Rafael Alba (ALN).- El nuevo capítulo de la historia de amor y desamor de los dos triunfitos coincide en el tiempo con el lanzamiento del primer álbum de la joven diva. Los romances peligrosos entre cantantes son una poderosa herramienta de marketing que acumula décadas de historia.
¡Qué momentazo cumbre de la historia del pop español! Y qué envidia no haber podido estar allí para verlo en directo. Cuentan algunos testigos presenciales que todavía no se les ha desatado el nudo que se les hizo en la garganta y que al recordarlo vuelven a brotarles espontáneamente un par de lagrimillas furtivas y culpables. Como sin duda ya saben, si leen la prensa y respiran, todo sucedió el pasado 4 de mayo en la sala REM de la ciudad de Murcia. Y por si no se hubieran enterado, que lo dudo, quizá les resulte recomendable acudir a ese oceánico archivo mundial de imágenes en movimiento conocido con el nombre de YouTube. Allí encontrarán unas cuantas grabaciones del preciso instante en que Alfred García, el cuarto clasificado de la penúltima edición del muy popular concurso de talentos conocido con el nombre de Operación Triunfo (OT), entonó su nuevo tema, titulado La Respuesta. Una balada doliente en la que afirma lindezas tales como: “Que sepas, mi niña del sol, que te voy a esperar”. O como: “Sé que ya ni siquiera me escuchas, pero por si te llega esta canción, aún espero con ansias que me des el corazón”.
¿Hace falta explicarles algo más? Esto es blanco y en botella, amigos. Todo el mundo sabe que García había compuesto el tema para dedicárselo a Amaia, la ganadora de OT 2017. La gran Amaia. Su exnovia. Su pareja en el concurso. Su cómplice en la hecatombe de Eurovisión. La misma que un día antes, en la misma ciudad, durante su actuación estelar en el festival Warm Up, había presentado una canción flamante, titulada El Relámpago, en la que decía textualmente: “¿Qué haces en tu día a día?, te miro las fotos, pero no le doy al corazón”. ¿Lo pillan? La muchachada presente en el concierto de Alfred sí lo hizo. Y los miles de seguidores de ambos en las redes sociales también. La emoción de los presentes en la sala REM, cuando el cantante interpretó su más reciente creación, subió tantos grados que los termómetros se hubieran fundido en caso de que algún analista despistado hubiera intentado medir la temperatura de una audiencia en plena crisis febril. Hasta las mentes más fría y calculadoras de la concurrencia sintieron por un segundo el pellizco de la empatía más pura al escucharle.
Cuentan que aquella pareja tuvo un accidentado final, confirmado por sus representantes en la revista Hola, la gran referencia mundial de la prensa del corazón, en noviembre del año pasado. Los rumores se habían extendido por internet mucho antes, según cuentan las crónicas rosas de unas cuantas redes sociales y algunos portales de internet, siempre bajo sospecha de dedicarse a difundir fake news. Luego dicen que la chica, la amada diva juvenil que el público adora, ha zascandileado lo suyo y ha coqueteado algo. Más que normal en alguien que, probablemente, no habría votado todavía hasta el pasado 28 de abril. Pero un poco complicado de hacer cuando se tienen las cámaras encima 24 horas al día. Y más si los seguidores de la trayectoria sentimental de las estrellas te inventan un novio cada vez que sacas un nuevo single. O cada vez que te das una vuelta por cualquier estudio de grabación para saludar a un amigo. Como suele decirse, también la fama tiene un lado oscuro.
Amaia busca colaboradores más rockeros
Y Amaia ha llegado a conocerlo bien, por lo visto. Ya saben lo que se dijo y lo que se escribió en los días posteriores al lanzamiento de la canción Perdona, (ahora sí que sí), donde la diva colaboraba con Carolina Durante, los punkiepopis de moda, en los que milita Diego Ibáñez, el supuesto nuevo príncipe consorte de la reina triunfita. Pero nada de nada. O todo de todo, qué más da. A lo que se ha dedicado Amaia, de verdad, es a preparar con mimo su primer álbum, cuyo lanzamiento tendrá lugar en los próximos días. Y a ganarse credibilidad indiestream. Signifique lo que signifique ese extraño anglicismo que mezcla lo indie con lo mainstream, es decir, lo alternativo con lo comercial. Porque ya resulta complicado definir como alternativas a bandas como Izal o Vetusta Morla que son capaces de congregar entre 40.000 y 50.000 almas sin despeinarse cada vez que se suben al escenario de un festival modernete. Amaia, ya digo, ha trabajado bien ese flanco. Con Carolina Durante primero y con unos cuantos productores más. Aunque, al cierre de esta edición, aún no disponemos de todos los detalles.
Si sabemos quién ha ayudado a la chica a grabar El Relámpago, la cancioncilla de marras, que es, a la vez, el primer adelanto de su esperadísimo álbum. Se llama Santiago Ariel y es un reputado artista argentino que lidera ese fantástico grupo indiestream denominado Él mató a un policía motorizado. De modo que las últimas compañías de Amaia son un poquito más rockeras y ruidosas que sus primeras querencias centradas en cantautores garrapateros como El Kanka o Rozalén. Y eso que el indie y el rock, aparentemente, eran estilos más de la cuerda de Alfred. De ese pobre y melancólico Alfred que, al parecer, aún añora a su famosa ex. Aunque quizá Amaia también le añore a él… O, por lo menos, esa es la interpretación romanticoide que, como parecía previsible, ha hecho la multitud de fans que todavía suspira por la reconciliación de esta pareja rota. Ella lo ha dicho, ha dicho que mira las fotos pero no se atreve a darle al corazón. ¡Qué hermoso reconocimiento! De modo que la chica, como tantas otras muchachas de su edad, otea las redes sociales de su exnovio, pero todavía no se atreve a obsequiarle con ‘me gustas’.
Ya saben lo que dicen… Es tan natural. Y no seré yo quien lo ponga en duda. Ni quien diga, como hacen últimamente esos críticos envidiosos que brotan en los ambientes de la industria musical a la misma velocidad que las malas hierbas, que además de espontaneidad y encanto natural, Amaia tiene también un olfato más que privilegiado para estar en cada momento exacto en el sitio que más le conviene a los alegres muchachos del departamento de marketing de Universal, la discográfica francesa que se hizo con sus servicios gracias a OT, ese casting multitudinario que se emitió en la televisión pública y que fue pagado con sus impuestos y los míos a razón de 700.000 euros la gala, según las informaciones publicadas por El Español. Sí. Usted también. Aunque no viera ni uno solo de aquellos programas que obtuvieron audiencias multitudinarias. Pero aquí no hay caso, señores. No sean malpensados, ni se hagan mala sangre. Quizá lo único cierto sea que la chica está tocada por eso que llaman la suerte de los triunfadores. Como Messi y Cristiano Ronaldo.
Cruce público de canciones
Lo cierto es que, en realidad, a ningún promocionero se le hubiera ocurrido nunca una campaña tan hermosa, adecuada y ajustada a objetivos como este oportuno recordatorio del viejo romance entre Amaia y Alfred, que ha inundado los medios de comunicación sólo unos días antes de que ella coloque en el mercado su nuevo disco. Son cosas que pasan. Sonrisas del destino. Y tampoco es que a Alfred le perjudique especialmente esta afortunada coincidencia cronológica, por cierto. Al fin y al cabo, ese cruce de canciones y suspiros ha vuelto a situarle en el primer plano de la actualidad. A lo mejor, o a lo mejor no, estos focos inesperados sirven para darle un nuevo empujón a las decaídas ventas y al número menguante de clicks acumulado en las plataformas de streaming por 1016, el álbum editado a finales del pasado año por el artista que, curiosamente, también ha sido publicado por Universal, la filial discográfica de la multinacional francesa Vivendi a la que nos hemos referido en el párrafo anterior.
Pero tampoco conviene escandalizarse, los juegos de parejas de cantantes famosos que se enamoran y desenamoran frente al público y sobre el escenario han formado parte siempre de la mitología del pop. Y de las estrategias de los publicistas para animar el cotarro. La primera edición de OT, hace ya más de 20 años, tuvo también sus dos protagonistas y su romance tormentoso. Lo protagonizaron David Bisbal y Chenoa, quienes casi dos décadas después de haber roto, animaron los fastos del reencuentro con una famosa cobra sobre el escenario que también dio mucho que hablar y, suponemos, algún dinero a ganar a todas las productoras implicadas en la operación. Pero ya digo que este tipo de dúos ha sido moneda común en la industria. Ha habido matrimonios felices y longevos como Junior y Rocío Dúrcal, Lola Flores y Antonio González alias El Pescaílla, o Víctor Manuel y Ana Belén. También parejas que rompieron y fueron capaces de seguir trabajando juntos como Eva Amaral y Juan Aguirre. Y divorcios sonoros y multimillonarios como el protagonizado por Jennifer López y Marc Anthony.
Y, por supuesto, los más veteranos del lugar recordarán historias hermosas y rupturas tumultuosas que aportaron grandes canciones a la afición como las protagonizadas en las décadas más doradas del siglo XX por Johnny Hallyday y Sylvie Vartan, o Serge Gainsbourg y Jane Birkin, en Francia, con su fantástico Je t’aime moi non plus. O los cantautores estadounidenses Carly Simon y James Taylor. Taylor, por cierto, a pesar de la suavidad de su presunta bonhomía y de la suavidad de su música basada en el excelente sonido de su guitarra acústica, ha sido el protagonista de unas cuantas rupturas célebres, tormentosas e inspiradoras. Al parecer, el final de la breve historia amorosa que mantuvo con la gran Joni Mitchell fue el desencadenante de Blue, uno de los mejores discos de la genial compositora canadiense. Pero no hace falta irse tan lejos en el tiempo para encontrar obras interesantes, aparentemente provocadas por las rupturas amorosas. Por si les apetece escuchar intercambios de reproches en clave poética, aquí les dejo algunas pistas: revisen la discografía de Christina Rosenvinge y Nacho Vegas. Y también la de Jorge Drexler y Ana Laan, por ejemplo. Ellos quizá lo pasaran mal durante sus respectivas separaciones, pero escribieron un puñado de grandes canciones en su periodo de duelo. Habría que darles las gracias por los servicios prestados.