera de las oficinas porque no cabe dentro. Algunos aguantan, horas incluso, para ejercer su derecho: votar. Otros abandonan desesperados. En el extranjero, en cambio, este trámite les cuesta dinero. Tiempo. Largos desplazamientos. Hay relatos, y se los cuentan a ALnavío Sara, Carlos, Marta y Eduardo.
Son las ocho. La lluvia es fina. El termómetro marca siete grados. La de este miércoles es una de las mañanas más invernales de la primavera de Madrid. La cola del Correos de la calle Guzmán el Bueno parece la de un concierto de Metallica. Una fila de gente rodea la vía y sube por la perpendicular que lleva hasta al parque de Canal Isabel II, a 600 metros de la oficina. El problema es que no están ahí para escuchar música. Están para votar.
– Hola, ¿esta es la cola para el voto?, pregunta una chica.
– Sí, contesta un grupo de muchachos riéndose.
La chica que pregunta también ríe. Tuerce la boca. Irónica. Incrédula. Da media vuelta y se va despidiéndose con la mano. La cola avanza lento. Pasa una hora, y apenas se dan unos pasos. Mientras, se hace más y más grande. Y eso que hay muchos que desisten. Que se van.
El martes, la Junta Electoral amplió el plazo del voto por correo hasta el jueves. En principio, la fecha límite era la de este miércoles 24 de abril, pero la alta demanda de votos, más de 1,3 millones, y los problemas en la entrega -muchas personas que solicitaron las papeletas hace más de dos semanas seguían sin recibirlas- obligaron a la junta a tomar esa decisión. Decisión que este miércoles, ante la alta demanda, fue modificada para establecer el viernes como fecha límite.
Correos afirma que ampliarán los horarios media hora en la apertura y media hora en el cierre en las 2.400 oficinas que tiene en España. “Correos está adoptando todas las medidas organizativas necesarias para garantizar el cumplimiento de las obligaciones que le son encomendadas en los procesos electorales, por ser el operador designado por el Estado para prestar el Servicio Postal Universal”, aclaró en un comunicado.
Pese a las medidas extraordinarias, los usuarios hablan de caos en Correos. Está el caso de Sara. Vive en un pequeño pueblo de Castilla y León, muy cerca de Madrid. Lo que pasa es que trabaja el domingo 28, día del voto presencial, y no podrá estar en su colegio electoral de siempre. Por eso tuvo que recurrir al servicio postal.
– Menudo calvario, declara a ALnavío.
Pidió el voto hace tres semanas. Para quien no entienda esta expresión, en España, pedir el voto representa la primera parte del trámite que exige Correos.
Con antelación, el usuario que no puede votar en su colegio electoral debe acudir a una oficina para reclamar las papeletas y la información de su provincia. Una vez se reciben estos documentos, puede votar, yendo a cualquier oficina que le quede cerca.
A Sara, que fue precavida, las papeletas le llegaron a su casa en Madrid en Semana Santa. Sin embargo, como estaba de vacaciones, tuvo que ir a recogerlas a la oficina ya que es un trámite que se tiene que ejecutar de forma presencial y con el documento de identidad en mano.
Entonces Sara probó suerte el lunes en la tarde, pero ya fue imposible. Las colas eran demasiado largas y tenía el tiempo justo. Por eso se organizó para el martes, despejando la agenda para poder votar.
– Fui a las 11 de la mañana. Tuve que hacer una larga cola, porque no había ni número ni turnos. Una hora y pico después pude recoger las papeletas y me fui a casa a comer pronto, pensando que a eso de las dos habría menos gente en Correos.
Sara se equivocó. A las dos y media regresó a la oficina y sorpresa: había más personas.
– Saqué el ticket para conocer mi número de espera y era el 776. La pantalla marcaba el 606. Entonces me fui a dar un paseo de media hora y cuando volví, ya iban por el 675, así que esperé 45 minutos y ya por fin pude votar.
A Sara votar le costó más de tres horas y una dosis de estrés.
– En la oficina todo era desorganización. Nadie sabía dónde se tenía que poner porque había dos colas. La gente tampoco sabía qué papelito sacar de las máquinas. El personal de la oficina estaba a tope. Por suerte, los que estábamos allí nos ayudábamos.
Casos como el de Sara no son la excepción. Son la norma. Carlos, un muchacho que acudió al Correos de Guzmán el Bueno para votar, está ahora en un dilema. ¿Votar o no votar?
– No sé qué hacer. Quiero votar porque es mi derecho. Pero no tengo tiempo. Tengo mis obligaciones. No ponen facilidades. Solicité el voto hace dos semanas, y como nunca estoy en casa, no he podido recoger las papeletas. Ahora se supone que tengo que esperar aquí, con suerte, dos horas para recogerlas, y otras dos horas para efectuar el voto. No puedo perder tanto tiempo. Probaré suerte mañana viniendo a primera hora con un café y el desayuno. Como si estuviera en un concierto, relata Carlos a ALnavío.
Votar es un derecho. Por eso es gratis. Al menos en España. No ocurre lo mismo para los españoles que están en el extranjero. Marta es una estudiante que reside en Gante, Bélgica. Esta es su historia.
– Tuvimos que ir a la embajada española en Bruselas. Tuve que pagar el tren, solicitar el derecho a voto con los papeleos. Cuando los acabamos, nos dijeron que tendríamos que esperar, seguir las instrucciones que dice la carta y enviar el correo certificado.
Marta, entre el desplazamiento a Bruselas y una tasa que tuvo que pagar en la embajada, gastó casi 23 euros. Los 16 que le costó el transporte, más 6,95 euros quele costó certificar el envío.
– El personal de la embajada me dijo que guardara las facturas porque se supone que te reembolsan el dinero. Pero también me dijo que hay gente que sigue esperando por el dinero de las elecciones de 2011. No tengo mucha fe de recuperar ese dinero, la verdad, y me duele.
Pese a todo, Marta tuvo suerte. El martes votó sin problema desde la oficina postal en Gante. Suerte que no están teniendo los que viven en España, y tampoco Eduardo. Este muchacho vive en Inglaterra. Concretamente en Harlow, situada en el condado de Essex. Allí estudia y trabaja.
Cuenta a ALnavío que primero acudió a una oficina de la zona. Le dijeron que no podían hacer nada por él. Que tendría que acudir a la embajada española en Londres. ¿Cómo? Con un dinero y un tiempo que no tenía. Por eso decidió no votar.
– El viaje con comida y metro serían unos 40-50 euros. Tendría que perder una mañana de trabajo completa. Dinero y tiempo que no tengo. Con lo fácil que sería pedir esto por internet.
Lo del voto por internet es otro debate. La tecnología no es del todo segura, y el blockchain, que sí blinda las transacciones, necesita seguir evolucionando. Mientras, en Madrid la primavera sigue secuestrada por el invierno. Ya es la tarde, y el Correos de Guzmán el Bueno sigue pareciendo un concierto. La cola es larga. Se ven paraguas. Gente que viene y va. Desesperación. Un “calvario”, como dijo Sara.