Zenaida Amador (ALN).- Los hechos del 30 de abril volvieron a encender los reflectores sobre Venezuela. Juan Guaidó, en compañía de Leopoldo López y de varios militares activos, se plantó en las calles de Caracas a exigir el cese de la usurpación de la Presidencia, creando así un nuevo sobresalto en la rutina operativa que Nicolás Maduro intenta imponer en sus más de 100 días de gobierno ilegítimo. Era de esperarse que de inmediato Maduro mostraría su fortaleza y comenzaría la persecución de Guaidó, pero nada ha pasado. ¿Por qué?
Cuando Juan Guaidó asumió las facultades ejecutivas de la nación el pasado 23 de enero se convirtió en la figura que le hace contrapeso a Nicolás Maduro. Emergió como el rostro de la oposición hasta entonces fragmentada y como la personalización de una opción para Venezuela, lo que llevó a muchos a creer que sí es posible un cambio. Frente a este brote de fuerza se esperaba el inminente contraataque del régimen de Maduro, que necesita neutralizarlo políticamente y acabar con su efecto catalizador sobre la ciudadanía. Pero la respuesta ha sido lenta.
La cárcel lucía como el destino inmediato de Guaidó. No hay que olvidar que este ha sido el mecanismo preferido por Maduro para neutralizar liderazgos opositores. Desde 2013, cuando llegó a la Presidencia, el número de presos políticos pasó de 13 a 900 en la actualidad.
El régimen de Maduro ha actuado contra otros líderes opositores y miembros del entorno de Guaidó, como es el caso del diputado Roberto Marrero, pero -salvo por algunos asedios y actos puntuales de amedrentamiento- sigue sin asestarle el golpe directo, ni siquiera tras los hechos de este 30 de abril.
Y aunque el riesgo está allí, siempre presente, eso no impidió que Guaidó saliera del país, hiciera una gira internacional con tratamiento de Jefe de Estado, reingresara al territorio en un vuelo comercial pasando los controles de migración sin problemas y que, casi a diario, haga apariciones en actividades públicas en Caracas o en otros estados del país.
El régimen de Maduro ha actuado contra otros líderes opositores y miembros del entorno de Guaidó, como es el caso del diputado Roberto Marrero, pero -salvo por algunos asedios y actos puntuales de amedrentamiento- sigue sin asestarle el golpe directo, ni siquiera tras los hechos de este 30 de abril.
En este sentido cobran vital importancia los siguientes factores:
1-El respaldo internacional a Guaidó
Este es uno de los factores que frena cualquier acción en su contra. Varios países, comenzando por Estados Unidos, han exigido que se garantice su libertad y seguridad. “El mundo está mirando”, llegó a decir Jeremy Hunt, ministro de Exteriores del Reino Unido.
El temor ha sido tal que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó medidas cautelares de protección a favor de Guaidó.
La semana pasada el Grupo de Lima exigió “el pleno respeto a la vida, la integridad y la libertad de todos los venezolanos, del Presidente Encargado Juan Guaidó y de los líderes de las fuerzas políticas democráticas”, incluyendo a todos los miembros de la Asamblea Nacional.
2-La tensión social
Más allá del respaldo extranjero está el hecho de que cualquier cosa que le pase a Guaidó podría crear las condiciones para que el descontento social y la protesta política se conecten en una situación difícil de controlar.
No hay que olvidar que el país entero es un polvorín debido a la crisis económica, el colapso de los servicios públicos, la escasez de productos básicos y la hiperinflación, lo que hace que al día se registren 70 protestas en promedio.
Cualquier cosa puede convertirse en la chispa que encienda al país y eso lo sabe tanto el régimen de Maduro como la oposición, de allí el afán del primero por reprimir toda manifestación en su contra y sembrar en la población el miedo a la protesta, mientras el liderazgo opositor llama una y otra vez a la ciudadanía a la calle a exigir sus derechos.
3-Jugada estratégica
Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), suele ser el principal vocero del chavismo en hablar acerca del encarcelamiento de Guaidó. Luego de los hechos del 23 de febrero, cuando Maduro impidió de forma violenta el ingreso de la ayuda humanitaria internacional al país, Cabello señaló que había que ponerle “los ganchos” a Guaidó. Sin embargo, aclaró que esa decisión tenía su momento. “No se desesperen”.
Ahora, tras los hechos del 30 de abril, Cabello vuelve sobre el tema. Señaló que muchos se preguntan “por qué no meten preso a Juanito Alimaña (Juan Guaidó)” y para ellos la respuesta es que, gracias a que está en libertad, “pasa el 30 de abril y salen otros traidores, eso es bueno”. Pero indicó que “la justicia va a llegar. No nos desesperemos”.
La ambición desmedida del presidente del Tribunal Supremo abortó el plan de Guaidó para sacar a Maduro
Aclaró que el martes 30 “pudimos resolver esa situación desde temprano, pero no lo hicimos porque no somos asesinos (…) Eran un blanco fácil (…) Nicolás Maduro levantó la bandera de la paz y les perdonó la vida”.
4-Ejercer presión indirecta
Al no poder ir contra Guaidó en lo inmediato la hoja de ruta planteada seguirá en línea con la estrategia de debilitar al resto de las fuerzas políticas y, de ser posible, acabar con la Asamblea Nacional, que es la única institución legítima reconocida internacionalmente.
Según Cabello, en breve dejarán sin inmunidad parlamentaria a otros diputados de la Asamblea Nacional que participaron en los eventos del 30 de abril. “Seguro levantaremos la mano para allanarle la inmunidad parlamentaria a todos los que participaron activamente en ese acto”, dijo.
Es decir, que seguirá la presión sobre el resto de los líderes opositores tratando de quebrar la alianza política que acompaña a Guaidó.
5-Las sombras internas
Las acciones del 30 de abril pusieron en evidencia las debilidades del chavismo y las fisuras dentro de la Fuerza Armada. Esto dio pie a que Maduro cambiara a los jefes del Sebin y de la Policía Nacional Bolivariana. Además, ha emprendido una gira por varios cuarteles e instalaciones militares exigiendo lealtad a la Fuerza Armada. Sin la necesaria revisión puertas adentro, acabando con las dudas y las crecientes sombras, pareciera que Maduro no podría arremeter contra Guaidó.
Desde hace mucho es sabido que hay dirigentes del chavismo, algunos de los cuales pasaron abiertamente a la disidencia, que han intentado buscar opciones que le garanticen la sobrevivencia política al movimiento más allá del estrepitoso fracaso de Maduro, mientras otros buscan vías que les minimicen los costos personales del derrumbe del régimen. No en vano Estados Unidos ha ofrecido flexibilizar medidas y sacar de la lista de sancionados a quienes faciliten la salida de Maduro.
Los constantes señalamientos sobre negociaciones para facilitar su salida del poder adelantadas con altas figuras de su entorno, como el ministro de la Defensa, le añaden presión y le dan un piso inestable para afrontar lo que Guaidó llama la etapa final de la Operación Libertad que, según ha dicho, implica el cese de la usurpación de la Presidencia por parte de Maduro y que, según espera Leopoldo López, ocurriría “en semanas”.
En lo que respecta a su propio margen de negociación, Maduro perdió un tesoro importante. La liberación de Leopoldo López por parte de Guaidó -ocurrida el 30 de abril- lo dejó sin su principal preso político, sin la pieza de juego que personalmente podía poner sobre la mesa en momentos clave de cualquier trato.
Ahora López se encuentra en calidad de huésped en la residencia del embajador de España en Caracas, Jesús Silva, y, según los principios básicos de las relaciones consulares, el régimen de Maduro no puede irrumpir en esas instalaciones para capturarlo. Una acción de este tipo tendría consecuencias diplomáticas de alto impacto y colocaría la crisis actual en otro estadio de mayor conflictividad.