Pedro Benítez (ALN).- Son conocidas las críticas del joven presidente chileno Gabriel Boric a los mandatarios de Nicaragua y Venezuela, Daniel Ortega y Nicolás Maduro, respectivamente. El nuevo referente de la izquierda latinoamericana, surgido de su victoria en diciembre de 2021 en la segunda vuelta de elección presidencial de Chile, no se ha mordido la lengua a la hora de marcar sus diferencias con los citados a fin de dejar claro que él, es algo distinto.
Tampoco se ahorró la oportunidad de condenar la invasión rusa a Ucrania; algo que en su momento sorprendió a sus simpatizantes a ambos lados del Atlántico, tomando en cuenta el extraño idilio que la izquierda más radical tiene como Vladimir Putin, compartiendo el mismo lecho con la derecha populista trumpista, coincidencia sólo explicable es su tradicional sentimiento antiestadounidense.
Incluso, antes de ser elegido, Boric criticó la represión de disidentes en Nicaragua y llegó a afirmar que “Venezuela es una experiencia que más bien ha fracasado”. La respuesta de Maduro en esa oportunidad no hizo esperar, acuñando la expresión “izquierda cobarde”.
En las primeras de cambio, esas diferencias se hicieron más evidentes con las actitudes de los presidentes Gustavo Petro de Colombia (elegido en 2022) y Lula Da Silva de Brasil (reelegido a fines de ese mismo año); con más horas de vuelo acumulados los dos tuvieron hacia Ortega y en particular hacia Maduro una actitud más pragmática. En el caso de este, el líder brasileño venía de una historia de larga relación con el chavismo y lo conocía bien de sus tiempos de canciller venezolano. Pero a medida que han pasado los meses esas relaciones se han ido agriando.
Petro y Maduro
Petro no ha conseguido de Maduro la influencia sobre el ELN que permita la pacificación de esa organización armada, así como tampoco la normalización de las relaciones comerciales entre los dos países, mientras sigue latente la amenaza de un drástico incremento del flujo migratorio de venezolano si las expectativas sociales y económicas del país no se modifican de manera significativa. Por su parte, para Lula es una papa caliente la escalada diplomática entre Venezuela y Guyana por la disputa sobre el territorio Esequibo, que ha incluido veladas amenazas mutuas de llegar a otros niveles.
La posibilidad de un conflicto de naturaleza distinta al duelo de comunicados de cada Cancillería entre dos países vecinos, en el área de influencia natural de Brasil, pondría en cuestionamiento el liderazgo de Lula dentro y fuera de su país, tomando en cuenta, además, su supuesta influencia en Caracas.
A lo anterior, hay que agregar la presente situación político/electoralmente venezolana, en la que Maduro da señalas casi diarias de pretender imponerse inhabilitando a cuanto candidato opositor tenga posibilidades de derrotarlo. Deriva que tanto a Petro como a Lula les sería muy cuesta arriba justificar. Es así como estos mandatarios de la izquierda latinoamericana han pasado de las palabras de compresión y respeto hacia Maduro, a criticar abiertamente que no se haya permitido la inscripción de Corina Yoris como candidata de la oposición venezolana. Fuego desde la misma acera política.
Los cuestionamientos de “Pepe” Mujica
Como si eso no fuera suficiente, sumemos a ese balance los cuestionamientos efectuados por el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, que no tiene poder político efectivo, pero sigue siendo la voz moral de la izquierda de esta parte del mundo, y quien el pasado mes de febrero, a raíz de la oleada de encarcelaciones ocurridas en Venezuela, afirmó: “El de Venezuela es un Gobierno autoritario, se lo puede llamar dictador… llámenlo como quieran”.
De modo que el blanco de todas las críticas, desde la izquierda y desde la derecha, es Maduro. A Ortega se le menciona menos, pero nadie lo defiende y todos dan por sentado la naturaleza de su régimen.
Pero a quien ese sector político que se autodenomina como de izquierda nunca toca, ni con el pétalo de una rosa, es al régimen cubano. Más de mil nuevos presos por manifestar su descontento en las calles en lo que va de año y más de 300 mil cubanos que desde 2021 han emigrado. No repasaremos aquí los datos de la calamitosa situación de la mayor de las Antillas, y tampoco de la incompetencia de su gobierno; baste decir que todo lo que se le critica a Maduro y Ortega, se le puede atribuir con creces a Miguel Diaz-Canel.
No obstante, como es obvio, el rasero es muy diferente. ¿Por qué? Algún agudo observador, a modo de comparación, ha afirmado que mientras para la izquierda mundial Venezuela vendría siendo, por ejemplo, como la capilla de un pueblo perdido en Sudamérica, Cuba es el Vaticano. Pese a que es una pesadilla para los cubanos, sigue teniendo un poderoso poder simbólico para mucha gente. Su peso sigue siendo tan relevante, que todavía la izquierda latinoamericana parece dispuesta a seguir pagando el costo político de defender (con sus peros, pero lo hace) a un régimen que en términos electorales es un lastre y munición gratuita para sus adversarios desde la derecha.
Para explicar este fenómeno, habría que releer el clásico libro de Carlos Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario (1976). La tecla emocional del mito de la revolución cubana todavía tiene importantes defensores silentes en esta parte del mundo.
Sin embargo, resulta ser que la cuestión no se detiene allí. El gobierno cubano sigue teniendo una influencia política directa, concreta y para nada romántica en varios países. No hablemos de los casos de Nicaragua y Venezuela, suficientemente conocidos (aunque en el caso de este último hay señales de declive).
En la coalición de gobernante, el disciplinado Partido Comunista chileno es una pieza fundamental (por primera vez en su historia uno de sus militantes presidirá la Cámara de Diputados) y un incondicional defensor del régimen cubano. Según algunos medios de ese país, esa vendría a ser la razón por la cual Boric da un trato crítico hacia Venezuela, mientras calla con Cuba. Los comunistas chilenos que defienden a Maduro, pero se resignan ante la actitud del presidente, en cambio son intratables en el tema cubano.
Situaciones en otros países
Si miramos hacia otros países, veremos situaciones similares desde el Frente Amplio uruguayo, pasando por el Partido de los Trabajadores (PT) brasileño, y llegando a México, donde el primer defensor abierto del gobierno cubano no es otro que el mismísimo presidente, Andrés Manuel López Obrador.
En el caso de Colombia la situación es algo más compleja, pues es del dominio casi universal las simpatías que hacia la Cuba castrista hay en la alianza que respalda a Petro, así como la influencia que conserva en los grupos que siguen alzados en armas. No por casualidad los acuerdos de paz entre el ex presidente Juan Manuel Santos y la FARC se suscribieron en La Habana en diciembre de 2015.
Y en el área del Caribe, la influencia cubana resulta ser sorprendente en el Caricom, extendiéndose hasta Guayana, siendo atronador su silencio en la disputa con Venezuela.
De modo que resulta paradójico constatar, que el éxito político de la Cuba castrista en el resto del mundo es directamente proporcional a su portentoso fracaso dentro de la misma isla.