(EFE).- Aire acondicionado, nevera, televisión o un sofá. Desde que el ex primer ministro Thaksin Shinawatra ha sido ingresado en un prestigioso hospital de Tailandia, se han multiplicado las denuncias de supuestos privilegios al político, condenado a ocho años de prisión por corrupción, tras regresar al país después de quince años en el exilio.
Thaksin, de 74 años y que estuvo al mando de la nación asiática entre 2001 y 2006, retornó a Tailandia el pasado 22 de agosto y luego ingresó en la cárcel Bangkok Remand para cumplir los 8 años de cárcel que pesaban sobre él por varios casos de corrupción y abuso de poder por los que fue condenado en rebeldía.
Sin embargo, ese mismo día fue ingresado en el hospital del centro penitenciario por varias dolencias y pasada la medianoche fue trasladado al Hospital de la Policía en Bangkok, donde se encuentra ahora en una habitación privada.
Malestar
Pocos días después, el ex primer ministro, defenestrado del poder en un golpe militar en 2006, igualmente vio su pena reducirse de los ocho años inicialmente establecidos a un año de cárcel gracias a una orden del rey Vajiralongkorn, quien justificó la decisión por la avanzada edad del exmandatario, sus problemas de salud, los servicios como primer ministro y la lealtad a la Corona.
Su regreso a Tailandia el mes pasado coincidió con la elección como primer ministro de Srettha Thavisin, el candidato del Pheu Thai, partido controlado por los Shinawatra y que fue expulsado del poder por otro golpe militar en 2014.
Si bien los beneficios concedidos suponen una señal de reconciliación con la élite promilitar y monárquica con la que Thaksin se ha enfrentado en las últimas décadas, el trato diferenciado ha provocado malestar en diversos sectores de la sociedad y generó críticas de activistas, políticos, internautas y organizaciones.
Preso por corrupción, pero con beneficios
Las autoridades, por su parte, han negado las alegaciones y han atribuido el traslado del exmandatario al hospital a varias enfermedades crónicas, como problemas del corazón, hipertensión e hipoxemia.
Según reportes de la prensa local, la habitación privada en la que se encuentra Thaksin cuenta con aire acondicionado, televisión, nevera, sofá y mesa de comedor. Asimismo, estaría bajo cuidados médicos 24 horas por día, con un equipo de al menos media docena de doctores enteramente a su disposición.
A inicios del mes, el activista político Srisuwan Janya presentó una denuncia al Defensor del Pueblo y pidió que se abriera una investigación sobre la postura de los funcionarios tailandeses por «no ofrecer a Thaksin el mismo trato» dado a otros prisioneros desde su llegada al país.
En su petición, Srisuwan Janya apunta que el ex primer ministro no fue esposado ni detenido por la Policía tras aterrizar al aeropuerto internacional Don Mueang de Bangkok en su jet privado, donde caminó libremente y saludó a centenares de seguidores que acudieron a la terminal para darle la bienvenida.
«Trato especial»
Srisuwan critica, también, los informes de que Thaksin no tendrá que llevar el pelo corto, una exigencia aplicada a todos los varones encarcelados en Tailandia.
«Insté a la oficina del Defensor del Pueblo, una agencia independiente, a investigar a los funcionarios responsables de brindar un trato especial a este prisionero (condenado por corrupción) para detener la injusticia y los dobles estándares», dijo el activista, quien igualmente solicitó a la Comisión Nacional Anticorrupción emprender acciones legales.
Mientras, activistas y abogados han aprovechado para reavivar el debate sobre la situación de las cárceles tailandesas, a menudo superpobladas, con atención médica limitada y dudosas condiciones de higiene.
“Un aspecto positivo de la saga Thaksin es que ha puesto de relieve la cuestión, a menudo pasada por alto, de las condiciones carcelarias en Tailandia», escribe en un artículo para el rotativo Bangkok Post la directora de la Oficina de Asia de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), Andrea Giorgetta.