Rogelio Núñez (ALN).- Las primarias partidistas suelen ser meros actos internos con una incidencia acotada para el escenario político nacional. No ha sido así en las internas que tuvieron lugar en Argentina el domingo 11 de agosto. Sus resultados han convulsionado el mapa electoral del país sudamericano, han transformado el panorama político y han tenido una incidencia económica a escala local argentina y latinoamericana.
Las internas argentinas se saldaron con un aplastante triunfo opositor (del kirchnerista Frente de Todos encabezado por Alberto Fernández como presidenciable y la expresidenta Cristina Fernández como vicepresidenciable) sobre un Mauricio Macri que recibió un contundente varapalo. Estas internas (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, las PASO) no han servido para que el electorado elija a los candidatos presidenciales pues cada partido y coalición sólo presentó una única opción y al final se transformaron en un termómetro con vistas a las presidenciales de octubre. En realidad, en Argentina, las primarias funcionan, de facto, como una especie de primera vuelta.
En este sentido, el periodista Ricardo Kirschbaum en el diario Clarín señala que “el principal acierto de los ganadores ha sido, con claridad, articular una coalición electoral entre el peronismo y el kirchnerismo, en la que tanto Alberto Fernández como Cristina Kirchner cumplieron su papel, aunque fue notorio que el paso crucial lo dio la expresidenta cediendo el lugar de la candidatura. Fernández fue el que acercó a quienes habían puesto reparos y rechazaban la candidatura de Cristina, articuló la alianza con Sergio Massa (cuyo aporte electoral contribuyó a la catástrofe que sufrió Vidal, una dirigente valiosa del macrismo). Ese acuerdo le mostró al peronismo el umbral del poder”.
Fueron al final 15 puntos de ventaja para la oposición con respecto a la coalición oficialista lo que coloca en muy favorable posición al kirchnerismo. No sólo para ser la fuerza más votada en la primera vuelta del 27 de octubre sino con grandes opciones para ganar sin necesidad de acudir al balotaje del 24 de noviembre.
Los resultados han avalado la estrategia desplegada por Cristina Kirchner cuando decidió no ser ella la candidata a presidenta y cedió el puesto a una figura moderada y aceptable para los mercados y capaz de ganar el centro político como Alberto Fernández. Por el contrario, a Macri de nada le sirvió llevar a un peronista antikirchnerista como compañero de candidatura, Miguel Ángel Pichetto, ya que está lastrado por la mala marcha de la economía y sus erradas decisiones.
En este sentido, el periodista argentino Ricardo Kirschbaum señala en el diario Clarín que “el principal acierto de los ganadores ha sido, con claridad, articular una coalición electoral entre el peronismo y el kirchnerismo, en la que tanto Alberto Fernández como Cristina Kirchner cumplieron su papel, aunque fue notorio que el paso crucial lo dio la expresidenta cediendo el lugar de la candidatura. Fernández fue el que acercó a quienes habían puesto reparos y rechazaban la candidatura de Cristina, articuló la alianza con Sergio Massa (cuyo aporte electoral contribuyó a la catástrofe que sufrió Vidal, una dirigente valiosa del macrismo). Ese acuerdo le mostró al peronismo el umbral del poder”.
La derrota de Mauricio Macri en las internas se daba por descontada. La sorpresa ha sido la magnitud de esta (el kirchnerismo superó el 45% de los votos). Los 15 puntos que han separado al actual mandatario con respecto al ganador abren la posibilidad de que la candidatura opositora pueda incluso vencer en primera vuelta el 27 de octubre.
Estos resultados adelantan, por lo tanto, un panorama imprevisto. Todo indicaba que la victoria kirchnerista sería por la mínima y que en una segunda vuelta Macri reuniría el voto antikirchnerista y tendría cerca la reelección. Ahora ese panorama es radicalmente diferente por dos razones:
1-. La contundente victoria acerca al kirchnerismo al triunfo en primera vuelta
Todo apunta a un triunfo del kirchnerismo el 27 de octubre. Para que eso ocurra la candidatura Fernández-Fernández necesita o bien superar el 45% de los votos o el 40% con diez puntos de ventaja sobre el segundo. Y en las PASO el kirchnerismo no solo saltó por encima del 45% sino que aventajó en 15 puntos a Macri. Así, aunque el macrismo logre recuperar posiciones, lo más probable es que el Frente de Todos (kirchnerismo) supere el 40% y aventaje en 10 puntos a Macri.
El actual presidente, dado el alto grado de polarización y la alta participación en las PASO (75%), no tiene mucho espacio hacia donde crecer para recortar distancias. La debilidad de las terceras fuerzas provoca que el macrismo apenas pueda sumar más allá de su propio voto duro. Solo podría aumentar respaldo captando a quienes respaldaron a Roberto Lavagna (Consenso Federal), quien quedó tercero, con el 8,3%; pero esos votos se repartirán entre Macri, los Fernández y la abstención. Del resto hay poco que conquistar: Juan José Gómez Centurión (NOS) sorprendió con el quinto lugar (2,6%) por encima de José Luis Espert (Despertar) que se quedó en 2,1%. Y los otros cuatro precandidatos presidenciales quedaron por debajo del 1,5% requerido para poder estar en octubre.
Además, resultados como el de la decisiva provincia de Buenos Aires -el kirchnerista Axel Kicillof superó el 49% frente al 32% de la actual gobernadora, la macrista María Eugenia Vidal– reducen aún más las posibilidades de Macri para octubre pues este distrito es un gran caladero de votos que también ha dado la espalda al oficialismo.
2-. La clave pasa por la reacción de los mercados
Tras votar los ciudadanos en las PASO y antes de esa primera vuelta en octubre la clave va a estar en la reacción de los mercados. Si el varapalo a Macri desemboca en un terremoto económico, este hundiría aún más las posibilidades del presidente de lograr la reelección pues su única bandera actual consistía en haber conseguido estabilizar desde mayo la inflación y el dólar. Macri ha sido castigado en las PASO por la mala marcha de la economía y lo sería aún más si en este tramo final de su mandato perdiera las riendas de la situación.
Pero incluso, si con el paso de las semanas, los mercados vuelven a la normalidad esto será más un aval hacia la candidatura kirchnerista que a Macri, pues evidenciaría que las llamadas a la tranquilidad de Alberto Fernández han surtido efecto.
Por el momento, los mercados han reaccionado mal ante estos resultados lo cual entra dentro de la lógica producto de la resaca y la sorpresa de la jornada electoral. Hubo el lunes un desplome de más del 35% en la bolsa y un salto del precio del dólar en el mercado cambiario local: la moneda estadounidense subió 19%, hasta los 55 pesos por unidad. En el mercado de títulos públicos argentinos, los bonos también se hundieron en casi 30%, mientras que el índice de riesgo país trepó treinta unidades, hasta los 905 puntos básicos. La onda expansiva ha llegado a toda la región: el peso mexicano se depreció 0,83%; el chileno cerró la jornada con retroceso de 0,41%, mientras que el real brasileño cedió 1%. También registraron pérdidas en la bolsa mexicana (1,41%), la de Santiago (1,76%) y la plaza bursátil de Lima (1,64%).
La clave económica, de todas formas, pasa por ver por dónde camina la economía en las próximas semanas y si este pánico se extiende o acaba moderándose.
Más allá de cómo acabe todo, con la reelección de Macri o con el regreso del kirchnerismo, de todo este proceso cabe rescatar dos factores.
En primer lugar, que, por primera vez desde la vuelta de la democracia en 1983, un gobierno no peronista (en este caso el de Macri) va a terminar su mandato, algo que no pudieron lograr ni Raúl Alfonsín (que abandonó en 1989 el poder seis meses antes del final de su mandato) ni Fernando de la Rúa que renunció tras solo dos años en la Casa Rosada en 2001.
Y, en segundo lugar, la posible vuelta del peronismo kirchnerista al poder demuestra que se puede perder la presidencia y, tras una travesía del desierto, conquistar de nuevo el favor ciudadano y volver a ganar unas elecciones. Una enseñanza que puede servir en otros contextos (como el de Venezuela) donde el oficialismo se resiste a convocar elecciones libres por temor a perder un poder que, eventualmente, podría reconquistar a través de las urnas.
Polarización, desafección, voto de castigo y un futuro de compleja gobernabilidad
Las PASO argentinas han venido a confirmar algunas de las características que están marcando las citas ante las urnas en América Latina, sobre todo en este año 2019. Se trata de comicios marcados por la polarización, el voto de castigo a los gobiernos y por un futuro caracterizado por una compleja gobernabilidad:
Polarización
En primer lugar, los comicios argentinos han mostrado el alto grado de polarización que caracteriza la política latinoamericana. Las PASO donde participaban 10 candidatos, han acabado concentrando el voto (en 80%) en dos figuras: en el kirchnerista Alberto Fernández y en Macri.
En el caso argentino los resultados confirman la “grieta” que padece el país: una marcada polarización sin puentes de comunicación ni capacidad de consenso entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo. El voto kirchnerista, seguidor de la expresidenta, es un voto duro y muy fiel que se ha acercado en esta ocasión al 50% mientras que el voto a favor de Macri es más bien un respaldo resignado, descontento con el actual gobierno pero que se inclina por el mandatario a causa de un rechazo visceral al kirchenrismo.
Como señala el investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano, Carlos Malamud, “Argentina vuelve a estar ante el precipicio. En las elecciones presidenciales de octubre, se decidirá entre la continuidad del proyecto macrista o el regreso del kirchnerismo a la Casa Rosada. No hay opciones alternativas, dada la fuerte polarización presente en el país. Esto provoca que las otras fuerzas, tanto a la izquierda, como en el centro o incluso en la derecha, estén siendo licuadas por la actual dinámica política”.
Voto de castigo y del enojo
El descontento y la desafección ciudadana en Argentina se ha traducido en el respaldo a la oposición, al kirchnerismo, convertido en herramienta de ese voto de castigo a la gestión oficialista, encabezada por Mauricio Macri.
La posible vuelta del peronismo kirchnerista al poder demuestra que se puede perder la presidencia y, tras una travesía del desierto, conquistar de nuevo el favor ciudadano y volver a ganar unas elecciones. Una enseñanza que puede servir en otros contextos (como el de Venezuela) donde el oficialismo se resiste a convocar elecciones libres por temor a perder un poder que, eventualmente, podría reconquistar a través de las urnas.
Como señaló el periodista Fernando Laborda en el diario La Nación días antes de las elecciones, “lo cierto es que, a juicio de no pocos analistas, será el nivel de rechazo hacia Macri y hacia Cristina Kirchner el que terminará definiendo la elección presidencial. Se tratará, tal como lo sugirió tiempo atrás el asesor macrista Jaime Durán Barba, de un campeonato para definir al menos malo. Cuánto ayudará la presencia de Alberto Fernández en el primer término de la fórmula a enmascarar el liderazgo de la exmandataria es una de las preguntas clave”.
Al final, el kirchnerismo ha canalizado el voto de rechazo a un gobierno que a duras penas logró en 2019 estabilizar la situación económica (controlar el dólar y bajar levemente la inflación) pero sin lograr sacar al país del decrecimiento. El voto de castigo a los oficialismos y a la clase tradicional que aupó al poder a Iván Duque en Colombia, a Jair Bolsonaro en Brasil, a Andrés Manuel López Obrador en México o a Nayib Bukele en El Salvador, ha encontrado en Argentina su propio vehículo, el kirchnerismo. Un resultado que pone en cuestión (como el de López Obrador en México) que la región esté girando hacia la derecha. América Latina vota, en la actual coyuntura y en la mayoría de los casos, contra quien está en el poder y no siguiendo adscripciones de derecha o izquierda.
De hecho, todas las citas ante las urnas de 2019 y la mayoría de las de 2018 se han saldado con triunfos opositores. Los candidatos oficiales recibieron duros castigos (en El Salvador, el FMLN fue el tercero más votado y en México el PRI en el poder quedó a treinta puntos del vencedor) o no lograron acceder a la segunda vuelta (Colombia y Guatemala).
El periodista Claudio Jacquelin en La Nación subraya que “nadie anticipó ni vio venir la magnitud de lo que finalmente ocurrió: la abrumadora cantidad de sufragios que obtuvo el Frente de Todos y el notable nivel de rechazo que recibió el oficialismo. Un descomunal voto castigo para el Gobierno…. En la fragilidad y el deterioro de la economía, general y personal, parece estar la clave de casi todo. Se votó con el bolsillo (desfondado). Los antecedentes permitían preverlo, las encuestas alteraron el sentido común”.
Un futuro marcado por una compleja gobernabilidad
Otro elemento presente en la cita argentina es el de la futura compleja gobernabilidad que lanza una sombra de duda sobre la posibilidad de garantizar la estabilidad.
En el caso argentino está por ver si la fortaleza del kirchnerismo se traduce en una mayoría en el legislativo. Todo indica que estaría muy cerca ya que Fernández arrasó en Buenos Aires; ganó en Santa Fe por 10 puntos; en Mendoza, por tres, y sacó diferencias amplísimas en todo el norte del país y en la Patagonia. El kirchnerismo solo perdió en los dos grandes bastiones macristas: Córdoba (perdió por 18 puntos) y la ciudad de Buenos Aires (por 11).
De todas formas, un nuevo gobierno con Cristina Kirchner en el poder (aun en calidad de vicepresidenta) tendrá enfrente y muy contra no solo al 50% del país, sino que deberá lidiar con la constante desconfianza de los mercados por más que Alberto Fernández despliegue todos sus encantos para tranquilizar a esos mercados. De hecho, sus primeros mensajes han ido por el camino de tratar de tranquilizar al votante de centro y sobre todo a los mercados: “Nunca fuimos locos, vamos a arreglar lo que otros estropearon. Nuestro objetivo es que los argentinos recuperen la felicidad. Los que están intranquilos que se tranquilicen. Siempre arreglamos los problemas que otros generan. Vamos a trabajar para que los argentinos pacifiquen sus espíritus”.
¿Será verdad que retorna el castrochavimo a la América Latina?
Macri, que aún tiene opciones de remontada si bien mínimas, corre el riesgo de convertirse en un pato cojo de aquí a octubre y si pierde durante dos meses más hasta el traspaso de poder. Por su lado, un futuro gobierno kirchnerista no va a ser fácil pues la gran duda es como se desarrollará la convivencia entre el presidente (Alberto Fernández) y la verdadera líder del kirchnerismo (Cristina Fernández de Kirchner). Dos fuertes personalidades, con estilos y visiones diferentes y que ya hace diez años pasaron de cercanos aliados y colaboradores políticos a descarnados rivales.
Como apunta el periodista Joaquín Morales Solá en La Nación, “Alberto es una versión más moderada del kirchnerismo. El carácter fuerte que tiene ante los periodistas (y que poco influyó en las elecciones) es el mismo carácter con el que se relaciona con Cristina. De hecho, fue el único de sus funcionarios que le tiró la renuncia y se fue del cargo. Cristina nunca le perdonó ese gesto hasta la reconciliación necesaria. Debe aceptarse que ella tuvo razón cuando convocó a Alberto para que construyera una amplia alianza de peronistas, que Cristina no podía hacer por su historia de peleas constantes. ¿Esa condición de peleadora, que desplegaba también con su marido, no seguirá predominando cuando ocupe una franja importante del poder? ¿Cómo le responderá Alberto, que tendrá en ese caso los atributos del jefe del Ejecutivo? Son preguntas sin respuesta todavía”.