Daniel Gómez (ALN).- El próximo canciller de la Unión Europea, Josep Borrell, dice que la crisis de Venezuela, junto al Brexit, son problemas “que parecen irresolubles”. Parte de la culpa, admite, la tiene la propia Europa, incapaz de reaccionar frente a los problemas “de manera rápida y efectiva”. Y agrega: “Nos arriesgamos a caer en la irrelevancia como actor global y a no poder defender nuestros valores e intereses en un escenario mundial cada vez más complejo y con poderosos nuevos actores. Así ha ocurrido ante la crisis en Venezuela”.
Esta no es una crítica cualquiera. A partir del domingo, el todavía ministro de Asuntos Exteriores de España, Josep Borrell, será el máximo responsable de la política exterior de la Unión Europea. Este miércoles el Parlamento Europeo ratificó su nombramiento como alto representante de la Política Exterior y Seguridad de la UE.
Borrell hace balance de su etapa como canciller español en Fragmentos Exteriores, el libro que presentará este jueves en la Casa de América de Madrid y que va más allá de una simple compilación de memorias. Y es que el ministro adopta un tono crítico en varias cuestiones, como la respuesta de la Unión a la crisis de Venezuela.
“Mi impresión, después de casi un año de participar en los CAE [Consejo de Asuntos Exteriores de la UE], es que, con demasiada frecuencia, la Unión Europea no es capaz de fijar su postura en los temas de política internacional que plantean problemas muy graves. Al no ser capaces de reaccionar frente a ellos de manera rápida y efectiva nos arriesgamos a caer en la irrelevancia como actor global y a no poder defender nuestros valores e intereses en un escenario mundial cada vez más complejo y con poderosos nuevos actores. Así ha ocurrido ante la crisis en Venezuela”, se lee en Fragmentos Exteriores.
Borrell reconoce que la UE actuó con lentitud, hasta el punto de que la crisis de Venezuela es un problema que hoy parece irresoluble, comenta en otro fragmento del libro. “Aunque la actualidad esté dominada por el Brexit y la crisis de Venezuela, problemas ambos que parecen irresolubles, el mundo no se para y otras cuestiones reclaman nuestra atención de forma más estructural”.
Cuando habla de Latinoamérica, Borrell señala que las sociedades de la región están “indignadas por la corrupción y rechazan unas élites que a menudo capturan las políticas y las instituciones en su propio interés”. Y entonces vuelve al tema de Venezuela:
“El escenario político [de América Latina] se caracteriza por serias amenazas a la democracia, sin que las organizaciones regionales estén a la altura de los desafíos que ello representa. Venezuela y Nicaragua son ejemplos de ello”.
Agregó que tanto en el caso de Venezuela, como en el de Nicaragua, “hay opciones para la vinculación constructiva de España, respondiendo a imperativos humanitarios y de derechos humanos, trabajando en el marco de la UE para evitar salidas violentas facilitando el diálogo y la negociación”.
Cuando Borrell asuma como jefe de la diplomacia europea, una de sus prioridades será la de potenciar el cargo. Ya dijo en noviembre, en el examen ante la Eurocámara, que la UE tiene que “aprender a utilizar el lenguaje del poder”. Esto es dar respuesta a problemas globales con la urgencia y contundencia que exige una potencia como Europa.
Aunque sabe que no será fácil, lo intentará. Y no será fácil porque las decisiones de política exterior en la Unión requieren el visto bueno de los 28 países.