Pedro Benítez (ALN).- La expresión “América First”, es decir, “poner a Estados Unidos primero”, no es un eslogan novedoso en la política de ese país. Fue usada cien años antes de que Donald Trump ganara su primera elección presidencial, y no por un candidato republicano, sino por un demócrata. El presidente Woodrow Wilson la acuñó en la campaña de reelección de 1916 como parte de su promesa de mantener a Estados Unidos fuera de la matanza que ensangrentaba a Europa durante la Primera Guerra Mundial.
Pero incluso podríamos ir más atrás; según parece tuvo su origen en el partido antiinmigración en la década de 1850 y por más o menos los mismos motivos por los cuales se ha puesto de moda más recientemente.
Ignorar los asuntos mundiales y enfocarse exclusivamente en las cuestiones nacionales ha sido un sentimiento muy extendido en la república norteamericana a lo largo de su historia, después de todo, ese país ha sido formado por millones de inmigrantes que llegaron a sus costas huyendo de la miseria, el hambre, las persecuciones y los conflictos políticos, étnicos y religiosos de sus respectivos países de origen, principalmente los europeos.
En aquel 1916, la mayoría de los estadounidenses eran de origen irlandés y alemán, comunidades con intensa inclinación anti británica, potencia esta que era parte del bando de los Aliados en la primera conflagración mundial. A este grupo se sumaban los judíos, con aversión al imperio ruso aliado por entonces de los británicos; centenares de miles de ellos habían llegando principalmente a Nueva York huyendo de los pogromos rusos ocurridos a fines siglo XIX.
Sin embargo, la extensión del Océano Atlántico no impidió que al año siguiente Estados Unidos se viera envuelto en ese conflicto global. El 2 de abril de 1917, Wilson solicitó autorización al Congreso para declararle la guerra Alemania en respuesta al reinicio de la campaña de submarinos alemanes contra buques mercantes y de pasajeros neutrales, con la que intentaba destruir el comercio de sus adversarios.
Concluida la conflagración las buenas intenciones de Wilson de llegar a una paz que pusiera fin a todas las guerras fracasó. En parte, porque su país le dio la espalda. En el siguiente ciclo electoral la mayoría de los votantes se inclinaron por desentenderse de cualquier compromiso con el extranjero y en 1920 eligieron presidente al senador republicano Warren G. Harding quién, copiando precisamente el eslogan de campaña América First, ofreció “volver a la normalidad”.
En las siguientes dos décadas el lema fue usado por los partidarios del aislacionismo, el nacionalismo económico, el proteccionismo comercial, las políticas antiinmigración e incluso la xenofobia. En 1924 el representante ante el Congreso, Albert Johnson, promovió y consiguió que se sancionara la Ley de Inmigración, la más restrictiva jamás aprobada en Estados Unidos; usando criterios étnicos y de origen nacional, la misma prohibió la inmigración asiática, impuso estrictas cuotas a la proveniente del sur y el este de Europa (católicos, ortodoxos y judíos) y estableció el sistema de visas. Johnson argumentó explícitamente la necesidad de preservar el carácter predominante blanco, anglosajón y protestante de la nación.
No por casualidad esa legislación contó con el respaldo del Ku Klux Klan, organización que por entonces se encontraba en auge y que también hizo suya la consigna América First. Su influencia fue breve, pero intensa, al extremo de ayudar a elegir gobernadores y legisladores por todo el país.
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Aprovechando el ambiente de rechazo a lo extranjero el Congreso también aprobó en 1921 y 1922 dos leyes que incrementaron significativamente los aranceles a los productos importados. Luego de varios años de prosperidad Estados Unidos se sumergió a fines de 1929 en la Gran Depresión que se extendió por años. A fin de paliar la situación el presidente Herbert Hoover aprobó la Ley Arancelaria Smoot-Hawley en junio de 1930, pero la misma no consiguió remediar la grave crisis que arrasó la economía del país. Los historiadores especializados en el tema han debatido hasta qué punto esas medidas la aliviaron o la agravaron. Como haya sido, las mismas fueron parte de lo que podríamos denominar un ambiente de época.
En la siguiente década el ciclo político volvió a cambiar, y así fue como en 1934 el Congreso autorizó al presidente Franklin Roosevelt a negociar acuerdos bilaterales de reducción arancelaria con otros países, con lo que se inició una época de progresiva liberalización comercial.
Por otro lado, y luego de su etapa de apogeo, una serie de escándalos, así como el activismo de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP), provocaron la reacción de la opinión pública en contra del Klan. Hundido en el descrédito, su membresía cayó drásticamente para disolverse años después como agrupación nacional.
No obstante, el aislacionismo fue una tendencia política más persistente. A medida que una nueva guerra europea se acercaba este movimiento creció, reuniendo a gente de todas las regiones del país, situación social o ideología política. Demócratas, republicanos, liberales, conservadores, agricultores, dirigentes sindicales, estudiantes, académicos, y hasta industriales como Henry Ford y el controversial editor de periódicos William Randolph Hearst, hicieron causa común con comunistas y pacifistas en la campaña por mantener al país fuera de cualquier conflicto externo. Pese a que muchos actuaban de buena fe no pudieron evitar ser contaminados por la propaganda de la organización nazi-americana, que en febrero de 1939 efectuó un sonado mitin con 20 mil asistentes en el Madison Square Garden de Nueva York. El evento tuvo una contramanifestación, lo que provocó serios disturbios en la calle. Cuando estalló la guerra en Europa con la invasión de Polonia por la Alemania nazi en septiembre de 1939, la abrumadora mayoría de la opinión pública exigió la neutralidad.
Exactamente un año después se constituyó en Chicago el America First Committe (AFC), un grupo de presión opuesto a que Estados Unidos diera cualquier apoyo material a Gran Bretaña durante la etapa en la cual ese país se sostuvo como la única resistencia a los nazis y la Luftwaffe bombardeaba todos los días Londres. Este grupo argumentaba que una derrota británica no pondría en peligro para la seguridad nacional y que, por el contrario, dar ayuda militar supondría el riesgo de arrastrar al país a la guerra. El comité fue presidido por Robert E. Wood, un general retirado que en ese momento era el gerente general de la conocida cadena de almacenes Sears.
En pocas semanas el AFC logró afiliar a más de 800 mil personas, y reunió suficientes fondos como para publicar anuncios a página completa en los principales periódicos y pagar emisiones de radio en contra de la guerra. También contó con la participación, o al menos pública simpatía, de políticos de los dos partidos, así como de varias celebridades la época, entre los que se contaba Joseph P. Kennedy (el patriarca de los Kennedy), quien pocas semanas antes había renunciado a la embajada estadounidense en Londres y era un abierto aislacionista, antibritánico y derrotista.
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Pero de todos, el más destacado, como el principal orador del comité, fue el mundialmente famoso aviador Charles Lindbergh. Este atrajo tanto multitudes a los mítines de América First, como críticas por su abierto antisemitismo y claras simpatías fascistas.
Lo que a muchos observadores de la época indignó de Lindbergh es que su retórica pseudo pacifista era un esfuerzo poco disimulado por favorecer a los nazis. Sus relaciones con este régimen no era un secreto pues tres años antes había visitado Alemania expresando admiración por la capacidad de su aviación.
En un discurso que pronunció en Des Moines, Iowa, en septiembre de 1941, acusó directamente a los judíos estadounidenses de empujar al país al conflicto. A raíz de esto la periodista Dorothy Thompson escribió en el New York Herald Tribune: “Estoy absolutamente segura de que Lindbergh es pronazi”.
Pese a esto hubo una breve etapa posterior a la firma del pacto de no agresión Molotov-Ribbentrop en la que los comunistas estadounidenses, que se oponían a la entrada del país a la guerra, intentaron infiltrarse en America First. Pero cambiaron rápidamente de postura en junio de 1941, cuando Hitler invadió de la Unión Soviética y denunciaron al comité como un frente nazi.
De todas maneras, AFC fracasó en todos sus esfuerzos por evitar el apoyo del popular presidente Roosevelt a Gran Bretaña.
Es probable que esa imagen de división que proyectó el país al exterior haya alentado al Eje nazi-fascista a atacarlo. En cualquier caso, el 7 de diciembre de 1941 fuerzas del Japón hundieron la flota estadounidense anclada en Pearl Harbor y tres días después la Alemania nazi y la Italia fascista le declararon la guerra a Estados Unidos. Ese mismo día el America First Committe se auto disolvió. El sentimiento aislacionista se disolvió casi totalmente en el país. No reaparecería como una fuerza política a tomar en serio hasta el siguiente siglo.
Lindbergh, otrora héroe americano, quedó desprestigiado, aunque intentó reivindicarse sirviendo a la aviación durante los años del conflicto. Joseph P. Kennedy vio destruida las posibilidades de continuar su carrera política, pero dedicó el resto de sus días, y de su fortuna, a apoyar las de sus hijos.
@PedroBenitezF