Pedro Benítez (ALN).- El bolívar fuerte fue otra de las ilusiones perdidas del largo mandato de Hugo Chávez. Un símbolo de su poder y de un proyecto que creía eterno. La pulverización del signo monetario corre paralelo a la demolición de su legado. El socialismo del siglo XXI le hace pagar a los venezolanos las consecuencias del permanente desafío a las leyes de la economía.
El 1 de enero de 2008 por iniciativa del expresidente Hugo Chávez entró en vigencia el bolívar fuerte, uno de los más emblemáticos proyectos económicos del extinto mandatario.
En sus propias palabras: “Una economía fuerte, un bolívar fuerte, un país fuerte”. En la cumbre de su poder y con los precios del oro negro en 2007 por encima de los 100 dólares el barril, a muchos venezolanos aquella les parecía una promesa creíble.
Con una cotización inicial de 2,14 bolívares por dólar, era parte de su ambicioso proyecto refundacional de Venezuela que lo colocaría por encima de gobernantes venezolanos como Antonio Guzmán Blanco, creador original del bolívar como unidad monetaria (y del culto a Simón Bolívar en el país) y de Juan Vicente Gómez, bajo cuya larga dictadura (1908-1935) comenzó la explotación petrolera y cinco décadas de estabilidad cambiaria que hizo de aquella moneda una de las más fuertes del mundo.
De hecho, entre 1931 y 1983 el bolívar sobrellevó una sola devaluación, en 1960 de 3,50 a 4,50 por dólar, y una revaluación de 4,50 a 4,30 en la administración del expresidente Rafael Caldera (1969-1974). Cuando Venezuela se unió a los países latinoamericanos afectados por la Crisis de la Deuda y en febrero de 1983 el gobierno de turno devaluó e impuso un control de cambios, aquello representó un acontecimiento raro y dramático.
El socialismo del siglo XXI le hace pagar a los venezolanos las consecuencias de su permanente desafío a las leyes de la economía
Desde entonces, Venezuela ha vivido una sucesión de crisis económicas y políticas. Dos generaciones de venezolanos no han conocido cinco años seguidos de crecimiento económico, el país no ha cesado de vivir con tasas de inflación altas o galopantes superiores a los dos dígitos anuales y periódicas devaluaciones que a su vez han devaluado las condiciones de vida de la mayoría.
Con la introducción de “su” bolívar fuerte, Chávez creía poner fin a esos ciclos económicos. Regresarían así los buenos años que las generaciones anteriores recordaban con nostalgia. El precio del barril del petróleo que él (y varios analistas) creían que llegaría a los 200 dólares, era la garantía.
Pero desde aquel mismo momento hubo señales que indicaban que la historia de la nueva moneda no sería tan promisoria. Al momento de ocurrir la reconversión monetaria (consistió en eliminar tres ceros y una nueva edición de billetes) la cotización oficial del bolívar era 2.150 bolívares por dólar, mientras que en el mercado negro se cambiaba hasta por 4.000 bolívares.
La diferencia entre las dos tasas nunca se lograría cerrar y en 2011 el propio Chávez hizo la primera devaluación de su moneda llevando la tasa oficial a un simbólico 4,30 por dólar.
Una serie de cada vez más complejos mecanismos de asignación de divisas y controles condujeron desde entonces al caos y a la corrupción cambiaria. Veamos esta evolución:
2008: Oficial (Bs2,15)
2009: Oficial (Bs2,15)
2010: Oficial (Bs2,15/4,30). Otro oficial llamado Sitme (Bs5,30).
2011: Oficial (Bs4,30)
2012: Oficial (4,30 bolívares)
2013: Oficial (Bs4,30/6,30) y otro oficial llamado Sicad (Bs12).
2014: Oficial (Bs6,30), Sicad (Bs12) y Sicad II (Bs49,99).
2015: Oficial (Bs6,30), Sicad (Bs13,50) y Simadi (Bs198,70).
2016: Dipro (Bs10), Sicad (Bs13,50) y Dicom (Bs664,62). Todos oficiales.
Ninguna de estas tasas oficiales ni métodos para asignar dólares lograron controlar o eliminar el negro o paralelo. Algo fascinante para cualquier estudioso de la economía, pero dramático para el nivel de vida de los venezolanos. Tampoco impidieron, no obstante, las reiteradas promesas oficiales: detener una loca tasa de inflación que, pese a que Venezuela es el país en el que más aumentos nominales de salarios mínimos se han hecho en el último lustro, sea en realidad el más bajo de América en términos reales.
Por otro lado, el exjefe de Estado anunció y amenazó en agosto de 2007 con medidas que harían aún más positivos los efectos de la reconversión monetaria.
¿La medida? Reducir en cinco puntos el Impuesto al Valor Agregado (IVA), de 14% al 9%, que según Chávez implicaría “una disminución de tres puntos en el índice de inflación” anual. Una demostración de la absoluta ignorancia económica y falta de asesoría adecuada del comandante-presidente.
En 2008 el bolívar fuerte consolidó una ilusión de estabilidad creada por el más largo y mayor auge de precios del petróleo y no por ninguna acción del gobierno
¿La amenaza? La nacionalización de todo el sector alimentario mediante una ley para declararlo “de utilidad pública”. Así pretendía aplacar la escasez de productos como carne y azúcar que los controles de precios de época estaban provocando.
Afortunadamente no lo hizo, porque dados los resultados de todas las nacionalizaciones y expropiaciones efectuadas por su administración, en particular en el sector agroalimentario, de haber llevado a cabo aquella amenaza la situación humanitaria de Venezuela hoy sería todavía peor.
En 2008, el bolívar fuerte vino a consolidar una ilusión de estabilidad creada por el más largo y mayor auge de precios del petróleo de la historia moderna, y no por ninguna acción del gobierno revolucionario. Pese a que el entonces presidente se atribuía el aumento del precio de los hidrocarburos como uno de sus logros. Creencia que sus apologistas solían reafirmarle, pasando por alto el incremento del consumo de energía de China y los efectos de la invasión a Irak en el mercado mundial, situaciones sobre las cuales Venezuela no tenía ningún control.
Además, apuntaló la sobrevaluación del signo monetario venezolano, que hacía más baratas las importaciones y encarecía la producción nacional, situación que, junto con las políticas de controles de precios, controles de divisas, importaciones públicas subsidiadas, nacionalizaciones, expropiaciones y hostilidad al sector privado de la economía, fueron el cóctel perfecto para destruir buena parte del aparato productivo nacional.
De aquellos polvos a estos lodos. La recapitulación de estos hechos nos demuestra que Nicolás Maduro ha sido el fiel continuador de las políticas socialistas de su antecesor, con la diferencia que mientras el segundo lanzó la economía venezolana de un quinto piso sin amortiguadores, el primero lo ha hecho del décimo quinto.
El bolívar fuerte fue otra de las ilusiones perdidas del largo mandato de Hugo Chávez. La pulverización de ese signo monetario corre paralelo a demolición de su legado.