Juan Carlos Zapata (ALN).- Esta es la imagen. Del Guaidó que no es el mismo desde que salió de Caracas y llegó a Bogotá el 20 de enero como punto de partida de una extensa gira internacional que ha tenido punto cumbre en la Casa Blanca. Esta es la imagen del Guaidó que le habla a Trump. Que le señala a Donald Trump el siguiente paso en la causa por la democracia de Venezuela. De todas las fotos distribuidas por las oficinas de prensa de los presidentes de los Estados Unidos y de Venezuela, esta es la elocuente. La que muestra al Guaidó que ya es diferente. El rojo de la corbata de Trump es más intenso pero Guaidó le saca media cabeza y en ese momento parece estarle diciendo: “More pressure, Mr. President”.
Ya no hay quien niegue que la gira de Juan Guaidó ha sido todo un éxito. No hay antecedentes del trato ofrecido a un presidente de Venezuela como el que Trump le acaba de brindar a Guaidó. Un conocedor de estos protocolos como Diego Arria lo asegura. Lo sabe porque siguió al detalle la visita de Rafael Caldera en el primer gobierno y acompañó a Carlos Andrés Pérez, también del primer periodo, ambos en los años 70, en su estancia en la Blair House. Pérez repitió en 1991, según recuerda quien se desempeñaba como ministro de Cordiplan, Miguel Rodríguez. «Nos quedamos dos noches y George Bush nos ofreció un banquete con 1.000 invitados». Caldera, Pérez y Guaidó son los únicos presidentes en la historia de Venezuela invitados a pernoctar en la Casa de Huéspedes. Tampoco tiene precedente la ovación unánime de republicanos y demócratas en el Congreso, una vez que fuera presentado por Trump en medio del discurso del Estado de la Unión. Ha sorprendido el secretismo con el que se manejó la asistencia de Guaidó al evento parlamentario. Y el secretismo de la entrevista con Trump en la Casa Blanca, hasta que se concretó. El presidente de los Estados Unidos, dijo Arria, no escatimó en reconocerlo como Presidente de Venezuela, y ese fue el trato que se le brindó al arribar a la Casa Blanca.
-Tenía que ser así -dijo una fuente en Washington-. La discreción era clave. Se ha logrado por la discreción absoluta. Y se le atribuye mucho mérito al embajador Carlos Vecchio. Vecchio es un tipo excepcionalmente Smart.
Ya Guaidó no puede ser el mismo. No es el mismo. No será el mismo. Al terminar los actos en Madrid y antes de partir para Canadá, el propio Guaidó no podía creer lo que le estaba ocurriendo. Se lo comentó a algunas personas del equipo. La reunión con Boris Johnson. El encuentro con Angela Merkel. La conversación con Sebastian Kurz. La visita a Emmanuel Macron. La entrevista con Kyriakos Mitsotakis. La cita con Josep Borrell. Y después de Madrid faltaría Justin Trudeau. Y faltaría Donald Trump, una reunión tejida con todo ese suspenso por lo que el impacto ha resultado mayor. En algunas más tiempo, en otras menos tiempo. En unas a solas. En otras no. Lo cierto es que este roce internacional que comenzó con Iván Duque en Bogotá y siguió por Bruselas, Davos, Francia, España, Canadá y los Estados Unidos, no puede dejar intacta la naturaleza de un liderazgo.
Victoria política para Guaidó y victoria política para Trump en una misma tarde
Por lo pronto, Guaidó ha alcanzado cuatro objetivos principales.
Primero, realinear las fuerzas internacionales, reafirmar el compromiso de los aliados, de la comunidad internacional, y de factores y personalidades, exmandatarios y líderes, poder de opinión pública, poder que influye en las decisiones globales.
Segundo, relanzarse como líder, como Presidente Encargado de Venezuela; consolidarse como la única referencia viable ante la dictadura de Nicolás Maduro, reconocido por 60 países e, invariablemente, reconocido por los factores políticos internos.
Tercero, reavivar en el mundo el tema Venezuela, la tragedia de Venezuela, y la necesidad de alcanzar una pronta solución porque a nadie le conviene que se extienda la crisis por las consecuencias regionales y globales que genera; de hecho, los estallidos sociales y las protestas de 2019 en América del Sur, le ponen urgencia a la solución.
Cuarto, el eco y el compromiso alcanzado en América Latina, Europa, Canadá y Estados Unidos de ejercer más presión sobre la dictadura; presión envolvente para que Maduro no siga evadiendo las sanciones; presión envolvente para obligarlo a marcharse o a escoger la solución política que conduzca al cese de la usurpación y a las elecciones libres; ya en este camino Estados Unidos asoma lo que hará en materia petrolera, contra las compañías que han convenido con Maduro un estatus de operatividad, desde la producción hasta el transporte, venta y cobro de la factura petrolera; ya en este mismo sentido, España le prohibió la entrada a la vicepresidenta del régimen, Delcy Rodríguez, sentando un precedente; ya en este sentido, se estrecha el cerco para que Maduro no siga vendiendo el oro, el oro de sangre como lo llama Guaidó, y se siga financiando: el oro de sangre ha sido una constante en los discursos de Guaidó durante la gira.
Ahora la expectativa se centra sobre el regreso de Guaidó a Caracas. Como Juan Guaidó no es el mismo, la estrategia tampoco puede ser la misma. En los actos con el éxodo tanto en Madrid como en Miami, reconoció los errores cometidos en 2019. Partiendo del balance del periplo mundial, los asesores más cercanos apuran los pasos y los términos. Se conoce que hacia lo interno de la dictadura, los factores de la coalición cierran filas sin que ello ponga fin a la desconfianza de unos y de otros; de los que quieren negociar y de los que se niegan y mantienen la posición del desafío; los que se quieren ir y no pueden hacerlo porque o son rehenes de Maduro, o son rehenes de Diosdado Cabello. En el equipo de Guaidó se habla de adelantar un cambio de señales hacia la Fuerza Armada, y que si el quiebre del cuerpo militar no se logró en 2019, eso no significa que no pueda ocurrir en 2020. Mientras, la crisis económica y social sigue abatiendo las esperanzas de los venezolanos, y así lo reflejan TODAS las encuestas. Hay quienes como el expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, creen que está cerca una solución. Y ello apunta hacia la presión y los movimientos que ejerzan las potencias, incluyendo a China y Rusia; de hecho, el canciller de Vladímir Putin arriba este vienes a Caracas, luego de visitar La Habana y Ciudad de México, dos elementos de peso en el esquema de la solución. Porque la salida ya escapa a las manos de cualquier mortal. La solución parecen tenerla los amos de la geopolítica global. Y como actor principal, Guaidó que ya no es el mismo.