Leticia Núñez (ALN).- Los jóvenes latinoamericanos que trabajan por cuenta propia tienden a hacerlo “por necesidad”. Según un informe elaborado por la OCDE, la CAF y la CEPAL, proceden de “un estrato socioeconómico más desfavorecido y tienen un nivel de formación bajo”.
¿El emprendedor nace o se hace? ¿Se emprende por vocación o por necesidad? Cada vez son más las personas que deciden crear su propia empresa como una escapatoria al desempleo. Latinoamérica es un buen ejemplo de ello. Un informe elaborado en conjunto por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Corporación Andina de Fomento (CAF) y la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) asegura que la proporción de emprendedores de subsistencia entre los trabajadores jóvenes de la región “es grande”. Concretamente, casi tres veces mayor que en los países de la OCDE: un 16% frente a un 6%. Más aún, solo un 13% de los emprendedores de Latinoamérica tiene educación superior, en comparación con el 33% en las economías desarrolladas.
Las diferencias no quedan ahí. La proporción de jóvenes latinoamericanos que inician un negocio por necesidad ronda el 26%, frente al 16% de la OCDE. En el caso de Guatemala, el índice supera el 40%, siendo la más elevada de toda la región. En Argentina, está por debajo del 40%, y en Panamá y Colombia ronda el 30%. México y Uruguay se sitúan en el promedio de las economías desarrolladas (25%).
Teniendo en cuenta estos datos, el estudio, presentado en la Casa de América de Madrid, señala que la actividad empresarial de los jóvenes en Latinoamérica y el Caribe se caracteriza por la coexistencia de pocos emprendedores “de alto crecimiento” y muchos emprendedores “de subsistencia”. Estos últimos, dice, proceden de “un estrato socioeconómico más desfavorecido y con bajos niveles de educación”. Y es que, aunque el acceso a la formación universitaria se ha ampliado en la última década, aún es inferior a los niveles de la OCDE. De hecho, solo un 14% de la población entre 15 y 64 años que inició estudios superiores los terminó. Algo que ya se ha traducido en el mercado laboral: casi el 50% de empresas no encuentra a profesionales calificados.
Además, los obstáculos a la iniciativa emprendedora en América Latina y el Caribe son “mayores que en otras economías emergentes y en la OCDE”, según el informe, que reclama apostar por la juventud como motor de crecimiento. Tanto si se emprende porque no hay mejores opciones laborales, como si se hace por vocación, los jóvenes se enfrentan a retos como acceder a instrumentos de financiamiento y nuevos mercados, crear redes empresariales y superar las trabas regulatorias.
De hecho, las cargas administrativas de los negocios nuevos (por ejemplo, el número de trámites a realizar y las dependencias a las que acudir para registrar una empresa) son un 42% mayores que en la OCDE. Otro dato: los emprendedores de la región que obtienen al menos una cuarta parte de sus beneficios de clientes internacionales representan el 10%. En las economías avanzadas, es un 21%.
Ley de empresas en un día
Pese a los obstáculos, el informe también destaca algunos avances. Por ejemplo, los que han conseguido países como Chile y México simplificando los trámites para abrir negocios gracias a la Ley de empresas en un día.
Solo un 14% de la población entre 15 y 64 años que inició estudios superiores los terminó
Asimismo, distinguen los programas de emprendimiento que ofrecen capacitación en dirección y administración de compañías, así como servicios de asesoramiento y dirección, por ser “los que mejores resultados muestran en América Latina y el Caribe”. Tampoco pasan por alto que el panorama para las startups es “alentador”. “Muchos países han consolidado su apoyo institucional a estas nuevas empresas y han entrado en escena nuevos actores”. Citan como ejemplos la Ruta N en Medellín (Colombia) y los programas regionales Star-Up Chile en Valparaíso y Concepción. Además, aseguran que la participación del sector privado va en aumento y que las asociaciones comerciales han adoptado nuevas formas de colaboración para nuevas firmas.
En su opinión, ahora solo falta empoderar a los jóvenes y darles oportunidades para que sean partícipes de los cambios económicos, sociales y políticos. “Todos los programas deben mirar a futuro. Se debe aprovechar la ventana de oportunidad de los jóvenes. Hay una buena base y, sobre todo, mucho que ganar”, concluye el estudio.