Pedro Benítez (ALN).- Los ecos políticos provocados por la elección a gobernador en el estado Barinas del pasado 21 de noviembre tardarán tiempo en disiparse en Venezuela, entre otras cosas, porque han puesto en evidencia un hecho no menor: la oposición venezolana puede derrotar a la maquinaria oficialista en las actuales, muy desventajosas e injustas condiciones de competencia electoral.
El cóctel de tácticas que el Gobierno de Nicolás Maduro ha aplicado para dividir, desmoralizar y neutralizar a la oposición judicializando partidos políticos, inhabilitando candidatos potenciales y haciendo uso masivo de recursos públicos, entre otras tretas, se han demostrado insuficientes para ahorrarse una eventual derrota electoral nacional. Sigue pesando el descontento de la población en su contra.
La oposición solo necesita (de suyo difícil, pero no imposible) lograr un mínimo de coordinación para transformar ese descontento en un hecho político. Es decir, puede repetir en cualquier momento el mismo resultado electoral de diciembre de 2015, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) presidido por Tibisay Lucena, de mayoría oficialista, se inclinaba abiertamente por las candidaturas del PSUV y sus aliados.
A lo largo de los años, en los diferentes intentos de acuerdo, diálogo y negociación que se han propiciado entre gobierno y oposición la demanda central de éste último factor ha sido de carácter electoral. Para resumirlo: elecciones libres, justas, transparentes y con verificación internacional, regidas por una autoridad electoral imparcial. El único que puede conceder esas condiciones es Maduro. No obstante, siempre le ha sacado el cuerpo a esa posibilidad usando distintos pretextos.
Dejando de lado el tema ético y las convicciones democráticas, esa conducta ha sido atribuida a una cuestión de incentivos. ¿Por qué motivo el chavismo/madurismo les daría a sus adversarios las condiciones que ellos demandan como necesarias para derrotarlo electoralmente, si puede seguir imponiendo su ley impunemente dentro de Venezuela?
El grueso de la oposición venezolana ha usado desde 2018 el boicot electoral a fin de intentar modificar la conducta oficial. La lógica era que si la oposición no participaba en los procesos comiciales, a todas luces injustos, el régimen se deslegitimaría. Eso lo debilitaría lo suficiente como para hacerlo caer o para obligarlo a ceder.
Tal como ya había ocurrido en 2005, en esta ocasión esa táctica no ha sido muy efectiva que digamos. Con Maduro se han seguido haciendo elecciones a su manera. O lo toman o lo dejan.
Sin acuerdos
Luego desde 2019 comenzó a aplicarse el conjunto de sanciones comerciales, financieras y personales impuestas por distintos gobiernos de naciones extranjeras, empezando por el de Estados Unidos, contra los intereses económicos y funcionarios del Gobierno de Maduro. Se pensó que esos sí serían los incentivos determinantes.
Tampoco; desde ese año el gobierno de Noruega ha venido propiciando un escenario de negociación gobierno/oposición, en su momento boicoteado por la administración de Donald Trump (todo hay que decirlo), pero al que Maduro y sus representantes le han dado largas. Sencillamente, no les apremia un acuerdo con el sector opositor cuya cabeza más visible ha sido desde entonces Juan Guaidó, al que la mayoría de las naciones democráticas de Europa y América le dieron reconocimiento diplomático como representante de Venezuela. Al parecer no les quita el sueño las señaladas sanciones. Insistamos en la expresión “al parecer”.
Desde el reinicio de esa negociación, con la firma de un memorando de entendimiento el pasado 13 de agosto en México, la conducta antes señalada se ha repetido. Como buen negociador, el principal representante del Gobierno en ese proceso, el presidente del parlamento Jorge Rodríguez ha manifestado la disposición de ceder en lo mínimo a cambio de lo máximo. Es lo lógico.
El pasado 5 de enero Rodríguez condicionó la continuación de la negociación a la liberación por parte de la justicia estadounidense del comerciante Alex Saab, así como la devolución al control del Gobierno de Maduro de las filiales de PDVSA en el exterior Monómeros y Citgo.
La elección en Barinas modifica la ecuación
Sin embargo, el resultado electoral de Barinas ha modificado de manera significativa la ecuación. En el Palacio de Miraflores, donde no hay gente tonta, ya deben haber sacado esta cuenta junto con las implicaciones que acarrea.
Desde el punto de vista de sus propias aspiraciones, la oposición venezolana ya no tiene (o no debería tener) premura para que el poder oficial le conceda mejores condiciones electorales. No es que no las necesite ni deba dejar de exigirlas, sencillamente es evidente que la vida ya no se les va en ellas. Se puede sobreponer a las mismas. No es misión imposible. Dejar el terreno electoral con las actuales condiciones sería una necedad luego de lo ocurrido en las elecciones regionales.
Por el contrario, ahora es el Gobierno de Nicolás Maduro el que requiere, con apremio, que el proceso de negociación auspiciado por la facilitación noruega en México dé resultados concretos, si es que pretende seguir la ruta que al parecer se ha trazado.
Las vías de Maduro para retener el poder
Para resumir, Maduro tiene hoy tres opciones si quiere seguir en el poder más allá de 2024:
1) Continuar como va hasta ahora, al frente de un Gobierno mediocre, con resultados mediocres, con una economía mediocre, en medio de una población abrumada por la miseria y por lo tanto descontenta. En este caso su eventual reelección dependería única y exclusivamente de que sus adversarios dentro de Venezuela, presos de sus contradicciones, le dejen el camino libre.
2) No correr riesgos y seguir el ejemplo de Daniel Ortega en Nicaragua. Meter presos a todos los potenciales candidatos e ir a una elección sin competencia. No sabemos si tiene (o tendrá) fuerza para imponer ese hipotético escenario.
3) Intentar mejorar dramáticamente su gestión de su Gobierno, así como la economía venezolana. La parcial dolarización, las medidas monetarias contra la hiperinflación y la agreste apertura económica son señales insuficientes que se han dado en esa dirección. El problema para el desarrollo de esta opción pasa por el levantamiento, o flexibilización, de las sanciones comerciales y financieras.
¿Dónde puede conseguir esto último? Exacto. En la negociación de México.
Maduro regresará al diálogo
Por ese motivo es que los representantes de Maduro se van a sentar nuevamente en Ciudad de México sin que les devuelvan a Alex Saab, ni Monómeros, ni Citgo o el oro venezolano que permanece congelado en Londres. En la vida hay prioridades.
Por supuesto, nada en esta vida está escrito y siempre habrá en la oposición venezolana algún grupo de creativos intentado sacar al chavismo de la incómoda situación de tener que gestionar al país y mostrar resultados, para llevarlo al terreno de la confrontación y el caos donde hasta ahora siempre se ha impuesto.