Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Estamos entrando en la ruta crítica del “impeachment inquiry” (una investigación preliminar para decidir si se inicia el proceso de enjuiciamiento político a Donald Trump). La evidencia que ha trascendido, y las primeras audiencias públicas, arrojan testimonios y pruebas realmente comprometedoras para Trump, en varios órdenes o aristas del trabajo que lidera el congresista demócrata Adam Shiff.
Es bueno recordar el procedimiento: Adam Shiff adelanta la investigación preliminar o substanciación en el Comité de Inteligencia; la primera etapa fue sumaria o a puerta cerrada, porque implicaba asuntos de seguridad nacional que antes de hacerse públicos exigían validación. Luego los resultados de este trabajo, al aprobarlos este comité, pasarían al Comité de asuntos judiciales. Allí se levantarían los cargos contra el presidente Donald Trump que se concretan en los llamados “articles of impeachment”, es decir, la acusación. La Cámara luego vota por aprobar esos cargos y el enjuiciamiento político sube, en ese caso, al Senado. En la Cámara se requiere mayoría de los miembros, que sólo los demócratas podrían lograr. Pero en el Senado se necesitan las dos terceras partes de los miembros para declarar culpable al presidente y removerlo del cargo. Allí el asunto es más difícil. Se requiere que 20 senadores republicanos (de 53 que integran la mayoría en la Cámara Alta) se sumen a los 47 senadores demócratas para alcanzar las dos terceras partes que exige la Constitución a efecto de declarar culpable al presidente y removerlo de su cargo. Por eso es fundamental sumar apoyos republicanos en la Cámara de Representantes y ganar la batalla de opinión pública. Al final, más allá de lo jurídico y las pruebas contundentes que están a la vista, esta es una decisión política con implicaciones jurídicas.
Durante las semanas que lleva el proceso de impeachment Trump ha mantenido su apoyo de 41% de acuerdo al tracking de Morning Consult; y el apoyo del público a la idea de remover a Trump del poder vía este proceso (en lugar de las elecciones del 2020), aun cuando ha subido, todavía no se consolida en los promedios de las encuestas más allá del 47%, a pesar de que el rechazo abierto y sólido a la continuidad de Trump promedia el 53%. Y esta es la clave política: a los senadores republicanos que van a la reelección en 2020 puede, según el clima de opinión nacional y en su estado, no convenirles sumarse al impeachment porque al perder el apoyo de la base republicana que sigue a Trump pueden también perder contra un oponente en la primaria del partido, apoyado por el presidente. Y para los legisladores demócratas electos en distritos con tendencia republicana o de “electorado con comportamiento pendular” (“swing voters”) apoyar un impeachment que no prospere implica también riesgos electorales. Sin embargo hay un dato muy relevante, la más reciente encuesta de ABC News no pregunta al encuestado si está de acuerdo con remover al presidente vía impeachment, sino que le interroga sobre si considera que Trump hizo algo que está mal en el asunto de exigir al presidente de Ucrania intervenir en asuntos políticos internos contra Joe Biden a cambio de desembolsar el apoyo militar aprobado por el Congreso; y el 70% de los estadounidenses según esta encuesta piensa que Trump obró mal; sin embargo sólo el 51% está de acuerdo con el impeachment.
En síntesis, la gravedad de los hechos investigados es reconocida por los ciudadanos; pero la preferencia es derrotar a Trump en elecciones y no removerlo del cargo a través del juicio político. Y en ese sentido Joe Biden expresó muy claramente en días pasados que “la Cámara de Representantes no tiene opción, debe hacer cumplir la Constitución; si el proceso termina de una u otra manera, lo importante es que la ciudadanía, sobre todo electores independientes y republicanos moderados, al ver los resultados de esta investigación dirán: esto está mal, tenemos que hacer algo”; y ese algo es votar contra Trump.
Virginia se transforma en bastión demócrata
Pero hasta allí el impeachment y cómo este asunto finalmente agrega combustible a la marea de votos que se puede levantar contra Trump por esa razón, entre muchas otras que movilizan a distintos segmentos del electorado. Lo acontecido a principios de noviembre en elecciones regionales es muy revelador. A pesar de salir con todos los hierros a hacer campaña en los estados sólidamente republicanos de Kentucky y Louisiana, ambas gobernaciones las ganaron los demócratas. Y Virginia, un estado que poco a poco ha girado de republicano a pendular, se ha transformado finalmente en un bastión demócrata, al punto que en 2017 se ganaron la Gobernación, la Vicegobernación y la Fiscalía del estado (ya los dos senadores federales eran demócratas); y ahora a pesar del gerrymandering que lo impedía, las dos cámaras de la legislatura estadal pasaron el 5 de noviembre a manos de los demócratas por primera vez en más de dos décadas. Y cuál ha sido el punto de partida de esta situación. Sin duda la terrible valoración que contingentes de electores, más allá de la base demócrata, tienen de Donald Trump y su Administración.
En consecuencia, además del impacto del impeachment, los demócratas tienen narrativas sobre asuntos que son prioridad ciudadana en lo económico y lo social que están movilizando mayorías. Hay que centrarse en ello, como se hizo en Virginia, que es un estado cuya demografía (o la de sus distritos electorales en particular) es similar y permite predecir situaciones -así como construir modelos eficaces de campañas- en estados como Florida u Ohio; lo cual puede sin duda desbancar de raíz a Trump, y lo que éste representa. Algo que muchos republicanos desean, a pesar de no poderlo expresar en el impeachment.
Las elecciones de Virginia en 2017 marcaron la hoja de ruta para construir la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes en las elecciones de mitad de período de 2018. Esa misma energía está presente en las recientes legislativas en dicho estado, sumando ahora que Kentucky y Louisiana demuestran que ya también existe un elector anti-Trump consolidado en audiencias muy republicanas.
Trump tiene miedo. Ataca temprano a Biden, usando en su desesperación métodos inaceptables por inconstitucionales y criminales, porque las encuestas dicen que el exvicepresidente de Barack Obama lo derrotaría en su afán de reelegirse. Al hacerlo mete la pata y se expone a este impeachment, cuyo mejor escenario para él es perder credibilidad entre electores independientes y republicanos moderados. Y finalmente, no puede ganar las gobernaciones en estados tan republicanos como Kentucky y Louisiana, además de recibir una aplastante paliza electoral en Virginia, que permite modelar campañas para ganar en estados clave en el mapa de los colegios electorales. El miedo es muy mal consejero.