Daniel Gómez (ALN).- Para Rossella Pagliuchi-Lor, directiva de Acnur, el drama de los refugiados va más allá de los números. “Habla de gente que lo ha perdido todo”, destacó este jueves en Madrid. Por eso, desde Naciones Unidas tratan de ponerle freno. Y en esta lucha Centroamérica está jugando un papel relevante.
Que los refugiados no vivan en campamentos sino en casas. Que inviertan el tiempo en prosperar y no en sobrevivir. Que su acogida, lejos de una obligación, sea una inversión para el desarrollo. Y, sobre todo, que esto no quede en palabras.
Ese es el objetivo que persigue el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) con su última iniciativa. Se llama el “borrador cero”. Se trata de un documento, presentado este jueves en la Casa de América de Madrid, que comenzó a discutirse esta semana en los gabinetes de 193 gobiernos, los de los países que firmaron la Declaración de Nueva York sobre Refugiados y Migrantes el pasado 19 de septiembre de 2016.
En estos momentos, la humanidad vive un periodo insólito. Según Acnur, 65 millones de personas en el mundo están abandonando sus países de manera forzosa. “Es un número masivo. Se trata de gente que lo ha perdido todo. Gente que quiere reconstruir sus vidas”, dijo Rossella Pagliuchi-Lor, directora general de Acnur para Relaciones Externas.
Para evidenciar la tragedia, la directiva añadió algunos datos. “Sólo uno de cada 10 niños refugiados cuenta con acceso a educación secundaria. La atención sanitaria no cubre ni el 50% de lo que requieren. La búsqueda de empleo es casi misión imposible”.
Estas declaraciones y cifras no son nada comparadas con la cantidad de vivencias existentes detrás de cada refugiado. Sufrimientos, penurias, incluso muertes, que han obligado a instituciones de todo el mundo a ponerse manos a la obra, pero de verdad. De ahí el pacto de Nueva York y el “borrador cero”.
Junto a Pagliuchi-Lor, estuvo José Samaniego, representante para América Central, Cuba y México de Acnur. Su presencia es sin duda relevante. En Centroamérica, el crimen organizado, la consecuente violencia y las drogas han empujado a los ciudadanos a protagonizar uno de los movimientos migratorios más intensos.
Samaniego apuntó que en países como El Salvador y Honduras existe “una situación humanitaria compleja a causa de la violencia. Muchos ni siquiera pueden salir de sus países porque están en zonas de difícil acceso dominadas por las maras”.
A propósito de esto, evidenció un contraste revelador. “Mientras en 2017 las solicitudes de asilo en la región norte crecieron, casi un millón de centroamericanos sufrieron deportaciones masivas”.
Por eso, no es de extrañar que en Centroamérica vivan el asunto de los refugiados como un drama. Y es precisamente esta experiencia la que ha convertido esta zona en una de las regiones del mundo más activas en la lucha contra este grave problema, tal cual lo reconoció la directiva de Acnur en el acto.
Guatemala, Honduras, Belice, Costa Rica y Panamá, además de México, fueron los países firmantes del pacto de Nueva York en América Central. No obstante, llama la atención que ni el Gobierno de El Salvador ni el de Nicaragua formen parte del tratado. Al respecto, Samaniego reseñó que aún están a tiempo de unirse.
Un nuevo plan de ataque
Como apuntó el representante de Acnur, uno de los objetivos del “borrador cero” es la organización. “La única manera de tratar esta tragedia es compartir responsabilidades y cooperar”. Y en la búsqueda de este propósito, no sólo Centroamérica, sino toda Latinoamérica, ha resultado ejemplar.
“Uruguay fue un ejemplo una vez más al acoger a cuatro familias de refugiados. Existen instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que está gestionando fondos para el desarrollo de las comunidades afectadas”, apuntó Samaniego.
También destaca el papel de las empresas privadas y otros organismos como Unicef, la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA). Unos esfuerzos que al final tienen el objetivo común de mejorar la situación de los refugiados.
No obstante, el propósito principal de Acnur y los 193 países firmantes es lograr un mundo en el que deje de haber zonas conflictivas. Lo deseable es que los refugiados retornen a sus hogares, y que el flujo migratorio no se convierta en una huida, sino en una iniciativa natural del ser humano por prosperar.
Mientras se avanza hacia ese ideal, y con la idea de mejorar la vida de los refugiados, las tecnologías están aportando su granito de arena. “La imagen de los camiones llevando alimentos a poblaciones desfavorecidas está anticuada. Hoy tratamos de ofrecer asistencia humanitaria a través de dinero. El dinero se traspasa con los teléfonos, que a su vez ayudan a las personas a tener un mejor control de sus finanzas, y mayor seguridad”, destacó Rossella Pagliuchi-Lor.
Aparte de los móviles, iniciativas como las identidades digitales, aplicaciones de atención para refugiados y lecciones escolares a través de internet en lugares de difícil acceso están siendo desarrolladas por las Naciones Unidas de la mano con instituciones privadas.