Rafael Alba (ALN).- La empresa de Cupertino aspira a arrebatar a la compañía sueca el liderazgo global en el mercado de streaming. Los datos certifican el declive definitivo del negocio de las descargas digitales y el cambio en los hábitos de consumo entre los aficionados a la música.
A veces, pocas, en los pulsos entre las grandes corporaciones que aspiran a dominar el planeta Tierra, no es sólo el dinero lo que está en juego. El ego de los dirigentes también está presente en la partida. Y el prestigio de ser el primero o de ostentar el liderazgo. Esos turbios sentimientos, tan humanos que, en ocasiones, se mezclan con los objetivos empresariales y deciden para bien o para mal movimientos estratégicos inesperados, audaces golpes de mano o concienzudos y pacientes asedios que proporcionan el placer inmediato de la victoria.
Una satisfacción personal que va mucho más allá de lo que podría indicar su traducción numérica en beneficios contantes y sonantes, mensurables y trasladables a las cuentas de resultados y a la creación de valor que reclaman los siempre insatisfechos accionistas. Es importante ser el número uno. Y más aún recuperar el liderazgo que siempre se tuvo, cuando, por culpa de errores de cálculo y de los temibles avatares del destino, esa posición de privilegio se perdió por el camino.
En el primer semestre de 2018, la compra de archivos digitales sumó 223 millones de operaciones, 27,5% menos que en el mismo periodo de 2017
Por eso, aunque el negocio de la música nunca haya sido una parte fundamental en el mix de ingresos que han convertido a Apple en uno de los mayores imperios corporativos del mundo, en el último lustro, Tim Cook y los suyos han tenido que sufrir lo suyo. Todo por culpa de una falta de contacto con la realidad que ha provocado, al menos temporalmente, que la gran tecnológica de Cupertino perdiera el liderazgo en un sector, marginal si se quiere, pero que casi consideraba de su propiedad. La compañía fue la primera en sacar partido de las oportunidades comerciales que proporcionaba la confluencia de internet y los formatos de compresión de archivos musicales, como el ya clásico MP3.
Lo hizo gracias al lanzamiento del IPOD, un gracioso aparato que cambió para siempre los hábitos de consumo de los aficionados y le propinó el golpe de gracia al negocio discográfico al convertir en rodajas de plástico obsoletas aquellos CD’s que habían expulsado de las estanterías a los elegantes y voluminosos vinilos. El endiablado artefacto que resultó letal para el viejo orden establecido en el antiguo cortijo de las disqueras proporcionó además a Steve Jobs, entonces en plenitud de facultades, un negocio adicional: La explotación de iTunes, una plataforma de distribución y venta de archivos digitales, a la que era necesario acudir para adquirir las canciones necesarias para nutrir de golosinas sonoras personalizadas al revolucionario dispositivo.
Un trienio en consolidar la nueva estrategia de streaming
Pero la competencia, las grandes discográficas heridas y golpeadas por la piratería y el batacazo de las cifras de venta, reaccionó. Supo sacar petróleo del streaming y gracias al imparable crecimiento de Spotify y sus rivales en el segmento de audio y de YouTube en la categoría de vídeos, recompuso su modelo de negocio y terminó con la época de reinado del negocio de descargas, una mina que, por otra parte, nunca había llegado a ser tan lucrativa como se pensaba que sería.
Llámenlo, justicia poética, si quieren, pero, de repente, Apple, la marca poderosa que lideraba los rankings de Wall Street, y era sinónimo de innovación y tendencias de futuro en todos los mercados en los que estaba presente había abandonado su rol protagonista en el negocio musical, para limitarse a ser un triste actor secundario. El peor escenario posible para una compañía acostumbrada siempre a marcar el paso de todas las demás en los negocios relacionados con el uso doméstico de la tecnología.
Era evidente que el imperio tecnológico californiano tenía que reaccionar. Y así ha sido. O eso parecen indicar los datos más recientes sobre la evolución del negocio del streaming de audio en el mercado estadounidense. Unos guarismos que certifican el regreso de Apple Music a las posiciones de honor. En el mejor momento posible. Justo cuando también se ha hecho evidente la defunción definitiva del negocio de las descargas de archivos digitales sobre el que se levantó iTunes.
Según los datos de la consultora especializada Nielsen correspondientes a los primeros seis meses del año en EEUU, en este periodo los clics en las distintas plataformas disponibles han sumado 403.400 millones, una cifra récord que certifica un aumento de 46% sobre los números del año anterior. Y una cantidad que multiplica por 5,73 las audiciones registradas en el primer semestre de 2014, el año en el que comenzó el despegue. Justo lo contrario que sucede con las descargas y con las ventas físicas. En el primer semestre de 2018, la compra de archivos digitales ha sumado sólo 223,1 millones de operaciones, 27,5% menos que en el mismo periodo de 2017 y algo menos de la mitad de los 531,6 millones que se registraron entre enero y junio de 2015, el año en el que se inició el desastre.
En el informe de Nielsen sobre el mercado musical estadounidense también podemos apreciar otra interesante paradoja que tiene mucho que ver con las características singulares de estos consumidores, melómanos o fans, y de su identificación con algunas marcas o su acercamiento, a veces fetichista, hacia los objetos o la obra de los artistas que adoran.
Tal vez por eso, mientras las ventas de CD’s en EEUU siguen a la baja y han sumado sólo 41,3 millones de unidades, 14,6% menos que el año anterior, los vinilos continúan en ascenso, y en este mismo periodo han alcanzado la cifra de 7,6 millones de copias vendidas, lo que representa un aumento de 19,2% con respecto a 2017. El vinilo está de moda. Lo mismo que el rap, el trap, el r&b y los llamados géneros urbanos. Y en los últimos tiempos, los aficionados estadounidenses a estos géneros, rabiosamente juveniles y milenials, en general parecen optar por sus smartphones como fuente fundamental de reproducción. Y en esas aguas turbulentas, en las que el Iphone sigue reinando, Apple Music puede pescar lo que quiera, gracias al poder de fascinación de su terminal estrella.
La fortaleza de Apple Music
En Spotify lo saben. Y no han tenido más remedio que darse por aludidos tras el espectacular resultado del lanzamiento de Scorpion, el último álbum de la estrella canadiense Drake, publicado por Cash Money/Republic/Universal. Un disco de 25 canciones, baqueteado por la crítica, pero consumido hasta el delirio obsesivo por los fans del rapero, que son muchos e incondicionales. Sobre todo, en EEUU.
Spotify tiene 170 millones de clientes, 75 millones de ellos de pago, mientras que Apple Music sólo posee 45 millones de usuarios, todos premium
El álbum se lanzó el 23 de junio y en los primeros siete días consiguió superar los 1.100 millones de escuchas en todo el mundo, gracias a los clics cosechados por los temas en las distintas plataformas de streaming. De esa cifra, 573 millones correspondieron a Spotify y 486 millones a Apple Music. Unos números demasiado cercanos entre sí, que no parecen cuadrar con el volumen de usuarios declarados por ambas plataformas. Ya saben, la compañía sueca tiene un total de 170 millones de clientes, 75 millones de ellos de pago, mientras que la estadounidense sólo posee 45 millones de usuarios. Todos ellos premium.
La explicación está en las cifras correspondientes a EEUU, donde los de Cupertino disponen de 21 millones de usuarios, por sólo 22 millones acreditados por la compañía sueca. Y, aparentemente, el rango de edad captado por la plataforma de Apple es más numeroso en la clientela más joven y aficionada a las músicas modernas. Por eso, en el país norteamericano, el nuevo álbum de Drake sumo 401 millones de escuchas en su primera semana en Apple Music, frente a los 321 millones registrados en Spotify. Unos 10 millones diarios más. Cifra nada desdeñable que marca la intensidad alcanzada por la batalla en este territorio clave.
Y ese ascenso inesperado de Apple se ha producido justo en el momento que la empresa sueca y su máximo responsable, Daniel Ek, disfrutaban de una gozosa luna de miel con el sector financiero, gracias al éxito de su desembarco en Wall Street. Sus números también son impresionantes. Tanto que los agoreros no paran de hablar de burbuja. Pero los hechos objetivos son que desde su salida a Bolsa el pasado 3 de abril hasta la primera semana de julio, el precio de las acciones de la compañía se ha revalorizado 46,2%.
Pero, mientras Spotify no termina de resolver algunas de las incertidumbres que pueden complicarle el futuro y parece no saber exactamente si terminará convertido en una discográfica más o arrollado por el mismo tipo de problemas de posicionamiento que terminaron con Blackberry, por ejemplo, ahora sus rivales californianos parecen estar muy seguros del suelo que pisan y de cómo afrontar el futuro. La paciencia puede haber dado sus frutos. Y quizá también la capacidad de sacar partido de las sinergias, los potenciales corporativos y la sabiduría de hombres que conocen el negocio musical.
Todo empezó a cambiar hace cuatro años, cuando la compañía de Tim Cook pagó 3.000 millones de dólares (2.569,4 millones de euros) para comprar Beats, un fabricante de auriculares de alta gama que había diseñado su propia plataforma de streaming y que fue creado por dos viejos lobos del negocio musical con el colmillo afilado: el rapero Dr. Dre y el ejecutivo discográfico Jimmy Iovine. Ellos introdujeron en la operativa comercial una filosofía más basada en los fans, los buenos aficionados y las recomendaciones personalizadas y menos en el algoritmo.
Tras la adquisición, se responsabilizaron de la puesta en marcha y la gestión de Apple Music. Han vuelto a colocar al imperio de Cupertino en la vanguardia del sector. Se trataba de mimar a las estrellas, pagarles más, ofrecerles mejores condiciones. También de cerrar un pacto con las discográficas, basado en centrarse sólo en los usuarios de pago, y prescindir del servicio gratuito, lo que permite aumentar sustancialmente la suma que se abona a los propietarios de las canciones.
Aunque para muchos analistas el verdadero punto fuerte de esta estrategia ganadora habría sido la puesta en valor de un activo fundamental: la cuota de mercado acumulada en EEUU por los iPhones y el sistema operativo IOS que, gracias al éxito del lanzamiento del modelo X, ha superado el 25% en el primer semestre de 2018, según los datos de la consultora Strategy Analitycs.
Un potencial del que carece Spotify, que funciona igual con IOS que con Android, el sistema operativo de Google, adoptado por Samsung, la gran rival de la empresa californiana en el mercado de terminales. Lo malo es que los suecos no disponen de dispositivos únicos de uso doméstico generalizado. Al final, la plataforma de streaming sólo es percibida por los usuarios finales como una app más. Y, aunque EK ha reaccionado y su empresa parece dispuesta a entrar en la batalla de los equipos físicos de audio, no lo va a tener fácil porque ese partido se juega en un terreno en el que Apple tiene muy pocos rivales. Aunque quizá la batalla se igualara si algún fabricante asiático de teléfonos móviles entrara en juego. Por si acaso, permanezcan atentos a sus pantallas.