Pedro Benítez (ALN).- Cualquiera que de buena fe quiera la reconstrucción de Venezuela no puede apostar a una institución militar desmoralizada y derrotada. Venezuela necesita (y va a necesitar) una FANB eficaz, profesional y en pleno rendimiento que pueda ejercer a cabalidad sus funciones en todo el territorio nacional.
El reciente descalabro por parte de la Fuerza Armada Nacional (FANB) de Venezuela en el de estado Apure, ante un grupo armado irregular disidente de las FARC, es evidente. Un hecho que los comunicados oficiales emitidos por el Alto Mando de esa institución y sus redes sociales no pueden ocultar. Pero esto, a su vez, es una muy mala noticia (una más) para Venezuela. Nadie que desee la reconstrucción del país puede ver esta situación con satisfacción. Todo lo contrario.
Venezuela necesita (y va a necesitar) una FANB eficaz, profesional y en pleno rendimiento que pueda ejercer a cabalidad sus funciones en todo el territorio nacional.
Las dos principales fuerzas que modernizaron el país a lo largo del siglo XX fueron el Ejército (al que se fueron sumando los demás componentes) y los partidos políticos. Gracias al primero se consolidaron la paz y el Estado nacional, luego del fin de las guerras civiles que se arrastraron desde el siglo XIX.
Pero la actual institución sencillamente no puede hacer hoy lo que hizo en el pasado. Todos los saben. El rey está desnudo.
MALAS DECISIONES
Hay dos motivos fundamentales que explican esta grave situación. Por un lado, las decisiones políticas que consintieron la presencia en el territorio nacional desde hace dos décadas de grupos armados irregulares provenientes de Colombia. Los mismos se han constituidos en auténticos tumores que ahora son difíciles de remover.
La otra razón tiene que ver con el deterioro general de Venezuela. La institución militar no ha podido escapar a la debacle general que ha padecido el país en los últimos dos lustros.
Es un hecho paradójico, puesto que sobran los observadores que han asegurado que el precio que el régimen chavista ha pagado por su estabilidad en el poder ha consistido en llenar de privilegios a los militares. Pero nada indica que la mayoría de estos estén mucho mejor que el resto de la población civil. Van con la nación en el mismo barco, atravesando la misma tormenta. Solo una reducida élite disfruta de prerrogativas al margen de la inmensa mayoría.
Y como no podía ser de otra manera, todo eso ha afectado su capacidad operacional. Exactamente igual como la crisis ha afectado a otros sectores de las instituciones públicas. En los últimos tres o cuatro años un número no determinado de oficiales han abandonado sus puestos para tomar el camino de la migración. Lo mismo que ha hecho otro número indeterminado de funcionarios civiles.
LA DEBILIDAD DE PDVSA
Los estados se debilitan cuando las sociedades se empobrecen. Una población más depauperada es una fuente menor de recursos para el Estado, que le impide a este, a su vez, cumplir con la tarea de ejercer el monopolio legítimo de la violencia. Desde el chavismo gobernante se pensó en algún momento que por sus características de petroestado en Venezuela el gobierno podía ejercer su autoridad sin necesidad de contar con el aporte de la sociedad, e incluso intentando llevar al sector privado de la economía a la irrelevancia. Después de todo allí estaba la renta petrolera.
Pero en un giro dramático, y casi inexplicable, el chavismo liquidó la industria que fue el combustible del progreso nacional y la principal fuente de recursos del Estado por casi un siglo. Los resultados están a la vista. No hay sector, ni siquiera el militar, que pueda evadirse de las consecuencias.
El mal desempeño que hoy exhibe el Estado venezolano en sus funciones fundamentales (incluyendo el terreno militar) se explica por una combinación de falta de recursos materiales y humanos, así como de capacidades por parte de quienes toman las decisiones y, al mismo tiempo, de una corrupción desenfrenada.
La FANB no puede ejercer el control amplias zonas del territorio, en particular en las fronteras, por básicamente la misma razón que los cuerpos policiales y de orden público no lo pueden hacer en la misma ciudad de Caracas. Venezuela ha retrocedido incluso en eso. Estamos siendo testigos de un proceso fragmentación del territorio, urbano y rural, en manos de auténticos señores de la guerra y de la incapacidad del Estado nacional para imponerse sobre ellos.
EL MONOPOLIO DE LA VIOLENCIA
Es un proceso sumamente peligroso, pero no irreversible. Pero el país no puede recuperarse sin que el Estado ejerza la función básica por la cual existe: el monopolio de la violencia.
En su frustración, muchos críticos del chavismo acusan a la FANB por sostener al régimen chavista. Pero pasan por alto que Nicolás Maduro no llegó a la Presidencia por medio de un golpe de estado. Los militares no lo pusieron allí. Su gobierno es consecuencia de la deriva autoritaria que tomó el ex presidente Hugo Chávez. Que a su vez llegó al poder porque los civiles así lo decidieron.
Fueron sus propios compañeros de armas quienes lo derrotaron cuando efectuó su intentona golpista en febrero de 1992. Posteriormente fueron los civiles quienes por los votos lo elevaron a gobierno y le entregaron mediante el poder constituyente el control de todas las instituciones.
LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
De modo que este problema no lo crearon ellos y los civiles no pueden pretender que lo resuelvan ellos por el tradicional procedimiento latinoamericano del cuartelazo, que hoy la región quiere dejar en el pasado.
Que los actuales comandantes de la FANB tienen una ineludible responsabilidad en condición actual también es un hecho. Pero, contrariamente a lo que muchos analistas afirman, y pese a todos los cambios internos, la institución es básicamente la misma de 1998. En Venezuela no ha ocurrido ninguna revolución como la cubana o la sandinista donde el Ejército fue derrotado y abolido, y otro nuevo fue creado sobre las cenizas del anterior.
Los oficiales venezolanos tienen el mismo origen de los muchachos de provincia que a lo largo del siglo pasado vieron en la institución militar una oportunidad de superación profesional y de ascenso social.
Tal como le ocurrirá al país, la FANB sobrevivirá a sus actuales jefes. Sin ella, ni contra ella, habrá transición ni reconstrucción nacional. A nadie en su sano juicio le conviene su descalabro.
@PedroBenitezF